Capítulo 6

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Narra Doug

No hablamos del tema hasta días después, y luego decidimos que hablaríamos de eso hasta luego de la consulta con el psicólogo.

Reconozco que no quería que llegase el jueves, y todavía no me explico la razón.

He estado un par de veces con psicólogos y puedo decirles que este lugar siempre ha sido un "intento de calidez". El psicólogo era excelente, pero la sala reflejaba que era un lugar frio que se esforzaba por dar color a algo, sin éxito por cierto. En mi opinión los decoradores pensaron que era mejor asustar y/o aburrir tanto a niños como adultos.

Las paredes eran blancas, excepto una, que era color beige, en la zona de niños. Tenía juguetes viejos, una mesa pequeña y 4 sillas del mismo tamaño, lápices y hojas, pero no había vida allí.

En este lugar, a mi lado, se encontraba una bella doncella que, debo de reconocer, es muy valiente, porque no cualquier persona abre su alma frente a desconocidos, sino personas que se arriesgan a amar de nuevo aunque están rotos por dentro, y pelean una batalla solos. Siempre encontrarás que están con una gran sonrisa y mucho amor para dar, porque aprendieron a dar sin esperar nada a cambio, y asi es la doncella que tengo a mi lado. Sus ojos, cuando los veo tengo la sensación de que estoy frente a un mar en calma, a pesar de la tormenta que se avecina. Desearía tener su fortaleza en estos momentos, no podría estar así como ella en su situación. Siento que estoy más nervioso que ella, y yo debería transmitirle seguridad, pero ante sus movimientos tranquilos y su mirada calma no puede hacer más que admirarle.

Aparté la mirada unos segundos para decir:

-¿Te has dado cuenta de algo?- la miré a los ojos una vez más.

-¿De qué?- preguntó curiosa.

-Eres fuerte, aunque no lo notes.-tomé su mano y comencé a acariciarla.

Sus mejillas se tornaron rosadas:-No entiendo...

La miré confundido:-¿No entiendes que?

Suspiró:-Te tengo tanta confianza como para mostrarte mi alma, te abrazó y me siento segura, dejo que me ayudes y me trates bonito, y todo esto, siendo un perfecto desconocido- apartó su mirada fijándola en sus pies.

Tomé su mentón suavemente:- Será un poco cliché, pero yo siento que te conozco desde siempre, que siempre estuve aquí, e intento que te sientas segura, amada, protegida, aceptada. Se que no se da todos los días, pero como te dije hace unos días, siento que mi misión es ayudarte a intentar sanar todo esto, y me siento honrado de que me permitas ser parte de tu recuperación.

-¿Estás seguro de que funcionará?

-Tengo plena fe en ello- respondi seguro.

Mientras la miraba, sentí un impulso de abrazarla y besarla, pero crei que no era el momento. Puede que ella no esté lista para algo nuevo sin siquiera conocerme y si aun no empieza su tratamiento no debo presionarla. Sólo me limité a envolver sus suaves manos con las mias y besar su frente para mostrarle mi respeto y afecto por ella. El contacto hizo que mi cuerpo recibiera una descarga eléctrica a lo largo y ancho de él, al igual que el día que entré a su cuarto y besé cada centímetro de su rostro y cada una de sus cicatrices. ¿Cómo alguien tan bello y dulce puede sufrir y seguir viviendo? La respuesta es: el suicidio es fácil, pero solo los valientes toman el riesgo de vivir.

La miré a los ojos nuevamente y ella apartó la mirada cuando sintió que August Roberts, el psicólogo, la llamaba por su nombre y la invitaba a pasar al consultorio. Me miró, asentí para que fuese y empezó a caminar, pero interrumpió su andar y se volteó para verme, y corrió a mis brazos, la levanté, y senti que envolvia sus brazos en mi cuello y escondia su rostro en mi pecho: me estaba abrazando.

-Nunca podré agradecerte todo esto-dijo en un hilo de voz.

-La mejor forma de agradecerme es entrando allí y empezando la batalla- acaricie su mejilla con el pulgar- te espero en otro lugar, asi que si sales y no me ves, envíame un mensaje y yo te diré dónde estoy.

Asintió y besó mi mejilla. Sentí que fue en cámara lenta, al igual que las sensaciones que generó. Miles de mariposas revoloteaban en mi estómago y fue ahí que confirmé que ella era la mujer que busqué por tanto tiempo.

Se alejó caminando, moviendo las caderas levemente, y el vestido azúl que traía seguía el compás de éstas. Sus tacones negros sonaban en el suelo, y dejaron de sonar cuando la puerta se cerró tras ella, llevándose consigo una parte de mi aire.
Decidí que lo mejor era esperarle afuera para darle confianza, que no pensase que escucharía su relato con el psicólogo, que fuese ella misma con él, y supongo que es lo mejor.

Narra Ámbar

Tras cerrarse la puerta comencé a observar el consultorio. Era sobrio, elegante, muebles blancos, sillas negras, un escritorio de cristal con una laptop y una carpeta con mi nombre en letras mayúsculas, que a su lado tenía un bolígrafo tan caro como los muebles del lugar. Algo que llamó mi atención fue la presencia de un diván negro con un sillón de un cuerpo a su lado del mismo color... ¿Porqué? Porque solo los psicoanalistas utilizan divanes. El profesional pareció notarlo y expresó:

-Mi objetivo es que el paciente se sienta cómodo, como cuando está en su habitación recostado en su cama y medita. Por lo tanto, elijo usar todo lo que mi paciente considere adecuado, y el diván es una herramienta muy útil. También dejo que se pongan de pie y caminen, escuchen música o lo que crean conveniente. Muchos artistas tran sus lienzos y pintan, o traen instrumentos... Incluso bailan y cantan. Por lo tanto, haga lo que desee.

Asentí con una gran sonrisa y me recosté sobre el cómodo diván, y August se sentó a mi lado. Le conté todo con lágrimas en los ojos, y August me ofrecía pañuelos y posaba su mano sobre mi hombro dulcemente, como un padre inspirando apoyo a su hija (al menos mis amigas y sus padres tenían estos momentos). Siempre hacía anotaciones de lo que decía sin dejar de escucharme. Luego de contarle toda mi historia, me hizo preguntas acerca de si seguía un tratamiento, tomaba medicamentos y si hacía actividades para distraerme. Contesté con sinceridad y me dijo:

-Muy bien, ahora fijaremos citas cada mes, o cada vez que lo necesites, para hacerte un seguimiento y que tu hables si asi lo deseas. Quiero que busques pasatiempos como deportes o algo asi. Y quiero hablar con Doug también, creo que esto tiene que ser entre ambos.

-De acuerdo, con respecto a las citas, quiero que sean cada semana. Con respecto a una actividad extra, quiero terminar el curso de inglés para recibirme de profesora. Ahora le digo a Doug que venga. Muchas gracias doctor...

-August... Sólo August, y dejemos la formalidad por favor.

-Como quieras, August- sonreí y salí a enviarle un mensaje a Doug.

Minutos después de responder que estaría aquí lo vi entrar y corrió a besar mi mejilla.

-¿Como te fue?- preguntó preocupado.

-Muy bien, siento que todo esto va a ayudarme y te lo debo a ti.

-No me debes nada. Iré a hablar con August y nos vamos, ¿si?

-De acuerdo.

Besó mi mano, entró y me senté en uno de los sillones de espera.

Narra Doug

Entré al consultorio y le di un abrazo a mi viejo amigo, me invitó a sentarme y ya cómodos, empezó:

-Doug, te pedí que vinieras para hablar, porque tu también necesitas terapia...

Y lo miré más confundido que nunca.

Amor En Tiempos Difíciles -Editando-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora