2 Vania

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Poco le importaba a Vania que la temperatura estuviese bajando estrepitosamente, o que un cúmulo de nubes negras acecharan amenazantes, advirtiendo un chaparrón del cual seguramente sería muy difícil escapar. El repetido cliqueo que producían las placas del obturador le resultaba tan seductor como la promesa de que ella se apareciese una vez más, recorriendo la vereda más pronunciada del parque.

Cabía, por supuesto, la posibilidad de que la amenaza de lluvia la hubiese disuadido de su rutina, pero Vania prefería no pensar en los imponderables. Un relámpago triple se dibujó sobre el negro tapiz que se extendía en todo el horizonte visible; segundos después vino el estruendo endemoniado que causó que una bandada de pájaros saliera huyendo de su escondite entre los árboles. Mil hojas crujiendo al mismo tiempo llamaron la atención de Vania. Su dedo soltó el disparador y el silencio se hizo inmediato. Vania dejó su posición encorvada, levantando la mirada hacia las nubes y colocando instintivamente la tapa protectora sobre el lente de la cámara. Respiró profundamente, permitiendo que el aire frío se colase por sus vías respiratorias. Miró su reloj, eran las cuatro de la tarde.

Volteó hacia el otro extremo del parque, notando por primera vez que salvo ella y un par de perros callejeros, el lugar estaba completamente vacío. Hacia el inicio de la vereda, donde ésta casaba con la calle, la vio aparecer; un escalofrío que poco tenía que ver con la temperatura, le recorrió el cuerpo entero. Con el dedo medio de la mano derecha tumbó la tapa del lente, mientras que los otros tomaban sus posiciones acostumbradas sobre la cámara de 35mm: el dedo índice sobre el disparador, el pulgar en la parte posterior y los demás sobre el costado. Con la izquierda sostenía el peso desde la parte inferior para darle mayor estabilidad. La posición encorvada que su espalda asumía era instintiva.

Tomó algunos acercamientos de una catarina que trepaba vacilante sobre el tallo de una margarita. Segundos después, se quedó sin pretextos que le ayudasen a fingirse ocupada, viéndose obligada a levantar la vista de una vez por todas. Ahí estaba ella en todo su esplendor: bucles largos y negros adornando ambos lados de un rostro que bien podía haber sido esculpido por alguno de los grandes maestros griegos; piel blanca sobre la cual esos ojos grandes y negros resaltaban con gusto. Su esbelta figura vestía esa tarde un elegante y ceñido traje sastre de color café que hacía juego con el maletín de piel que siempre llevaba cargando en la mano derecha.

Una mirada furtiva, una sonrisa sincera y un instante después, había desaparecido en la distancia por la que se extendía aquella vereda de asfalto, como cada jueves a las cuatro de la tarde por los últimos tres meses.

Con la mente huyéndole detrás de aquella visión, Vania se quedó con el cuerpo en modo automático; metió la cámara en su estuche negro y éste a su vez en la mochila que siempre cargaba para todos lados. Se acomodó la chamarra de mezclilla y tomó el golpeteo de las primeras gotas de lluvia sobre la gruesa tela, como señal de partida.

Con las energías recargadas hasta el tope, cual si se hubiese tomado un paquete entero de alguna bebida energizante, comenzó a caminar a paso rápido, casi corriendo; no para huir de la lluvia que a cada segundo se tupía más, sino como consecuencia de una infección que comenzaba a parecerse mucho a lo que todo mundo describía como felicidad.

Aquel torrencial más bien le parecía un baño celestial que caía en cámara lenta como mero escenario de fondo para la película que se reproducía en su cabeza, una que era protagonizada por aquella aparición divina cuyo nombre desconocía. Como consecuencia estuvo confinada a su cama por tres días, cortesía de un severo resfrío. Aun así, no se arrepentía de haberse empapado y no planeaba faltar a la cita del siguiente jueves. Entre el sopor, el cuerpo cortado y el malestar general de la gripe, lo único que le mantenía con buenos ánimos era el recuerdo de su chica de la vereda.

Persiguiendo espejismosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora