Sexto capítulo.

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La cuestión es que hay días buenos y días malos. Me siento culpable por decir que no son todos malos. A veces, alguna cosa me pilla desprevenida —un programa de la tele, una frase ingeniosa de mi padre, un comentario en clase— y río como si no hubiera pasado nada. Hay mañanas que me levanto y canto mientras me preparo para ir a clase. O pongo música y bailo. La mayoría de los días voy al instituto caminando. Los otros tomo la bicicleta, y a veces mi mente me engaña y me induce a pensar que soy una chica normal que va a dar un paseo.

Alguien me da unos golpecitos en la espalda y me pasa la nota. La señora Mahone nos obliga a entregar el teléfono móvil al entrar a clase y por eso nos comunicamos como antiguamente,  con notas escritas en trozos de papel.
«¿Es verdad que has salvado a Thompson del suicidio? x Ryan.»
Solo hay un Ryan en el aula, y tal vez habría quien dijera que solo hay un Ryan en todo el instituto, incluso en todo el mundo: Ryan Cross.

Levanto la vista y veo que me mira. Es muy guapo. Ancho de hombros, cabello rubio dorado, ojos verdes y las pecas suficientes como para que parezca un chico accesible. Fue mi novio hasta diciembre, pero ahora nos hemos dado un descanso.

Dejo la nota reposando sobre el pupitre como unos cinco minutos antes de responder. Al final escribo: «Estaba allí por casualidad. x J».
Menos de un minuto después recibo otra nota, aunque esta vez no la abro. Pienso que a muchas chicas les encantaría recibir una nota como esta de Ryan Cross. Y la Jessie Johnson de la primavera pasada sería una de ellas.
Cuando suena la campana, me retraso un poco en el aula. Ryan deambula por allí a la espera de ver qué hago, pero cuando ve que sigo sentada, recoge su teléfono y se marcha.

—¿Jessie?—dice la señora Mahone.

Antes, diez páginas no me suponían ningún problema. Cuando un profesor pedía diez páginas,  yo escribía veinte. Si quería veinte, le entregaba treinta. Escribir era lo que mejor se me daba, mejor que ser hija, novia o hermana. La escritura y yo éramos lo mismo. Pero ahora, escribir es una de las cosas que soy incapaz de hacer.

Apenas tengo que decir nada. Ni siquiera «No estoy preparada ». Es una regla del juego de la vida que ni tan solo está escrita, y que costaría bajo el título «Cómo reaccionar cuando un estudiante pierde  un ser querido y está, nueve meses después, pasándolo aún realmente mal».
La señora Mahone suspira y me entrega el teléfono.

— Escríbeme una página o un párrafo, Jessie. Haz lo que puedas.

Mis circunstancias atenuantes me salvan el pellejo. Ryan está esperándome fuera. Veo que está intentando solucionar y convertirme en la novia divertida de antes.

— Hoy estás muy guapa—dice.
Tiene el detalle de no mirarme el cabello.

—Gracias.

Por encima del hombro de Ryan veo que se acerca Louis Thompson. Me saluda moviendo la cabeza, como si supiera alguna cosa que yo no sé, y sigue caminando.

Narra Thompson.

A la hora de comer, el instituto entero sabe que Jessie Johnson ha salvado a Louis Thompson de saltar desde lo alto del campanario. En el pasillo,  de camino a clase de geografía de Estados Unidos, me quedo detrás de un grupo de chicas que no paran de hablar del tema, sin tener ni idea de qué yo soy el único e irrepetible Louis Thompson.

Hablan entre ellas con ese tono elevado de voz que hace que las frases parezca que terminen en una pregunta, de modo que suenan como:«¿Me han dicho que tenía una pistola? ¿He oído decir  que ella ha tenido que arrancársela de las manos?  ¿Mi prima Stacey, que va en New Castle, dice que ella y una amiga estuvieron en Chicago y que él tocaba en ese club y que quiso ligar con las dos? ¿Mi hermano estaba presente cuando él empezó a tirar petardos, y llegó la policía?».

Me consideran trágico y peligroso. Sí, pienso.  Tienen razón. Estoy aquí y ahora y despierto,  y todo el mundo puede soportarlo porque soy como la segunda venida, pero en Friki. Me inclino hacia ellas y les digo:

—Pues yo he oído decir que lo hizo por una chica.— Y paso por delante de ellas pavoneándome hasta llegar al aula.

Dentro, tomo asiento y me siento infame, invencible, intranquilo y extrañamente eufórico, como si acabará de escapar de la muerte. Miro a mí alrededor pero nadie me presta atención, ni a mí, ni al señor Black, el profesor, que es el hombre más algo que he visto en mi vida. Tiene esa cara colorada que le otorga siempre el aspecto de estar al borde de un golpe de calor o de un infarto, y cuando habla, resuella.

Todo el tiempo que llevo en la Indiana, que es toda mi vida —los años de purgatorio, los llamo—, resuelta que los he vivido a tan solo dieciocho kilómetros del punto más elevado del estado. Nadie me lo había dicho,  ni mis padres, ni mis hermanas ni mis profesores, hasta ahora, justo en este momento, en la sección «Recorre Indiana» de geografía de Estados Unidos,  la que implementó el consejo escolar este año con la intención de «Ilustrar a los estudiantes sobre la rica historia que ofrece su estado natal e inspirar orgullo hoosier».
No es broma.
El señor Black toma asiento y tose para aclararse la garganta antes de hablar.

—¿Qué manera mejor y más... Adecuada de iniciar el semestre que empezando... Por el punto más elevado?

—Debido al resuello, es difícil saber si el señor Black está de verdad impresionado por la información que se dispone a transmitirnos—. Hoosier Hill tiene una altura.. De 383 metros sobre el nivel del mar... Y se encuentra en el jardín trasero... De una vivienda... En 2005, un scout..  Con rango Eagle de Kentucky... Obtuvo permiso para... Construir un sendero y una zona acampada... Y plantar un cartel...

Levanto la mano, un gesto que el señor Black ignora.
Mientras sigue hablando, mantengo la mano levantada y pienso:«¿Y sí fuera a ver ese lugar? ¿Se verían las cosas distintas a 383 metros de altura? No parece gran cosa, pero se sienten orgullosos de eso ¿Y quién soy yo para decir que 383 metros no son para sentirse impresionado?».

Por fin mueve la cabeza en dirección a mí, los labios tan tensos que parece que se los haya tragado.

—¿Sí, señor Thompson?

Suspira como un hombre de cien años y me lanza una mirada aprendida y desconfiada.

—Sugiero una excursión. Un lugar como ese resulta difícil de asimilar a menos que lo veamos. Un poco como el Gran Cañon.  Hay que estar realmente allí para apreciar su esplendor. Sugiero que vayamos y abarquemos las maravillosas vista de Indiana mientras aún podamos, puesto que al menor tres de los de aquí terminarán de graduarse y abandonarán nuestro magnífico estado cuando termine el curso ¿Y qué podemos exhibir del mismo excepto la mediocre formación de escuela pública obtenida a partir de uno de los peores sistemas educativos de la nación?

Solo estoy siendo sarcástico en un veinte por ciento de mi capacidad, pero el señor Black dice:«Gracias, señor Thompson» de un modo que significa justo lo contrario de Gracias. Me pongo a dibujar colinas en mi cuaderno a modo de tributo al punto más elevado de nuestro estado, pero parecen más bien bultos informes o serpientes aerotransportadas, no lo sé muy bien.

—Louis Thompson tiene razón en eso de que algunos...  De ustedes se marcharán... De aquí al final de... Este año escolar para irse... A otra parte... De hacerlo deberían... Verlo... Deberían... Recorrerlo...

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Me demoré en subirlo, pero ya está..
Espero les guste este libro💖😚👋.
Bss💖.

Jessie and LouisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora