-Capítulo 7-

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- ¡Daos prisa, vosotros dos! ¡Parece que sea vuestro cumpleaños y no el mío!

Caín les gritaba desde el fondo de la escalera, vestida y preparada desde hacía diez minutos. Rui estaba en su habitación probándose la enésima camiseta, mientras su hermano afilaba los detalles del plan paralelo. No le había dicho nada a nadie más, sabía que su hermano metería la pata si se enteraba.

- ¡Ya voy! - exclamó, intentando no sonar sospechoso - ¡Pero si no encuentro mi teléfono no es mi culpa!

Siempre ponía la misma excusa, y la chica sabía que no había forma de discutir con él sobre eso; él nunca tenía la culpa de que el servicio colocara su móvil en su sitio. Cualquiera que le viese desde fuera diría que era un adolescente normal, cansado de estudiar y con ganas de tener su propia casa y que no le molesten.

Por fin ambos chicos salieron de la habitación y bajaron las escaleras para encontrar a Caín de espaldas y con los brazos cruzados. Empezó a reñirles, pero ninguno de los dos la escuchaba de verdad: Gael estaba pensando en cómo hacer creíble la llamada, mientras su hermano no podía parar de mirar los gestos de la chica.

Seguía sus movimientos con los ojos llenos de admiración hasta que ella se dio cuenta y le golpeó la frente.

-¡Y tú tienes que prestarme más atención!

Él parpadeó, desconcertado, cuando el pelo de ella flotó a su alrededor al girarse. Miró a su hermano, buscando una respuesta.

- Parecía que le mirabas al pecho, hermano - le dio un golpe en el hombro tratando de aguantarse la risa.

Aún tardó un momento en procesar lo que le había dicho Gael, y cuando lo hizo se coloreó hasta las raíces del pelo. Abrió mucho los ojos y se apresuró a entrar en el coche que les esperaba en la entrada. Le dio un escalofrío nada más sentarse al lado de Caín, maldiciendo en silencio su manía sentarse en el asiento central.

Se cruzó de brazos y fingió que no veía las miradas inquisitivas de la chica, que buscaba la razón de su distancia repentina. Ella realmente no pensaba que fuese un mirón, pero no le gustaba que a veces se la quedase mirando sin escuchar lo que decía. Le daba la sensación de que solo desconectaba y se marchaba a su mundo.

Al final acabó por dejar de intentar buscarle sentido. Irían a comer tarta y ya se le pasaría. Si algo le pasaba y no se lo había contado, no pensaba insistir. A ella misma no le gustaba que se metieran en sus asuntos sin permiso, y su madre le había dicho muchas veces que no le hicieran a los demás lo que a uno no le gustaría que le hicieran.

Respiró hondo y dejó caer la cabeza en el asiento, al lado de Gael. Para variar, estaba jugando con su móvil, así que se distrajo en los pequeños animalitos que iban de un lado a otro de la pantalla hasta que por fin llegaron. Se bajaron del coche en el mismo silencio que habían estado guardado todo el camino.

El sonido de la campanita alarmó a la dependienta, a la cual no habían visto con anterioridad. Los miró como si hubiesen entrado a robar hasta que Gael se ofreció a recoger la tarta para llevarla a la mesa que los otros dos habían escogido. Claramente, otra de sus estrategias amorosas.

- Siento lo de antes - se disculpó Rui cuando su hermano estuvo lo suficientemente lejos -, sé que te molesta que me quede mirando sin decir nada.

- No te preocupes - le respondió ella con la barbilla apoyada en la mano -. Los malos hábitos no se pueden quitar tan fácil.

Él le sonrió, aliviado, sintiéndose en parte culpable. No le gustaba molestarla, y menos cuando no le echaba la bronca sino que le subía el ánimo. Prefería mil veces que le gritaran a que le aceptara los errores, la hacía parecer una persona perfecta.

-Desde Las Cenizas-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora