Contemplé con desgano el tazón con motivos navideños que Heather sostenía frente a mí sacudiéndolo juguetonamente para hacer bailar a los papelitos que contenía, seguramente había pasado toda la mañana doblándolos cuidadosamente.
-No creo que pueda participar, lo siento- dije preparando en mi cabeza la excusa que daría para evitar el tan odiado intercambio de regalos que la organizadora oficial de eventos en la oficina, Heather, preparaba cada año. En realidad era la asistente del dueño del prestigiado bufete de abogados en el que trabajaba pero parecía dedicarse más a celebrar cuanta fecha especial marcaba el calendario que a cumplir con labores secretariales.
-Debes hacerlo, ______, incluí tu nombre y llevo buena parte de la mañana repartiéndolos, seguramente alguien ya sacó tu papel y está pensando en el regalo perfecto- dijo acercando aún más el tazón a mi rostro.
Elegí un papel con resignación y lo desdoblé sabiendo que Heather no se alejaría de mi escritorio hasta comprobar que leía su contenido. Por lo general convivía con mis compañeros de trabajo y participaba en sus dinámicas pero no me sentía con ánimos de celebrar la época. Lo peor de todo es que, a pesar de que aún faltaban dos semanas todo parecía indicar que la Navidad llegaría más rápido este año. Las tiendas departamentales habían empezado a exhibir árboles y esferas cuando aún se vendían las decoraciones para Halloween y la oficina ya estaba convertida en una maraña de esferas y guirnaldas desde hacía un mes. Lo peor era la nieve falsa embadurnada en los ventanales que dividían las oficinas y los suéteres con renos y muñecos de nieve que por alguna razón desconocida, por lo menos para mí, parecían gustarles tanto a algunos de mis compañeros de trabajo. Me encantaba mi trabajo como abogada, la paga era buena y llevaba casos cada vez más importantes pero me dedicaba tanto a mi carrera que no parecía tener tiempo para nada más. Cuando acepté el trabajo en Nueva York sabía que estaría lejos de mi familia pero confiaba en que siempre podría regresar a casa para Navidad. Así fue los primeros años pero para los últimos no me había sido posible por cuestiones laborales y para no sentirme melancólica trabajaba hasta tarde. Para divertirme siempre podía contar con mi mejor amigo Chris con quien disfrutaba la vida nocturna de la ciudad y como él también vivía alejado de su familia nos acostumbramos a celebrar juntos las fechas importantes en los mejores restaurantes y clubes. Este año no sería así, después de tantos ligues casuales Chris había conocido a un guapo y exitoso empresario con el que comenzó una relación seria y en estos momentos se encontraban bronceándose en una playa en Hawai. Me alegraba por él pero parte de mí sentía un poco de celos porque él se divertía mientras yo debía buscar un regalo para Sam, de contabilidad, a quien casi ni conocía. Esos intercambios de oficina siempre terminaban igual, dando y recibiendo regalos impersonales que van a dar a un cajón.
-Se respira el espíritu Navideño en el aire ¿no lo crees?- dijo Mr. Cox, mi jefe, asomándose a mi oficina.
-Creo que es el aromatizante a pino que Heather ha estado esparciendo durante todo el día- dije.
-___, no me digas que no te sientes inundada por sentimientos de paz y amor en esta época.
-Somos abogados, evitar esos sentimientos es lo que nos hace buenos en nuestro trabajo- dije alzando la ceja.
Mr. Cox comenzó a reír, era un buen hombre, demasiado alegre y optimista para ser abogado quizás pero cuando se trataba de ganar un caso era implacable. No sólo era mi jefe sino mi mentor, se había arriesgado hace unos años al contratarme recién graduada y sin referencias. Era tan paternalista conmigo que a veces me parecía que me había adoptado más que contratado, tal vez porque extrañaba a sus hijos que vivían en otra ciudad. Rara vez lo visitaban y cuando lo hacían me parecía que sólo lo veían para pedirle dinero.
-Necesito que te ocupes de unos trámites para la apertura de un restaurante- dijo Mr. Cox –Permisos, licencias, todo lo que se requiera- debió haber visto el desconcierto en mi rostro cuando continuó –Sé que este tipo de trabajo puede hacerlo alguno de los asistentes, no es gran cosa pero el cliente es mi sobrino y quiero que todo esté bajo control.
-Sí, no se preocupe, Mr. Cox, me encargaré de todo- dije sonriendo para ocultar mi inconformidad, no me emocionaba la idea de ser la niñera de un hijo de millonario al que le compraban un restaurante para que jugara al empresario. Sus primos eran así, seguramente él era igual.
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Un regalo para Navidad
RomanceCuando ___ había perdido toda esperanza de disfrutar la época navideña llegó a su vida un hombre que le dio motivos para festejar.