9. LA LIBRETA

179 18 4
                                    

Han Sang Hiuk

Alzo el brazo por debajo de mis ojos para apreciar los números de mi reloj. Las manecillas fluorescentes se mueven lentamente como dos pequeñas luciérnagas volando en círculos. A pesar del mareo, logro contar los minutos que han pasado desde nuestra llegada.

   —Es un nuevo récord.

HongBin acaba de sentarse a la mesa con un par de servilletas en el puño, repletas de números y labial. Unas cuantas gotas caen por su sien en señal de adrenalina.

   —En veinte minutos has conseguido el número de ¿cuántas chicas? —pregunto.

Deja caer las servilletas una por una para contarlas.

   —Cuatro. —contesta con arrogancia.

   —El mismo número de copas que he bebido. —comento. Llevo la bebida a mis labios e ingiero. Tiene un sabor dulce que arde en mi garganta.

   —¿A eso se debe el color de tus labios?

Apoya los codos en la mesa y se inclina. Sujeta mi labio inferior entre sus dedos, introduciendo con lentitud su índice en mi boca. Le miro con los ojos bien abiertos e intencionadamente le acaricio la uña con la lengua.

Sus manos se mueven hasta mis mejillas para sujetarse. Ladea la cabeza hacia la izquierda y atrapa mis labios con los suyos. Un hedor a narcisos se ha impregnado en sus ropas, lo cual atrae mi atención a su cuello moteado de labial y colorete.

Apoyo las manos en su pecho y me aparto de golpe. Cubro mis labios con la mano al tiempo en que limpio los rezagos de su saliva.

   —Seguro alguien nos ha visto. —le digo alarmado.

Volteo la cabeza a todos lados en busca de ojos curiosos. Estamos sentados en una despoblada esquina del bar "Kiosco", sentados en amplios sillones de piel falsa roja. Las luces que bailan desde el techo a penas iluminan una cuarta parte del rostro de HongBin.

   —Descuida. La gente de este lugar posee una mente abierta y sucia. Nadie lo vera mal.

Juega con una copa, el liquido saltando hasta su camisa, fingiendo concentración en el llameante color de la bebida. Con sus palabras, no puedo evitar comparar a las personas presentes con animales salvajes y liberales.

   —Y bien ¿has pescado algo más que una borrachera? —olfatea la copa con los ojos cerrados.

Una joven de vestido rojo me observa desde una mesa contigua, tamborileando los dedos en su rodilla huesuda. Sonríe al percatarse de mi mirada.

   —No, en lo absoluto. —contesto con rotundidad.

   —En ese caso, iré por otras copas.

Sus hombros se cuadran mientras camina a la barra. La camisa de seda que antes llevaba dentro de los pantalones le cuelga sobre el trasero igual que una bata. Alguien debió sacarla mientras le acariciaba la espalda.

HongBin apoya los codos en la barra mientras pide un par de bebidas. Cuando se las entregan, da la vuelta para volver a la mesa. Sus pasos son pequeños y lentos, como si quisiera retrasar su llegada. Sonrió, temeroso de que nunca llegue.

Entonces, una mujer de escote pronunciado aparece a su lado. Sus labios bañados en pintura roja se mueven muy cerca de la oreja de Bin, provocando una gran sonrisa por parte de mi compañero. Con un movimiento de muñeca, HongBin coloca una de las dos copas a centímetros del rostro de la chica.

Ambos se acercan donde estoy cogidos del brazo, con las caderas muy juntas. HongBin parece haber olvidado que aquella bebida, un tanto asquerosa, era para mi.

EFÍMERO [VIXX]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora