La realidad.

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Capítulo 4

La realidad.

Cuando la realidad y la ficción se confunden, creo que soy esquizofrénica. Cleo Romano

«Una semana y aún no sabía nada de Edward, creo que el hombre se había arrepentido, quizás mi sueño aunado a mi realidad eran demasiado buenos para que se materializaran, por lo menos tendría unos excelentes recuerdos de ambos». Pensaba, mientras estaba frente al espejo y peinaba mi cabello en una cola alta, un poco apresurada porque ya era hora de marcharme a la oficina.

El día había pasado sin mayores inconvenientes, demasiado tranquilo a mi parecer,  los almacenes estaban prácticamente vacíos, llegaba el invierno, por lo general los consumidores se abastecían de muchos enlatados, no se sabía cuándo podía venir una nevada que te dejara atrapado en casa y sin alimentos. Necesitaba que llegaran los nuevos productos, sin embargo para eso debería esperar hasta la próxima semana.

Me despedí de las chicas hasta el lunes. Viernes por la tarde, terminaba mi semana de labores y sin ningún plan mas que acurrucarme en el sofá y quizás terminar de leer ese libro que tenia a medias, y este fin de semana tendría una sesión de limpieza a fondo de mi departamento, ya le hacía falta unos cariñitos, tal vez mover los muebles de lugar para que circulara la energía, como siempre decía Alice. Esa amiga mía tenía una extraña manera de llevar la vida según el Feng shui, algo extraño pero que según a ella le funcionaba.

Estaba feliz por Alice, esta noche tendría una cita con Jasper, parece que iban a dejar de tontear y comenzar a conocerse. Qué decir de Rose, que no había dejado de mandarse mensajes con Emmett desde el viernes pasado. Ellas iban por lo seguro, y esto me hacía pensar que definitivamente yo había empezado al revés con Edward, primero había sido sexo y ahora nada. Me dijo que llamaría, la verdad es que yo tampoco lo había hecho, no quería parecer desesperada, pero es que hasta lo extrañaba.

Estaba metiendo la llave en la cerradura de mi departamento cuando escuché mi móvil sonar.

Era él.

—¿Hola? —dije titubeante, estaba emocionada, pero no quería que Edward lo notara.

—Hola, hermosa ¿Cómo estás?

—Muy bien, gracias ¿y tú, qué cuentas? —pregunté mientras dejaba mi bolso en la mesa de centro y me recostaba en el sofá.

—Bastante atareado esta semana, pero quería saber si podíamos desayunar mañana y tomarnos ese café ¿Qué me dices?

—La verdad es que me encantaría, Edward, pero mañana tengo día de limpieza. —Que excusa más estúpida, aunque me moría por verlo, quería hacerme la dura un rato. Joder, ni me había enviado un simple mensaje en toda a semana.

—¿Y si lo tomamos esta noche? Digo, si puedes, o una copa quizás, no puedo beber mucho.

—¿No puedes beber?

Sueño de una SumisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora