Uno

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Cuando lo conocí estaba callado.

Una manta de cabellos oscuros caía sobre su rostro mientras con los ojos cerrados solamente respiraba profundo. Como si no viviera, como si no mirara.

Me sentí perdida y pensé en marcharme, después de todo había sido una tremenda coincidencia hallarme con aquel chico en mi lugar favorito para dibujar. Me sentía invadida y algo sorprendida, pero no podía pedirle que se marchara.

Mi voz no tenía melodía para nadie.

Fue casi maravilloso. Yo solo observaba las nubes para luego esbozarlas en un papel, y cuando giré mi rostro hacia un costado ya había un chico con los ojos cerrados, quieto, demasiado cerca de lo que nunca nadie ha estado.

Ese día fui yo quien se marchó, algo confundida porque él no había abierto los ojos en ningún momento. Fueron algunos minutos para observarlo y darme cuenta de que estaba completamente encerrado en sus pensamientos.

No fue nada difícil marcharme sin decir ninguna palabra.

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