El latir apresurado de nuestros corazones

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  - Discúlpeme por importunar, me llamo Carmen y soy una enfermera del hospital de Santiamén, estoy a cargo de los cuidados intensivos de la paciente Lu...Guadalupe (se corrigió antes de terminar de referirse con tanta familiaridad), su madre. Ella me otorgó este número telefónico para casos de emergencia, en estos momentos se encuentra en un coma inducido, la prognosis no es favorable y los doctores no le dan más de un par de días. Antes de esto, nos dijo que estaba muy ansiosa de poder hablarte, considerando las circunstancias nos ha parecido adecuado informarte de todo esto. Personalmente yo pasé por un trance similar hace un par de años y entiendo que es muy difícil e irreal todo esto por el momento, pero te recomiendo no demorar en tu decisión, por los gastos médicos no te preocupes pues todo ha sido cancelado desde una cuenta privada, nos pareció raro pero asumimos que es un pariente lejano de su madre. Lo importante es el bienestar de ambas, la esperamos mañana al mediodía...
Fueron sus últimas palabras o mejor dicho fue lo último que le escuché decir, mi cerebro se desconectó y los sonidos que escuchaba a mi alrededor carecían de un sentido que pudiera descifrar, colgué mientras mi cuerpo se volvía completamente frío. Mis manos estaban tan heladas que no sentía las puntas de los dedos, estuve a punto de desmayarme, pero eso es algo que nunca me pasaría porque puedo controlar mis emociones – o eso me repetía de forma insistente para mis adentros – pero a pesar de que la voz era de la enfermera, mi mente recordaba la conversación con la de mi madre. Mi mente me decía a gritos que fuera a verla, y mi corazón me decía lo contrario, un pedazo de él guardaba odio, no por todo el amor que ella no me brindó, sino porque ni siquiera se dignaba a valorar el esfuerzo que yo hacía por ganármelo.
- Sofi, ¿Te encuentras bien? – preguntó estúpidamente Louis.
- Claro, me siento de maravillas, incluso me siento tan bien que no quiero compartir mi radiante ánimo, así que por favor, agradezco la visita pero no desea que se extienda más, déjame sola – espeté histriónicamente ante el desconcertado rostro de mi único espectador.
-Vale, no quiero importunar, espero puedas sentirte mejor luego, estamos en contacto.
Cerré fuerte la puerta ni bien terminó de poner los pies afuera y me fui al baño.
- ¡Es mi madre! – Grité quedamente con lágrimas cayendo de mis ojos.
Contemplé mi rostro en el espejo, abrí el caño y empecé a lavar mi rostro mientras sentía que los pensamientos se arremolinaban en mi cerebro empujándose entre ellos y luchando para ser el foco de atención ¿Quién en su sano juicio no quisiera al alguien que salió de su vientre? Moví la cabeza para sacar esa idea que me parecía algo muy injusto. Definitivamente nadie ¿Qué clase de hija tendría odio por su madre? ¿Quién? Me reproché intensamente por esta mala actitud, pero en mi corazón aun guardaba rencor hacia ella.
Tomé la toalla para secar mi rostro y abrí la puerta del baño mientras sentía que el nudo de mi garganta iba cediendo, tomando un fuerte respiro me dirigí a la sala abrí la ventana para ver la noche, mi mente empezó a bombardearse nuevamente con ideas, siempre he vivido haciéndome preguntas sin sentido, sin poder descifrar la raíz de esas interrogantes y no podía creer en ese instante que la culpable de esa barrera se encontraba postrada en cama por alguna rara enfermedad tropical que degradaba su sistema nervioso hasta colapsarlo, deseaba gritar y lanzarme salvajemente contra ese muro mental que dividía nuestros seres y reducirlo a escombros.
Quedé tendida sobre mi cama y mis latidos empezaban a desbocarse, siempre traté de entenderla y por alguna extraña razón sentía que este no era mi destino y lo único que quería era escaparme de mi pequeña isla, donde anduve muchos años sin ton ni son, traté de ser la mejor versión de mi para ella, pensando que esto la podría cambiar, pero nunca lograba mi meta y fallaba repetidamente. Cuando finalmente pude sentir que había salido de esa intangible isla pasaba esto y me sentía atrapada en otra que contenía a la primera, era simplemente como si la primera isla estaba en medio de un lado en medio de otra isla. Me había tomado casi 5 años salir y apenas un segundo para volver a tener esa sensación de aprisionamiento mental. Tenía razón Louis al decirme que me había alejado mucho de la ciudad, pero era la única alternativa para sentirme bien y poder encontrarme conmigo misma. De nada sirvió encontrar la excelencia académica y la mejor versión de mí para tentar lograr el amor de mi madre y el de Louis.
¿Acaso toda la pasión que puse en esa meta simplemente incendió mis ilusiones dejándolas en cenizas? ¿Cómo era posible que no pudiera conseguir el amor de solamente dos personas? A pesar de que atrás mío se encontraban varios pretendientes dispuestos a intentar lo que sea por darme la tan esquiva felicidad, mi tonta cabeza solo quería a dos.  

MUÑECA DE PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora