-Capítulo 8-

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Ya habían pasado un par de días desde el cumpleaños de Caín, cuando todos estaban de nuevo reunidos en la mesa para comer. Intentando no levantar sospechas, Gael había estado evitando hablar del tema, y siempre que podía se escapaba con la excusa de que el padre de aquel amigo estaba empeorando.

Todo estaba en silencio, salvo por la monótona voz de la presentadora de las noticias, que estaba leyendo una noticia sobre un nuevo récord que había sido batido en atletismo.

- ¿Cómo está el padre de tu amigo? - preguntó de repente la chica, sobresaltándolo.

- ¿Qué? - respondió vagamente, perdido como estaba en sus pensamientos - Ah, si claro. Está mejorando, pero no saben cómo va a avanzar.

Como si hubiera sido la respuesta que ella estaba esperando, sonrió y siguió con su plato. Con el ceño fruncido, Rui miró a su hermano, que se encogió de hombros con nerviosismo. No podía ser que le hubiese pillado, era muy poco probable. Trató de calmarse con disimulo, sabiendo que al menos su hermano podría darle una charla bastante larga.

El mencionado, por su propia parte, seguía pensando en el pequeño momento que había tenido con ella. Sabía cuáles eran, claramente, sus sentimientos. Lo que realmente le picaba en la mente desde hacía tiempo era si ella lo veía de la misma forma. También le asaltaba la pregunta de si ella le veía como él mismo ante el espejo. Porque no le gustaba.

Tanto él como su hermano aún estaban muy delgados, a pesar de que seguían una dieta muy estricta para volver a ganar todo aquel peso perdido. Cuando se miraba en el espejo por la mañana, le daba la sensación de que se había convertido en un saco de huesos y piel, por lo que suspiraba y se ponía ropa demasiado ancha.

- ¿En qué piensas? - le preguntó su hermano en voz baja cuando Caín se levantó de la mesa para llevar su plato.

- En demasiadas cosas, durante demasiado tiempo - resolvió,con un gesto de la mano.

- ¿Y cuándo te hiciste tan filosófico?

- ¿Y cuándo te hiciste tan preguntón?

Ambos se sonrieron y se giraron para ver a Caín volver a sentarse, seguida de su abuelo. Éste no se sentó, pero le hizo unos gestos a Rui para que se alejara con él. Después de que se hubieran alejado lo suficiente bajo la atenta mirada de los otros dos, la chica se decidió a hablar por fin.

- Entonces, parece que no te ha costado armar una buena para dejar a tu hermano a solas conmigo - dijo, aún en voz baja.

El otro se giró, pálido como el papel, para mirarla a los ojos. Tenía una sonrisa malvada dibujada en el rostro, lo que le provocó un ardor que subió desde el cuello.

- ¿Qué? - preguntó con voz débil.

- No hace falta que digas nada. Sólo con esa reacción me lo has dicho todo - su sonrisa se hizo más amplia, dejando ver sus dientes afilados.

- Al menos deja de mirarme así, puedo explicártelo.

- Ni falta que hace.

Lo resolvió con un gesto de la mano y ese tono sugerente, que no le dieron a Gael motivos para excusarse. Entendió lo que le quería decir de inmediato. Entonces él le devolvió la sonrisa antes de levantarse ambos y marcharse cada uno a su habitación, sin pasar por la habitación donde hablaban Rui y el abuelo.

Mientras Caín y su hermano estaban entretenidos en sus asuntos, Rui estaba temblando. Tenía miedo de haber hecho alguna cosa mal o haberle ofendido. Evitó la mirada del anciano hasta que éste le puso la mano en el hombro, y entonces se dio cuenta de su aire amistoso.

-Desde Las Cenizas-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora