No volvía al prado hasta una semana después.
Estaba absurdamente enfadada.
¿Podría enfadarme con alguien que solamente piensa que soy la nada? ¿La nada podría ser algo? Después de todo es un sujeto.
Cuando llegué hasta Lucas ese día, el tenía los ojos abiertos.
Aún con el ceño fruncido, volví a mirarlo antes de sentarme a su lado. Estaba más quieto de lo normal, pareciera ser que llevaba horas con la mirada perdida en unas hierbas que él no podía ver.
―De alguna manera siento que te he ofendido.
¿Qué?
―Lo siento. He estado tanto tiempo solo que no he podido llegar a pensar jamás que la soledad pueda ser mi única compañía―murmuró perdido―Por alguna razón llegué a pensar que estarías siempre conmigo, pero creo que hasta la soledad necesita su espacio cuando se enfada... Me pregunto ¿Qué nos queda entonces?
Bueno, ahora podía llamarme soledad.
―Acabo de sentir un escalofrío―admitió.
Me acomodé mejor, doblando las rodillas y fijando la mirada en el mismo punto en que fijaba el sus hermosas pupilas color cielo. Abracé mis rodillas y solté algunas lágrimas...
Soy patética.
―No sé, pero siento que algo está triste dentro de mí. Me siento contento...
¿Qué?
―He venido todos estos días y solo no he sentido nada. Ahora que siento tu compañía de nuevo puedo sentirme perdonado. Sentirme triste por haber dicho palabras absurdas para ti, compañera, solo pueden decir que te he extrañado. Eso me hace feliz... Ahora conozco algo de ti, y ya nunca jamás pretendo herirte con mis palabras.
Esas palabras fueron más de lo que hubiera podido pedir para una chica que vivía en las canciones que entonaba una brisa fresca en otoño.
No era la soledad, pero al menos deje ser un simple sujeto: la nada.
∞
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Clouds.
RomanceÉl ciego, ella muda. Dibujos y secretos compartidos en una soledad que unía dos caminos.