10. La fortaleza interior

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Después de horas y horas de sufrimiento en clase, Gaya sonrió al escuchar el timbre que anunciaba la hora del patio. Miro a Colmillos con una sonrisa en los labios y se dirigió a el.

-Que ganas de correr tengo hoy. Tanto rato encerrada agobia. ¿Cómo lo podéis aguantar?-preguntó curiosa.

-No lo se. Creo que es cuestión de fuerza interior. Ya sabes, esa que te mantiene a pie a pesar de todo.-dijo Colmillos sabiamente. Gaya lo miró asombrada, no esperaba tal respuesta.

-¡Hola chicos! ¿Vamos o queréis quedaros con la profesora antipática?-preguntó Lina apareciendo de la nada.

-Claro. Gaya, hoy no te nos vas a perder.-dijo Elvissa riéndose. Gaya soltó una risa pero calló enseguida cuando noto un par de ojos es sus labios. Los cinco salieron al pasillo, habían tardado así que el pasillo estaba vacío.

-Dante... ¿Podemos hablar un momento tu y yo? Ya sabes, de lobo a lobo...-preguntó Colmillos. Dante asintió y juntos rebajaron la velocidad , dejando a las chicas primero.

-¿Gaya, te has fijado como te mira Colmillos?-preguntó Lina divertida. Elvissa sonrió al ver la cara de Gaya. Bueno, perdón, el tomate que ocupaba su cara.

-No. ¿Por?-dijo seriamente. Ya sabía que algo había, pero no quería potenciarlo. Su mente ya tenía dueño.

-Te ha mirado los labios boba, y eso significa una cosa...-dijo Elvissa.

-¿El que?-preguntó inocentemente.

-¡Que quiere besarte bobalicona!-soltó Lina divertida.

-¿A mi? Si hombre, y tu eres la gemela perdida de la profesora Amapola.-soltó sin pensar. Las tres se echaron a reír, precisamente no era el mejor ejemplo. Mientras bajaban las escaleras, Gaya fue testigo de como se rompía su corazón. Felipe estaba besando a otra chica, una princesa de rubio teñido.

-"Tierra trágame..."-pensó Gaya desesperada. Notó como las lágrimas luchaban por salir de sus ojos, pero ella las retenió con fuerza. Sin darse cuenta apretó los puños, el lobo quería salir. Los colmillos asomaban ya por la boca cuando se lanzó al cuello de la princesa, tanto el lobo como ella querían morderlo.

-¡Socorro! ¡Quitadme a este monstruo de encima!- gritó la teñida. Felipe reaccionó rápido, cogió su espada y rápidamente se la undió en un costado de su cuerpo. Gaya soltó un gemido de dolor y se retiró a un lado. Quería gritar de rabia, dolor y tristeza pero su parte salvaje se lo impedía. Felipe se dirigía a ella con la espalda en alto, Gaya cerró los ojos esperando el impacto.

Las tres colinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora