Todo rey necesita a su reina

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-¿Mi sultán?- Oyó la dulce voz de la princesa Jasmín llamándole.

Se volvió hacia ella, sonriendo por la vista que tenía ante él. Se la veía increíble en la ropa que había hecho sólo para ella, y se veía aún mejor con las cadenas que adornaban sus muñecas y la bandeja de apetitosos frutos junto con una copa de vino en sus manos.

Jasmín le sonreía con una mirada de flirteo y deseosa de obedecer. Su mentalidad estaba trastornada.

-¿Sí, Jasmín? -le preguntó Jafar.

-¿Algo para picar mientras disfruta de su espectáculo?- preguntó mientras le ofrecía la bandeja, asegurándose de inclinarse hacia adelante, permitiendo a Jafar tener una visión generosa de su escote.

Jafar sonrió con condescendencia ante sus intentos de darle placer a su vista.

- ¡Qué amable, Jasmín! - Su voz sedosa intuía cuánto disfrutaba de esta manipulación mezquina.- Que gratificante que hagas esto solo por mí.

Utilizó su nuevo bastón con el rostro de una serpiente con la boca abierta para tirar de sus cadenas, por lo que la exprincesa estaba aún más cerca de él. Ella sonrió ante el tirón, mientras la mano libre del sultán se acercaba a una manzana roja y crujiente apenas una pulgada delante de ella.

-Déjeme, mi amo- le dijo Jasmín, dejando la bandeja y tomando suavemente la manzana para alimentar a Jafar de su mano.

El sultán, por su parte, estaba gratamente sorprendido por la forma en que Jasmín se comportaba. Es cierto que había usado sus poderes sublimes para hacerla caer enamorada desesperadamente de él, pero la mayoría de sus acciones y pensamientos eran de su propia creación. Esta era la princesa Jasmín que lo amaba exponencialmente, odiaba a Aladín y al exsultán, y sólo piensa en maneras de complacerle a él.

Hizo lo que ella había pedido amablemente y tomó un bocado grande de la manzana, masticando sin ningún sentido de las buenas maneras delante de la antigua princesa. A ella, sin embargo, no le importó en absoluto. Se sentía alegre ante el pensamiento de que estaba alimentando al hombre que sin duda amaba, sin hacer desaparecer la sonrisa feliz de su rostro.

-¿Sabes, Jasmín? - Comenzó Jafar, sólo para escupir accidentalmente parte de la manzana hacia fuera directamente hacia la mejilla de su esclava. -Oh, me disculpo.- Se arrepintió sin entusiasmo.

-No piense en ello, mi señor- le dijo Jasmín mientras recogía el trozo de manzana con uno de sus dedos... y se lo comía ella misma.

- Como decía, -Jafar sonrió- una hermosa flor del desierto como tú merece estar al lado...-Hizo una pausa mientras usaba su magia para hacer que las cadenas de la joven se convirtieran en una brillante luz dorada, y rápidamente cambiara a una corona de oro, que se ajustaba a la cabeza de Jasmín perfectamente. -... del hombre más poderoso del mundo.

Jasmín solo pudo jadear y mirar con asombro el inmenso regalo que Jafar le estaba ofreciendo.

Es cierto que la corona venía de las cadenas, lo que significaba que aún seguiría bajo su poder, pero al convertirlas en corona, la perspectiva de llamar al hombre a quien amaba cambiaría de "el Sultán de Ágrabah" a "marido", y ella sería su esposa y reina.

-Antes de responder, dime qué diría o haría la verdadera Jasmín, si se lo pidiera a ella- le ordenó Jafar, dejando que la corona dorada flotara por encima de su mano.

Jasmín miró alrededor de la habitación. Avistó el vaso de vino en la mesa cercana, lo suficientemente cerca para que ella lo alcanzara, y su respuesta fue:

- Ella agarraría esa copa de vino, te salpicaría la cara con ella y luego diría que nunca sería tuya.

El final feliz de JafarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora