viii.

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Nunca olvidaré esa noche en la que pude darme cuenta de lo que sentía por ti.

(Sí, luego de muchos meses y es que era muy estúpido, pero al final comprendí)
 
Te había invitado a salir y aunque primero te negaste,

no pudiste aguantar mis berrinches y de mala gana aceptaste.

Debías regresar a tu casa antes de que sean las once, y aunque sonara a 'Cenicienta',

en tu casa te esperaba alguien peor que una madrastra cualquiera.

Pasamos la tarde conversando,
ambos riendo o discutiendo,

y es que en realidad nos encantaba esa rutina en la que terminamos envueltos.

Y fue cuando llegamos al lago,
recostados en el pasto,

nos acompañaban miles de estrellas y observábamos su inefable belleza.

Te mire de reojo y pude verte como nunca, con tu semblante relajado y una hermosa sonrisa de lado.

Ni en mil años las estrellas llegarían a igualar la belleza que irradiabas aquella noche.

El más bello de mis poemasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora