De ángel a demonio

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Años atrás...

Un nervioso gemelo menor se pasaba las manos por el cabello rizado, estaba nervioso y se podía ver a leguas, pero ¿cómo no estarlo cuando su compañera estaba gritando de dolor? Estaba dando a luz a su primer hijo, cinco meses en gestación le hacían muy poco, pero Lex aseguraba que el bebé estaba más que listo para nacer, pues estaba fuerte y sano, él esperaba que eso fuera cierto.

Escucho una risa, vio sobre el hombro y su hermano se encontraba jugando con las pequeña Nuria y Lluvia, quienes en su momento jugaban con Lucy; la escena le hizo sonreír, estaba agradecido de tener a Nathaniel a su lado en esos momentos. Un grito de parte de Alegría le puso la piel de gallina.

Harto de esperar, camino hacia la puerta, pero una mano sobre su hombro le hizo detenerse. Vio con molestia sobre el hombro, pero la molestia desapareció al ver unos ojos idénticos a los de él; Nathaniel le sonrió de lado, le tomo de la nuca y unió su frente con la de él, ese gesto le hizo sentirse de cinco años.

— Respira, te vas a poner morado si sigues así, Gabbo.

— No me digas así. – murmuro molesto y divertido. – Ser el mayor no te da el derecho.

— Claro que me lo da, y hasta con honores.

— No es – un grito de parte de Alegría le corto la voz. – ¡Déjame ir con ella!

— ¡Debes esperar un poco más!

— ¡Debo estar con ella!

— ¡¿De qué le servirás todo alterado?!

— ¡Deja de gritarme!

Una risa baja resonó tras de ellas, al voltear vieron a la voraz felina llamada Armonía, ella les vio sonriente antes de señalar la habitación. Él no necesito más; entro a la recamara, quedándose embobado al ver a su compañera con un pequeño crio en brazos, era tan diminuto que por un momento quiso asesinar a Lex, pero al escuchar un suave ronroneo del nene, se le paso el enojo.

Alegría se veía radiante, las mejillas sonrojadas y los labios al rojo vivo, la piel surcada en sudor... era toda una guerrera y daría la vida por ella. Se acercó a su esposa e hijo, tomando lugar a lado de ella y viendo con adoración a su hijo; el pequeño poseía su color de piel, un poco oscura, pero eso de seguro era por genética de él, su madre había sido una mejor de tez oscura y su padre... Negó con la cabeza. No iba a pensar en aquel sujeto en ese momento.

— Es tan pequeño – susurro Alegría, apoyando la cabeza en el hombro de él. –, es perfecto.

— Eres perfecta ¿qué debíamos esperar de nuestros hijos? – le beso la sien, pidiendo a su hijo y ella con mucha delicadeza lo coloco en sus brazos. – Hola, pequeño; no querías salir de mamá, ¿cierto? – los grandes ojos oscuros de su hijo le veían directamente, podía sentir como el alma se le desnudaba ante algo de Alegría y él, una combinación tan perfecta y hermosa, convertida en un ser pequeño y frágil. – Papá te cuidará de todos, ante todo, nadie te hará daño. – prometió, depositando un beso en la frente de su hijo.

— ¿Gabriel?

— ¿Sí? – volteo a verla, con la mejilla pegada a la frente de su hijo. – ¿Qué ocurre?

— ¿Qué nombre le pondremos? – Alegría acarició la pequeña manita. - Recuerda que dijimos que lo decidiríamos cuando estuviera en nuestros brazos.

— Lo sé, lo sé.

— Bien, entonces; te escucho.

Sonrió, volvió la mirada a su hijo y le acuno contra el pecho, donde el pequeño retoño ronroneo y cerró los ojos, adorando el calor que le brindaban. No podía dejar de pensar en su pasado, en el padre que le había tocado y la vida que tuvo que llevar, pero en ese momento, con su nene en brazos parecía que todo había valido la pena, que aunque Dios le quito mucho, ahora le estaba otorgando más de lo que nunca se puso a imaginar.

Demmon  (Nuevas Especies 6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora