CAPÍTULO IX

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¡Santos demonios! James ha dicho mi nombre. Sabe quién soy. No. No. Maldición. Mis rodillas tiemblan mientras hago rodar los ojos desde la mirada perdida de Ian a la confundida mirada de James. No sólo tengo que preocuparme del descubrimiento que acaba de hacer James, si no también, de la mirada inquisitiva de Ian sobre mí.

No logro comprender al cien  lo que está ocurriendo. Ambos están sobre mí y siento que me hago más pequeňa a medida que pasa el tiempo.

Se cierne un silencio tan largo y mi voz hace eco cuando tomo el valor para acabar con el.

—¿Annie? — pregunto nerviosa y retrocedo hasta sentir la pared pegada a mi espalda. Como muchas veces, estoy deseando tener una barita mágica para hacerme desaparecer. 

James agudiza la mirada y tuerce la boca.

—¿Tu nombre es Annie?

—¿Mi nombre? — Una voz tan delgada como un cabello sale de mi interior y me remuevo sobre mis talones al sentirme atrapada.

Lo que menos quiero es que James sepa quíen soy. No puedo dejar que eso ocurra, pero no tengo escapatoria.

El aire se congela dentro de mis pulmones.

—Si. Tu nombre.

—¿Qué pasa con mi nombre?

Busco a Ian con la mirada y lo encuentro de brazos cruzados. ¿No piensa ayudarme?
Pero James suaviza su curiosidad y deja de estudiarme con sus ojos.

—Nada... No... — Mira algo que está fuera de mi alcance visual y parece estar pensando algo no muy agradable — Solo es un nombre que me trae muchos recuerdos —comenta para luego soltar una bocanada de aire.

¿Un nombre que le trae muchos recuerdos? Entonces...no me ha reconocido, ¡Gracias a dios! Solo le trae recuerdos... ¿Recuerdos de quíen? ¿De mí? ¿Me recuerda? ¿James aún se acuerda de la gorda que humilló frente a todos? Por supuesto que se acuerda de esa gran jugada.

Jodete, James.

—Salgamos de aquí — murmura Ian acabando con el espacio incómodo que se arma entre James y yo.

—La puerta está cerrada — digo apenas lo veo acercarse a ella. Me mira sobre su hombro y no veo mas que vacío. Sus ojos son de un azul casi gris, como el mar en medio de una tormenta y me duele el vientre saber que me está viendo de esa manera. Quiero saber qué le ha molestado de mí. Quiero borrar esa expresión de su rostro. Quiero salir de allí y volver a la burbuja junto a él. Solo nosotros dos.

Veo a James meterse una de las manos a los bolsillos de sus vaqueros y extraer de el una pequeňa llave oxidada. Levanto ambas cejas tratando de negar lo que mis ojos están viendo.

Me mira con ambas cejas arriba y encoge uno de los hombros.

—Estaba sobre el piano — explica con desinterés.

Desgraciado.

No me atrevo a agredirlo de ninguna manera. Quiero salir lo más pronto de allí.

Ian y yo nos acercamos hasta la puerta cuando James habre el cerrojo. La puerta cruje y raspa mis oídos con el sonido agudo que provoca en medio de todo este lío y sin mirarnos, James se aleja de nosotros.

Me sorprendo al darme cuenta que en ningún momento se han dirigido la palabra. Ni la mirada siquiera. ¿No eran amigos? Se supone que si. Me enrolla la curiosidad pero más deseo ver sobre mi los ojos dulces con los que Ian acostumbra a mirarme.

—¿Estás bien? — le pregunto.

Caminamos por el jardín y clavo mis ojos en la espalda de James. Va a cuatro metros de nosotros, acercándose a la verja que nos deja justo en la calle principal, donde la multitud aún espera colarse dentro.

Mis ganas de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora