Capítulo 2

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Es imposible matar el cariño. Incluso cuando odias lo haces queriendo, porque en algún momento hubo amor. Disminuir, achicarse, perder intensidad. Todas esas cosas pueden pasar, pero no debemos engañarnos al pensar que desaparece por completo. Si entendemos esto, también comprendemos que mientras más gente posea tu corazón, mayores son las posibilidades de que se rompa. La solución sería simple; vivir sin amor. Es una lástima que "vida" y "amor" no se puedan concebir la una sin la otra.

—Cuaderno de notas de Kiki

—Ya no es necesario que hagas eso —dije. Brian me miró y sonrió, sin dejar de masajear delicadamente mi pierna—. De verdad que no —insistí, me hacía sentir incomoda y ni hablar del torrente de mariposas que revoloteaban en mi estómago.

—Si te molesta, no lo hago más —dijo soltándome y sin dejar de reír.

Sesenta y cuatro días habían pasado desde que nos habíamos encontrado en el bar Dix y había accedido ir a su garaje, en aquel momento no me hubiera imaginado que iba a llegar a dejar las muletas. Cosa que había logrado gracias a Brian. Él se ocupó de mí como nadie más y, no comprendía muy bien porqué, pero sabía que me gustaba que así fuera. No hablábamos de Amelia y Diana, había dejado de preguntar al poco tiempo de empezar, Brian se ponía muy nervioso con el tema, y yo no quería presionarlo, sin embargo, seguía siendo el chico agradable de siempre (aunque Mar no aprobaba que hiciera aquello).

—¿Eli pasará por ti? —preguntó.

—Sí, hoy es sábado y él es soltero, dice que necesita salir y yo mover las piernas fuera de aquí.

—Está loco, no dejes que te lleve por el mal camino. —Le sonreí y lo empujé, Eli era el único que no criticaba mi amistad con Brian e incluso volvió a hablar con él. Aunque a Elijah le costará más contenerse y cada que lo veía preguntara algo relacionado a Lia—. Bueno, entonces levantémonos, tengo que estar en Dix a las nueve.

Asentí y él se puso de pie en un salto. Todavía me costaba ponerle peso a mi pierna izquierda y de vez en cuando me ayudaba con la barra de baile que tenía siempre cerca, pero esta vez, Brian extendió su mano y me levantó sin esfuerzo y bruscamente. Toda yo me desestabilicé y mi camiseta de baile (que la usaba por costumbre y morbo, ya que no bailaba) se cayó toda hacia un costado, mi cabello terminó sobre mi cara y quedé encorvada como una anciana.

Escuchaba la carcajada de Brian que no intentaba disimular y mi rostro entero hizo simbiosis con el color de mi cabello. Me tapé la cara con las manos sin molestarme en quitarme los mechones antes, odiaba que se rían de mí, no podía soportarlo. Aunque fuese una broma inocente, siempre me hacía sentir pequeñita y sin valor.

—Hey —dijo él dándose cuenta de mi estado—. Hey, lo lamento, Ana, no debí reírme. Pero fue chistoso, debes admitirlo —volvió a reír. Quería compartir su risa, pero la vergüenza era más fuerte que yo.

Brian dejó de reír, y esta vez de verdad lo hizo.

—Está bien —dije, mi voz amortiguada por mis manos—. Es sólo que no me gusta quedar siempre como una tonta.

—Eres demasiado tímida, es eso, ¿qué puedo hacer para que dejes de serlo conmigo?, somos... amigos. —Saqué las manos de mi rostro.

—Sí, lo somos, obvio, pero igual, lo lamento.

—¿Te estas disculpando porque eres tímida? —volvió a reír—. Eres genial.

—No, no lo soy —dije indignada, y moví la cabeza para quitar los mechones rojizos de cabello.

Mírame (Diez Estrellas #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora