ii.

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Cruzábamos miradas, y era todo lo que hacíamos por una cierta temporada.

Tú, muchas veces bajo el árbol,
leyendo o comiendo algo

y yo de lejos conversando,
pero observándote con cuidado.

Siempre atraías miradas por tu misterio y tu belleza,

pero a ti no te importaba y los mirabas con simpleza.

Reconozco que no me gustó  darme cuenta que yo no era la excepción.

Aún recordaba el primer día
cuando tu rostro al verme,
por un segundo, se iluminó.

El más bello de mis poemasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora