Dos

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La segunda vez que me hallé con el chico de mirada perdida fueron algunos días después de mi huida silenciosa cuando lo conocí. Esta vez el ya estaba ahí cuando llegué con mi cuaderno bajo los brazos y los lápices en mis manos.

Otra vez quieto, con ojos cerrados y perdido en un mar de emociones enmarcadas en su rostro pálido. No pude evitar fijarme en su piel casi brillante y sus labios carnosos...

¿De verdad no notaba que lo miraba tanto?

Abrí los labios solo para soltar un suspiro profundo.

Si él no habría los ojos nunca sabría que yo estaba ahí, y entonces nunca podría ser lo suficientemente valiente para sentarme junto a él en mi lugar favorito.

¿Por qué no abres los ojos, chico misterio?

Ese día solo lo observé unos minutos antes de volver hacia atrás, pero llevaba conmigo un secreto: Este chico tenía algo que me entristecía al mirarle, ¿Podría ser?

No había palabras para decirlo.

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