Capítulo 4

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El lado bueno de la vida. El lado bueno de las cosas. El simple "lado bueno". He leído durante toda mi vida a especialistas y profesionales decir (si no es sostener) que hay que desarrollar habilidades que nos ayuden a enfrentar mejor la vida. Concuerdo, claro está. Sin embargo, la habilidad a tener en cuenta es, en mi más humilde opinión, el Lado Bueno. Deberíamos aprender a ver eso en todos los momentos y poder replantearnos incluso la más nimia situación bajo esa lupa del Lado Bueno. Tal vez así el dolor de vivir sea más leve.

—Cuaderno de notas de Kiki

Mi madre corrió a buscarle un vaso de agua y yo intente arrastrar a Lila, que era mucho más alta que yo, hasta mi cama para tranquilizarla. La pobre chica lloraba acongojada. Por unos segundos me congelé y no supe qué hacer, pero mi instinto se activó enseguida y comencé a decirle palabras tranquilizantes a Lila, mientras le frotaba la espalda cálidamente.

Mamá llegó con el vaso de agua, y sin muchas ganas, hizo caso a la mirada que le lancé y se retiró de mi cuarto. Una vez que se fue y dejé de ver su sombra en el pasillo, ella claramente no iba a cerrar la puerta, comencé, muy tranquila, a inquirir sobre qué había ocurrido.

—¿Lila, cómo llegaste a mi casa? —pregunté, sabía que no debía hondar directamente en el tema si quería respuestas.

La verdad era que de todas las personas, ella era con quien menos trato tenía, sólo la veía cuando estaba con Milo. Y dado que el chico volvió a trabajar, poco y nada era las veces que nos cruzábamos.

—Es... estaba... estaba cer-cerca —hipó en la última palabra.

—¿Te robaron? —Seguí acariciando su espalda.

—No. —Y se volvió a largar a llorar, esta vez se tiró a uno de mis pequeños hombros, y sorprendida nada pude decir más que:

—Quédate tranquila, Milo está en camino. Él solucionará todo.

No estaba muy segura de eso, hacía cinco minutos el chico estaba tratando de lidiar penosamente con sus problemas, pero otra cosa no se me ocurrió para decir. Recordé entonces que Eli (amigo de todo el mundo) se había vuelto bastante amigo de ella.

—¿Venías a ver a Eli? —pregunté, mi curiosidad a veces me superaba.

Lila soltó mi hombro, se tapó la cara con las manos y asintió frenéticamente mientras sollozaba bastante fuerte. Iba a hacerle otra pregunta cuando la voz de mi madre dirigiendo a Milo hasta mi habitación me frenó. Balbuceó un "hola" en mi dirección y levantó a su prima, sosteniéndola en un gran agarre fraternal. La envidié un poco. Yo era hija única y mis padres lo habían sido también, así que mi familia consistía en mis padres y mis dos abuelos, porque las mujeres murieron antes de que naciera, y yo...

Corrí la vista de ellos. ¿Qué envidiaba, que la pobre chica esté llorando porque evidentemente algo horrible le sucedió?

—Iba a lo de Elijah, y dice que no le robaron... No pudo responderme más —ofrecí como ayuda y en tono de disculpa. Milo asintió.

—¿Podría esto quedar entre nosotros, Ana? —preguntó él, sacudí la cabeza como si no entendiera.

—Ella no está... ¿está bien? —No sabía ni lo que estaba diciendo.

—Lo va a estar si no le dices esto a nadie, principalmente a mi familia. Es una suerte que te haya llamado en ese momento.

Me quedé mirando al trapo de persona que era Lila en los brazos de su primo.

—No —dije rotundamente—. Si quieres que guarde un secreto necesito saber qué estoy guardando. Suficiente tuve con tu hermano.

A pesar de que el llamado de Milo fue de total tristeza y acababa de hacer énfasis en que su hermano tenía problemas, por su rostro no pasó ni una emoción. Si había algo en lo que Milo no había cambiado era en ser totalmente frío y distante la mayor parte del tiempo. La parte restante o lo agarrabas desprevenido, o simplemente te regalaba una pequeña muestra.

Mírame (Diez Estrellas #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora