9.Problemas con Amapola

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El cielo estaba pintado de un color azul oscuro, la noche estaba a punto de llegar. Colmillos se ofreció a acompañar a Gaya hasta su casa. Durante todo el camino reinó el silencio, ninguno de los dos se atrevía a hablar. Una vez en la entrada de la casa de Gaya, Colmillos se acercó a ella.

-Bueno.. Hasta mañana.-dijo un poco triste. Gaya sonrió y sin darse cuenta le dio un beso en la mejilla. Enseguida reaccionó y se apartó con cautela.

-Lo siento... No era mi intención...-dijo ella avergonzada. Colmillos la miró con cariño.

-Tranquila. Acto reflejo. Nos vemos mañana. Descansa. ¿Vale?-dijo con calma. Gaya asintió, seguía sin entender que había pasado. ¿Porqué de repente había dado un beso a Colmillos? Ella no sentía nada por el. ¿O si? Se dirigieron una última mirada antes de cruzar el umbral de la puerta, una vez dentro de casa, Gaya cerró los ojos e intentó reflexionar. Sin embargo sus pensamientos no la dejaban. Acababa de besar a su amigo, no había sido precisamente en la boca pero había sido un beso. Con sigilo, se dirigió a su cuarto pero su padre fue más rápido.

-A buenas horas llegas cachorro. ¿Por qué has tardado tanto si se puede saber?-preguntó enfadado. Desde el incidente del cazador, Fenris se había vuelto demasiado protector.

-Porque estaba con mis amigos papa, lo sabes perfectamente.-dijo Gaya contrariada. ¿A que venia ese espectáculo? Suficiente tenía con su confusión y ahora su padre le echaba bronca sin motivo aparente.

-Arréglate y baja a cenar. -dijo Fenris. Gaya lo miró con rabia y se dirigió a la ducha en silencio. Las horas siguientes fueron tranquilas, su padre no le dio más guerra. Minerva le preguntó acerca de la quedada y ella le explicó todo, todo excepto el beso.

-Cachorro vete a dormir que mañana tienes que ir al instituto. Que duermas bien cielo.-dijo Minerva con cariño. Gaya se tumbó en la cama y se puso sus auriculares, la música la relajaba. Escuchó y cantó durante varias canciones, hasta que se encontró con una en concreto. La melodía empezó lenta y dulce, ''I know there is a reason why I need to be alone...'', miles de pensamientos invadieron su mente, Felipe... Colmillos... ''When everithing is dark and nothing seems right...''. Cantó al son de Supertramp, era uno de sus grupos favoritos. Poco a poco se sumió en un sueño profundo. Despertó después de horas de relax, miró el reloj y se horrorizó al ver que quedaban 15 minutos para entrar a clase, su madre no había ido a despertarla. Sin pensarlo, se puso el uniforme y salió a la entrada de su casa. Se transformó rápidamente y corrió hasta el instituto. Después de minutos de lucha contra el cansancio, llegó al instituto. Vio como una figura se hallaba ante la puerta, la reconoció al instante. Su corazón empezó a latir a la velocidad de la luz.

-Princesa Gaya, que alegría volver a verte...-dijo Felipe dándole un cordial beso en la mano.

-Príncipe Felipe... Que sorpresa... Perdona pero llego tarde a mi clase así que supongo que luego nos veremos...-dijo sobrecogida. Empezó a correr por el instituto, ya había sonado el timbre y no había nadie por los pasillos. Llegó a su clase, se peinó con las manos y llamó a la puerta.

-Ya era hora señorita, que seas única en tu especie no significa que se te tenga que esperar. ¿Sabes? Ahora siéntate y como te vea ladrando te voy a poner la correa.-dijo Amapola levantando una ola de risas. Gaya no sabía donde mirar, definitivamente esa profesora no la soportaba y a decir verdad ella tampoco la aguantaba. Agachó la cabeza dócilmente, como perro que sabe lo que ha echo mal y avanzó hacia su pupitre. Todos la miraban y se reían, ni siquiera se esforzaban en disimular. Una vez sentada en su silla, Gaya se preparó para pasar una de las horas mas vergonzosas de su historia.

Las tres colinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora