-Capítulo 10: Epílogo-

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- ¿Y esa es la historia? La abuela nunca la cuenta.

- Sí, Laowyn. Así se conocieron tus abuelos.

- ¡Es la historia más romántica del mundo! - exclamó mi niña, resplandeciente.

No pude evitar seguirla con la mirada mientras corría a jugar con su hermano mayor; ni a mi madre ni a mi nos gustaban las familias pequeñas, estaba claro. Al contrario que yo, mi hija había heredado el pelo claro de su abuela y mis ojos azules. Su hermano mayor y yo éramos la viva imagen de mi padre.

A pesar de que tenía cuatro hermanos mayores, siempre había querido tener una familia grande. Y eso traía consecuencias, que nunca me importó asumir. Los cinco seguíamos el ejemplo de nuestra madre: habíamos organizado un refugio de animales que sacábamos de las perreras.

Y justo en aquel momento, como cada navidad, estábamos todos en el salón esperando a que llegaran todos los demás. Los niños siempre querían oír la historia de cómo se habían conocido sus abuelos, y en el fondo yo misma también pensaba que era una bonita historia que contar.

- ¡Mamá! ¡Valek no me deja jugar con él! - gritó Laowyn, siempre en la sombra de su hermano.

- Entonces ve a ayudar a tu padre. Ya sabes el lío que suele montar en la cocina si no estoy con él.

- ¡Eh! ¡Que no estoy sordo! - se quejó él desde la cocina.

Siempre me encargaba yo de cocinar, pero en mi estado no era realmente capaz.

- ¡Voy! - cantó ella, corriendo primero hacia mí - Mami tiene que cuidar de la hermanita pequeña hasta que lo pueda hacer yo.

 Acarició mi creciente tripa y se marchó rápidamente a la cocina. Sonreí; aún era pronto para que pudiéramos saberlo, pero Laowyn siempre decía que iba a ser hermanita.

- ¿Crees que es buena idea que se haga ilusiones? - me preguntó Valek, aún sentado frente a su consola.

- Tú también decías que sería una hermanita cuando ella no había nacido - respondí.

- ¿En serio?

- Pues claro. Incluso cuando el doctor me dijo que era más probable otro niño. Por cabezón tuvimos que comprar ropa de niña, y mira que bien.

- Ya, pero no debería hacerse ilusiones de todas formas.

Siempre sería difícil que cambiara de opinión, incluso con la chica que creía que sería el amor de su vida. Por suerte, pronto llegaron todos mis hermanos con sus hijos: no éramos pocos. Muchos empezaron a ayudar con las mesas necesarias, mientras nuestra madre se sentaba conmigo en el sofá.

- ¿Cómo estás? - me preguntó, quitándose las gafas.

- Perfectamente, mam - le respondí, y como si fuese una señal, su sonrisa hizo acto de presencia.

- Sabes que me encanta que me llames así.

- Si no te gustase, no te llamaría así.

Las dos nos relajamos juntas en frente del televisor, viendo alguna de esas películas navideñas que parecen ser clones entre ellas. En algunos momentos veía uno de los niños a ofrecernos algo de comer, o alguien nos preguntaba si necesitábamos algo.

- Me siento como si estuviese embarazada de nuevo - comentó mi madre en un momento dado.

- Me miman demasiado.

- Y sobretodo Mark. Te trata como si fueses de porcelana ahora mismo - se burló, viendo que pasaba justo por nuestro lado.

- Con los cambios de humor de su hija, si no la mimo la veo capaz de tirarme todos los objetos de la casa.

-Desde Las Cenizas-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora