Si es contigo quiero cometer el mismo error!

122 5 0
                                    


-Han pasado casi cinco años desde la última vez que hablamos en aquella fiesta. Ese día, fui el hombre más patán del mundo, o al menos eso es lo que pienso de ti. No sabes cuánto te he extrañado. Te has alejado tanto de tu círculo social, y me siento culpable por ello. Pero ahora, al verte tan cerca, tu presencia me llena de alegría y me trae recuerdos tan hermosos que sé que, en algún futuro, los recordaré con una mezcla de ternura y melancolía.

Él me mira con esos ojos irresistibles, pero yo me hago fuerte, y le devuelvo una mirada fría, lo más fría que puedo. Él se aclara la garganta y sigue hablando:

—Bueno, el mes pasado, cuando me dirigía a un restaurante oriental que me recomendaron, vi una figura muy atractiva al otro lado de la calle, perdiéndose entre los arbustos. Me pareció tan familiar que no pude evitar acercarme. Y al notar esa mirada, supe que eras tú. Debo admitir que aún conservas una figura preciosa, a pesar del tiempo. En ese momento, supe que tenía que seguirte para saber dónde te escondías. No me mires así, el número que me diste estaba mal. Debería haberlo anotado mejor la última vez que salimos, lo siento si fue desconsiderado de mi parte. Pero no tenía otra forma de saber dónde estabas. Al menos, funcionó.

Se detiene un momento, me mira fijamente, y puedo ver cómo su mirada se suaviza. Su cuerpo se relaja cuando toma aire y continúa:

—Ahora, al verte, confieso que me gustas más que nunca. Tu carita de muñeca, adornada con esos labios de ensueño. Tu cabello de seda, color azabache, que contrasta con tu piel nívea de porcelana. Y tu figura, tan tentadora, que sigue igual de bien conservada, como si el tiempo no hubiera querido alterarla. Desde el día que te vi, he practicado todo lo que tenía que decirte. Y vale, me ha costado admitirlo... ¿Recuerdas aquella frase? No quiero ilusionarte, pero tampoco des...

Lo interrumpí al instante, tapándole la boca con mis dedos. ¡¿Cómo podría olvidarla?! Esa frase había sido mi alimento durante todos estos años. Yo, con cara de tonta, recordándola una y otra vez, incapaz de entender lo que realmente quería decir. Bajé la mirada, y cuando la levanté, vi sus ojos, brillantes y sinceros, observándome. Nunca lo había visto así. Creía conocerlo, pero su mirada era tan pura que, en ese momento, no pude articular ni una palabra. Me intimidé. Nunca imaginé que el chico que conocí había cambiado tanto, que ahora era dulce y coqueto. Más que una alternativa, ahora se había convertido en una necesidad. Necesitaba escuchar todo lo que tenía que decirme.

Mientras pensaba cómo comenzar, lo vi acomodar las cortinas de la ventana. Una luz intensa invadió el espacio que nos separaba. Me acerqué, rodeando sus hombros con mis brazos, y con un suspiro profundo, reuní el coraje para decirle todo lo que antes no había dicho:

—Me hubiera encantado enredarme entre tus piernas y pensar en todas esas noches en las que moriríamos de frío por estar separados... y también en aquellas en las que moriríamos de calor, con nuestros corazones helados el uno frente al otro. Hubiera sido increíble sonreír con tus complicaciones, con tus desastres. Anhelaba deshacerte la cama sin remordimientos y vivir más, sintiéndote dentro de mí. Acariciarte detrás de la oreja, besarte la nariz. Porque sí, me hubiera encantado verte en todos esos planes que imaginábamos juntos. Pero hay algo que nunca te dije, y es lo más importante que te diré hoy: me hubiera encantado ser libre para volar. Volar para ser tuya. Y tú, para ser mío.

Tomé un profundo respiro, sintiendo mi corazón latir rápidamente. Levanté la mirada para ver su reacción, y supe que lo que acababa de decir era algo íntimo cuando vi que unas lágrimas escapaban de sus ojos. En un parpadeo, ya estaba frente a mí, tomando mis mejillas con sus manos tibias, y con un beso suave en mi frente, entendí lo que se siente cuando las piernas se vuelven gelatina.

MUÑECA DE PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora