Quinta visita.

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La campanilla del local sonó por tercera vez en el día, dejando entrar a otro cliente. Hoy, era poca la gente que cruzaba por esas calles, ya que el frío se intensificaba por cada minuto que pasaba. Era recomendable no salir de sus hogares por lo espantoso y peligroso que estaba el clima, toda la semana seguiría con este tipo de viento helado y eran muy malas noticias para su establecimiento.

La verdad no estaba de humor. Primero, había hecho enojar al castaño del que ni siquiera se molestó en preguntar su nombre, tal vez nunca vuelva a poner un pie por este lugar y las probabilidades de volverle a ver eran pocas. Segundo, esta semana su salario sería realmente bajo por la escases de gente, pero era algo de esperarse. Y tercero, pero menos importante, se estaba volviendo un distraído por estar pensando tanto en su cliente "favorito". Ya derramó tres veces el café por el suelo, recibiendo comentarios negativos por parte de su ayudante Linda Susan.

No dejaba de suspirar cada dos por tres, se veía pésimo y las ojeras debajo de sus ojos lo demostraban. No pudo dormir. ¿Por qué? Es fácil responder esa pregunta, pensar en el castaño que conoció hace pocos días le estaba consumiendo entero.

—¿Ya vas a trabajar? Llevas toda la mañana mirando el suelo.

—Eso no es cierto.— Se quejó cabizbajo y un pequeño puchero amenazaba por salir. Sintió una mano en su hombro obligándole a subir la mirada.

—No se que es lo que te trae tan bajo de ánimos, pero sea lo que sea que no te derribe tan fácil muchacho. Lo superarás.— Sentenció la mujer de tercera edad, dedicándole una pequeña sonrisa la cual fue correspondida por el rubio. Luego, le palmeo un par de veces el hombro para darle apoyo. —Ahora, a trabajar se ha dicho. Hay un chico esperando a que le atiendas.

—¿Ah?— Frunció el ceño antes de dirigir su mirada a la entrada del local y sus ojos se abrieron a tope.

Ahí estaba él.

Traía unas botas de invierno, nada más que un pantalón y lo que más le sorprendió es que llevaba una simple sudadera. ¡Una sudadera! Ahora si que ese chico enloqueció, hasta podía ver como este temblaba ligeramente aún estampado contra la puerta del local.

Salió de la barra de pedidos para acercársele con una mirada reclamante, buscando respuestas. Al estar cerca de él, llevó ambas de sus manos a sus caderas y mirándole con superioridad como si se tratara de una madre regañando a un hijo.

—¡¿Cómo se te ocurre salir así con estos climas?!

—U-Un t-trato es un tra-to.— Respondió con la voz temblorosa y entrecortada, su nariz estaba muchísimo más roja de lo habitual al igual que ambas de sus mejillas. No se dignaba a mirarle directamente a los ojos y eso le molestaba internamente.

—¡Pero ni siquiera estas vestido apropiadamente!— Puntualizó con ambas de sus manos su atuendo con una mueca de preocupación. —¿Por qué vienes así? ¿Y tu abrigo?— De tan solo recordarlo su corazón se achicaba, el accidente con el abrigo fue una de las razones por las que se enojó con él. —No me digas que no lo trajiste por la mancha, porque es una excusa estúpida.

Dipper negó un par de veces con la cabeza, apretando ligeramente sus puños a sus costados un tanto molesto. —El p-punto es que vine, ¿no e-es así? Ahora, ¿qué hiciste hoy?

—No me cambies el tema. ¿Por qué no simplemente te quedaste en tu hogar por este día? Estamos a grados bajo cero y con ese atuendo pudiste haberte congelado allá fuera.

—P-pero no lo hice.— Sus labios temblaban furiosamente al momento de hablar, siempre ha detestado hablar de esa manera. —Ahora, por favor, p-puedes...— No terminó de hablar puesto que su nariz emprendió un ligero cosquilleo, provocándole un fuerte estornudo.

—Oh no.— Murmuró entre un suspiro cansado Bill, quien talló la parte baja de sus ojos un tanto desesperado. Luego de dedicarle otra mirada, se dio media vuelta adentrándose de nuevo a la barra de pedidos y meterse entre las dos grandes puertas de mármol que ofrecía la cafetería.

Dipper bajó la mirada avergonzándose de su estado, ahora que lo pensaba si que fue una tontería irse caminando con un atuendo que apenas le cubría del frío hasta la cafetería, que estaba como a ocho calles de su hogar.

Decidió observar su alrededor mientras esperaba de lo que fuera que estuviera haciendo Bill. Notó que la clientela era poca, como máximo tres personas, que a diferencia de él, estaban bien abrigadas y su rostro estaba muy cerca del vapor que salía de sus tazas de café. Aunque fuera casi imposible, podía sentir como el calor que estos emanaban le llegaban de golpe a su cuerpo, pero no era así ya que seguía titiritando en todos sus sentidos.

El rechinido de las puertas abrirse lo alarmó, apenas volteó, cruzó mirada con el rubio, quien venía caminando a paso rápido a su dirección. Algo andaba mal, no llevaba ni aun batido o postre entre sus manos, sólo un gran abrigo negro afelpado.

—Ten, ponte esto.

—¿Qué? No, no. Estoy bien así, lo juro.— Negó múltiples veces antes de volver a estornudar como había sido la última vez.

Bill rodó los ojos ante su respuesta, en estos pocos días conociéndole podía identificarlo como alguien terco. Se colocó atrás de él, estriando el abrigo entre sus manos para echárselo en la espalda, arropándolo bien. —No te lo quites.— Se apresuró a decir ante la sacudida que hizo el castaño.

Dipper estaba a punto de reclamarle, de no ser por lo tibia que se encontraba la tela del abrigo contra su piel, honestamente creía que ese abrigo fue diseñado especialmente para él. Se encogió entre el atuendo y un ligero tarareo aprobatorio salió de entre sus labios, cosa que ocasionó una sonrisa divertida por parte del rubio.

A Bill se le ocurrió una gran idea a último momento, se fue corriendo a la barra de pedidos y se metió nuevamente entre las dos puertas de mármol. Luego de un par de segundos, salió con toda la tranquilidad del mundo y miró expectante a Dipper.

—¿Desea pedir algo?— Le habló un tanto formal, al tiempo que sacaba una libretita junto a un bolígrafo. Le miró de arriba a abajo y soltó un silbido. —Lindo abrigo. Tiene muy buenos gustos, joven...

—Pines.— Se acercó a la barra hasta quedar frente a frente con el otro, le pareció ideal el momento para presentarse. —Dipper Pines.




Mindscape Café.〖BillDip〗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora