PRÓLOGO

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2014

Camino a paso lento por los pasillos de la escuela, junto a mi única amiga, me habla sobre unos vestidos que quiere comprarse para la fiesta de fin de aňo, esta se realizaría en un mes más y todas las chicas estaban entusiasmadas por ir. Todas, menos yo.

—¿Cuanto crees que me cueste transformarte en cenicienta? — pregunta pensativa, su mirada está perdida al más allá — Hay un vestido que te quedaría genial.

—¿Yo? — alzo mis cejas y la miro ceňuda — Por supuesto que no iré.

Bajo la mirada hasta el piso, incluso negarme a ir a la fiesta me daba vergüenza, no me gustaba que el mundo entero supiera de mis limitaciones debido a mi cuerpo. Lo odiaba, odiaba ser tan ancha, tan gruesa, odiaba pesar treinta kilos más de lo que debía; pero amaba comer, amaba sentarme luego de la escuela sobre mi sillón y mirar películas o anime hasta que mi madre llegaba del trabajo a la noche, amaba dormir hasta tarde y no hacer ningún tipo de deporte ni ejercicio físico. Mi vida era perfecta para mi, pero odiaba ser gorda y que la gente me mirara raro, que ya a mis dieciocho aňos aún no saber lo que es tener novio, odiaba no poder encontrar ropa linda en las tiendas, no poder vestir como las demás chicas. El peso de la sociedad me hacía odiarme a mi misma.

—¿Por qué no irás? — se entristece.

—No me gustan las fiestas — digo mientras intento con mis torpes dedos abrir la envoltura del chocolate que mi boca deseaba consumir — Son tan aburridas.

—¿Es solo eso? — su mirada no deja de estar sobre mi por varios segundos.

—Si, ¿Que creías? ¿Que diría: ¡Ey, no puedo ir porque me vería como una prieta con un vestido de gala, o, no puedo ir porque ningún chico me invitaría a la fiesta? ¿Eso esperas de respuesta, Susan? — logro abrir el chocolate y parto un trozo con los dedos para echarmelo a la boca — Por supuesto que no te diría algo así — mi voz sale rara debido al chocolate que ocupa el espacio de mi boca —¿Quieres? — le ofrezco.

—Sabes que no me gusta que uses el sarcasmo conmigo — dice mientras mueve su mano para rechazar mi oferta.

Antes que pudiera responder algo a eso, alguien me choca el hombro con excesiva brusquedad, es James, el chico popular de la escuela, el que deja babeando a todas las chicas por él, a todas, incluso a mi.

Recuerdo que en primaria íbamos en la misma escuela  y a mi me gustaba, en ese entonces él no era el brabucón que es hoy en día. Lamentablemente aún lo miro como si fuera el único chico existente en el planeta.

—¿Podrías mover tu grasa a otro lado? Me chocas, foquita— dice molesto, sus amigos van a su lado y casi todos ríen, menos uno. No los miro por mucho rato, James acapara toda mi atención.

—Dejala en paz, idiota — le suelta Susan colocándose entre nosotros.

—Te informo que así no puedes cubrirla, es muy gorda — dice sin rastros de diversión en su cara; él siempre había sido así, nunca mostraba una sonrisa, nunca reía. Y siempre había querido saber por qué. ¿Que razones tenía para molestar a los demás?

—Eres un cobarde, te metes con las mujeres porque no puedes con los hombres. — responde ella.

—¿Ah si? — mira a Susan de pies a cabeza — ¿A caso me conoces? No recuerdo que hayas pasado por mis sabanas aún.

Mis ganas de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora