Arek 1

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Tártalo

Noche 37

Está amaneciendo. Los rayos naranjas del sol arrastran brillos del mar que penetran entre las coníferas del intrincado bosque. Las raíces y los troncos pueblan el suelo haciendo el paso casi imposible. La humedad y los cantos de los pájaros acogen la mañana con dulzura. El ambiente está cargado de niebla del rocío y aromas hipnotizadores. Todo me rodea con frescura y simpleza. A mi lado camina Sesya, encorvada como de costumbre y con sus manos sobre sus empuñaduras, dispuesta a atacar a cualquier alimaña.

Hace unas horas, una boa de Rodrik picó a uno de los hermanos Ren que está en riesgo de muerte. Sólo hay una persona en todo el mundo capaz de curar esa herida incluso en el último de sus efectos. Estoy convencido de que en cuanto la vea, me dirá que si salva al chico del veneno lo condenará ante Rodrik. Ahora que saben quién es, nada lo puede salvar. Sesya me lo ha dicho varias veces por el camino y me lo sigue repitiendo, pero yo no le hago caso. No me importa en absoluto el riesgo que pueda correr, porque sé que lo podré proteger. Me preocupa perder a un Ren en este momento.

Tras los árboles, oculta entre grandes raíces y troncos viejos, se alza pequeña una casa de madera y tejado mohoso. Se camufla a la perfección a excepción de sus ventanas azules de cristal y su chimenea de piedra.

–No me gusta venir a verla –susurra Sesya con la mirada bajo la sombra del sombrero, arrugando los labios con rencor y desconfianza.

–Es un mal por el que hay que pasar –musito, suspirando, mientras abro la puerta.

Al entrar, un cargado olor a incienso fuerte nos azota la nariz, y rápidamente trago saliva. Cacerolas, cuencos y cucharones cuelgan del techo. Tres velas iluminan la habitación, posadas sobre una mesita vieja y doblada. Hay un sofá cubierto por una manta desgastada y rancia que toca el suelo de madera negra. La mesa redonda cuyo mantel de tela llega a las tablas también, desprende un calor provocado por las ascuas de una estufa. Hay un gran calderón de pie, al lado de una chimenea sin fuego, que burbujea un líquido verde sobre otra estufa con ascuas. Una estantería se alza a nuestra izquierda, acumulando más polvo que libros. Sobre el sofá, tejiendo lo que parece una bufanda de pelo, hay una mujer huesuda de mandíbula cuadrada. Sus ojos grandes y marrones están excesivamente pintados, con la pintura negra roída e incrustada en la piel. Sobre su nariz tiene depositadas unas pequeñas gafas doradas, y sus vestimentas viejas y harapientas cubren todo su cuerpo como un vestido desaliñado, excepto sus brazos huesudos. Tumbado a su lado, rozando su morena piel, hay un gato blanco y negro que ronronea mientras duerme.

–Arek... –susurra, esbozando una enfermiza sonrisa–. Cuánto tiempo... Sesya.

Deja la tela al lado del gato para levantarse, pero entonces se da cuenta de que el felino está chupando su vestido y disfrutando del placer. Ella se sacude las faldas mientras bufa:

–¡Fuera, gato!

El animal suelta un bufido de susto y se mete debajo de la mesa. Supongo que habrá evitado las ascuas y se habrá arremolinado en un hueco de la estufa.

–¿Qué os trae por mi humilde morada? –nos pregunta, hablando pausadamente y desafinando, como si no fuera de este planeta. Su sonrisa enfermiza no ha desaparecido.

–Necesitamos que cures a otro más del veneno de una boa de Rodrik –le respondo, sin rodeos.

Ella suelta una risa mientras abre al máximo sus ojos y frunce el ceño, en una expresión indefinible. Se acerca a mí relajando su visión y me abraza, haciéndose la remolona. Sesya desenvaina sus espadas con rapidez, pero yo extiendo mi mano para que se calme.

–Ania, por favor, ayúdanos.

–Arek... –Suelta una risita–. Arek, Arek.

El gato sale de debajo de la mesa y salta hacia el sofá, estirando sus largas patas para tumbarse a placer. Ania camina hacia él y se sienta, haciendo que se levante polvo de la manta oscura.

El Imperio Kou: Tártalo (Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora