Raven

839 35 5
                                    


                                                                                                                                  
                                                                                           Se Totum  Patriae Devovere
                                                                                                                                                                  .                                                                                                         (Dos años antes)

  Él tramaba algo. Tim lo había investigado a fondo trazando patrones de comportamiento y perfiles psicológicos. El comportamiento de Red X era diferente, hacía meses que interceptaba a los Titanes solo para obsérvalos, se mantenía a distancia y los veía luchar contra los psicópatas que acechaban la ciudad y, apenas se veía amenazado, se retiraba sin luchar.
Raven se pasaba horas viendo a Tim inmerso en papeles había adoptado esa costumbre desde que lo vio por primera vez resolver un caso. Le gustaba verlo trabajar. Todas sus investigaciones se basaban en tres ideas: "Uno es accidente, dos es coincidencia, tres es un patrón". De esa manera había logrado adelantarse a los hechos en muchas ocasiones. El joven tenía en la torre, al igual que en la Baticueva, una pizarra de vidrio, donde anotaba con un marcador verde los casos y pegaba recortes de diarios y pruebas, con rojo los casos sin resolver, las conexiones dudosas e incógnitas. Cuando Raven le preguntó porque usaba azul para la descripción de los casos su respuesta fue "porque es bonito". Por lo tanto, en su opinión, el Robin que encarnaba Tim era mucho menos serio que el anterior. No obstante, su obsesión por Red X era igual de preocupante, los métodos del nuevo Robin eran diferentes. Él era un detective, no un acróbata, se la pasaba inmerso en sus pensamientos. Sin embargo era, a su manera, una pequeña replica de Ricardo.
  La pizarra se fue vaciando lentamente de casos "convencionales", para dar espacio a un único caso: Red X.  El comportamiento impredecible del ladrón lo hacía peligroso. Según Tim, los estaba estudiando para dar algún golpe a su equipo, sin embargo aún no sucedía. Ella era consciente de que no podían solo esperar a que atacara. Debían predecir sus movimientos y cortar el mal de raíz, pero Red X era una persona extremadamente difícil de capturar o de estudiar. Parecía un niño, pero capaz de una perfidia digna de un interno  Arkham.
  Estaba cansada. No había dormido nada. Las pesadillas que su padre le mandaba para hacerle perder el control la habían mantenido en vela toda la noche. Estaba sensible y estresada, ya que las imágenes que su progenitor le había proyectado no eran esperanzadoras. Como él conocía sus temores, los sacaba a flote solo para torturarla. Por lo tanto, un ataque terrorista a la central eléctrica no era su mejor definición de "pasar una tarde tranquila". Pero era inevitable. El deber la llamaba.
  El grupo encargado para esta misión era pequeño. Solo Robin, ella, Super Boy y Speedy. En un ataque desesperado, un hombre enmascarado intentó herirla, pero Roy la empujó sobre una mesa. En ese momento, logró ver unos planos garabateados con prisa. Había una bomba; el ataque era solo una distracción. Le bastaron pocos minutos a Robin para tomar la decisión de mandarla a ella a buscar el explosivo, después de todo era la única capaz de encerrar el poder destructivo de la bomba en caso de que esta se activara.
  En cuestión de minutos, llegó al lugar indicado en el mapa. Era una gran habitación blanca, que en el centro tenía un generador y encima del mismo, para variar, estaba Red X. Él se puso en cuclillas y la observó; ella no se inmutó, sabía que él no la atacaría. Solo se limitaría a observarla como lo venía haciendo hasta entonces. Teniendo eso en su mente, decidió ignorarlo y dedicarse a la razón por la que se había dirigido hacia allí. Desactivar la bomba fue más sencillo de lo previsto.
  Al terminar, se paró delante del generador y miró al criminal a los ojos. Ambos estuvieron un rato observándose con miradas carentes de emociones. Y el deja vu no tardó en invadirla, ya que no era la primera vez que esto pasaba. Cuando Red X los observaba a todos en acción, siempre alguno lo atacaba y él se esfumaba. No obstante, cuando la observaba a ella en soledad solo la miraba. Él la estudiaba, ella se dejaba estudiar y viceversa. Luego, uno de los dos abandonaba la habitación. Nada de peleas. Nada de palabras. Solo se contemplaban. Gracias a esos encuentros, ella lo había encasillado bajo la categoría de sociópata: su carencia de empatía y cambios de humor le habían dado la perfecta excusa para poder prejuzgarlo al segundo encuentro. Pero esta vez fue diferente. Él habló. Y con esas palabras marcó la vida de la heroína para siempre.
  -Timothy Jackson Drake Wayne es Robin.
En un segundo, Raven perdió todo su autocontrol. Su rostro se desfiguró en una mueca de sorpresa y angustia. Su mente se aceleró y, en menos de un nanosegundo, se percató de que significaba esa oración. No estaba segura del cómo, pero él sabía la identidad de su líder. No entendía cómo la obtuvo y, por el momento, no le interesaba. Era el apellido de su padre adoptivo lo que más le inquietaba. Al saber ese apellido en particular, podía tranquilamente hacer las cuentas y llegar a la conclusión de que el hombre que había adoptado a Tim, tenía los recursos económicos, la edad, la altura y el tiempo para ser Batman. Y para empeorarlo todo, Wayne también tenía otro hijo adoptivo que con un poco de imaginación resultaba ser el perfecto candidato para ser el primer Robin. En resumen, con saber la identidad de un miembro de la BatiFamilia, Red X los tenía a todos. Y si los tenía a ellos, la "familia" más obsesionada con el anonimato, de seguro sería capaz de averiguar las identidades de todos los héroes. No solo porque por lo visto tenía el intelecto para hacerlo, sino también porque con un par de conexiones y un poco de investigación todo saldría a la luz. 
  ¿Pero por qué se lo decía? ¿Por qué solo no los delataba? Ninguna de estas preguntas se hizo esperar. Red X saltó del generador y se acercó lenta y petulantemente hasta Raven. Se inclinó, colocó mano sobre su cuello y, sin ejercer demasiada presión pero manteniendo el agarre con firmeza, le susurró al oído empleando una voz tan sensual, tan profunda e íntima que le estremeció la piel.
  -Sé lo que estás pensando. Saber el nombre de Robin es saber el nombre de Batman y de todos sus cómplices. Si no fueran tan idiotas, si tan solo no se empeñaran en hacer estas extrañas alianzas –rió- ¿Cuánto crees que me tarde en descubrir la identidad civil de Superman o de su clon? –su risa volvió a aparecer erizándole la piel- No creerás que no me di cuenta de la increíble semejanza de tu amigo con el alienígena. Si no fuera por la edad hasta podría ser su hijo.- Raven tembló, él tenía razón. Al haber conformado una sociedad de héroes eran fuertes, pero fácilmente desenmascarables. Estaban todos conectados; era como un gran dominó cayendo. El criminal siguió hablando:- Ésta información vale mucho dinero. ¿Sabías que hasta el  más patético de los delincuentes pagaría una fortuna por esos nombres?. Con la información que tengo podría retirarme e irme a vivir a las Bahamas. Sin embargo, yo no vendo a mis amigos. Y por suerte para ti, mi amistad está en venta. - La risa de Red X inundó la habitación mientas tomaba distancia.
  Raven lo observó aún sin poder creer sus palabras, por la connotación de la oración, él le estaba pidiendo que ella comprara su silencio. ¿Pero qué podía llegar a querer?
  -Vamos, primor, no tengo todo el día. ¿Qué estas dispuesta a hacer para mantener mi boca cerrada?
  ¿Qué podía ofrecer? Ella no poseía nada. Literalmente, vivía de prestado en la torre. No tenía ni una sola posesión. Su única pertenencia era su mera existencia. Al oír esa sonrisa de plena satisfacción, al tener la conciencia de que él sabía que ella no poseía nada, de que él la había estudiado y de que él tenía pleno conocimiento de sus habilidades a Raven se le ocurrió que tal vez podía querer que traicionara a sus amigos, que matara a alguien o que robara algo. Sin  embargo, antes de negarse a cometer algún crimen, Red X la miró de arriba a abajo, ladeando la cabeza. No era la primera vez que veía a un hombre observar a alguien así. Más de una vez vio a sus compañeros tener esa actitud con sus compañeras: la estaba mirando cómo se mira a una mujer. ¿Deseo? ¿Intriga? ¿Ella era capaz de despertar esos pensamientos en un hombre? ¿Justo ella, quien al sangrar por primera vez, sin desearlo, detuvo su metabolismo? ¿En verdad Red X quería que ella y su cuerpo de quinceañera se prostituyeran? A pesar de lo que muchos podrían pensar, no era tan mala idea. Nadie moriría, no tendría que traicionar a nadie, no estaría infringiendo las leyes que defendía y tampoco sería la primera vez que se entregaba a un hombre. Sería disgustoso, sí, pero no era el fin del mundo y de seguro era una mejor idea que ser utilizada como arma.
  -¿Y bien?
  -Lo haré –aceptó-.
  -¿Qué harás?
  -Me acostaré contigo. Es eso lo que querías, ¿no? Eres un hombre y yo no poseo nada más que mi cuerpo.
  -Eres una personita muy interesante, haciendo semejantes propuestas con una expresión tan estoica. Nos veremos muy pronto.
Red X desapareció y Raven dejó caer todo su peso en una pared cercana. Reflexionó, evaluó las posibilidades, planeó una forma de huir en caso de que un encuentro sexual con el ladrón terminara en un intento de asesinato. Ambos podían  tele transportarse, pero ella era más rápida. Ella era más fuerte, no corría más peligro que el revelar las identidades de muchos de sus compañeros. Podía lidiar con la presión.
Mientras Raven se reunía con sus compañeros en otra parte de la ciudad, Red X se regocijaba con lo que había sucedido, él estaba dispuesto a aceptar cualquier cosa que ella le ofreciera, pero jamás pensó que le ofrecería algo así. No le disgustaba en lo absoluto. Aunque no tuviera las curvas de Star Fire, era joven y callada.
 
Habían pasado tres días desde el incidente y Raven creyó que Red X había jugado con ella y que pronto le pediría algo a Tim para no divulgar su identidad. Con eso en mente, no se preocupó en lo más mínimo por nada más que en seguir su rutina de meditación.  En los pasillos se oía un gran escándalo. Raven ya estaba acostumbrada a las discusiones entre sus compañeras, sin embargo esta vez no parecía detenerse. La joven se vio obligada a salir de su habitación, ya que no podía meditar con ellas gritando afuera. Pasando desapercibida, se dirigió a la terraza. Por lo visto, la discusión giraba en torno a un labial desaparecido. Seguramente Cassie lo había olvidado en su casa o lo habría dejado en lo de Conner. Definitivamente, no era un tema que le interesara. Horas más tarde decidió cenar sola en su habitación. No tenía ni la más remota voluntad de presenciar las discusiones entre mujeres, de las cuales ella no entendía nada. A su parecer, todo eso de pelear por una blusa prestada o un esmalte perdido era un malgaste infructuoso de tiempo.
Su cuarto se caracterizaba por ser un lugar ordenado y con poca luz. No había ningún objeto personal ni adornos. Por eso, la pequeña cajita rectangular a los pies de la puerta del baño llamaba poderosamente la atención. Era de cartón, de un color dorado con letras rojas. Había sido dejada con sumo cuidado en la puerta, no era algo que hubieran arrojado por ahí sin querer: alguien había puesto ese objeto allí deliberadamente para ella. Lo tomó con cuidado. Las letras anunciaban una reconocida marca de cosméticos. A juzgar por los bordes gastados del empaque había sido abierto y cerrado en reiteradas ocasiones y, al abrirlo, notó que era un labial, pero no cualquiera. Era el que Cassie había extraviado o, mejor dicho, el que le habían sustraído. Al notar la puerta del baño apoyada en lugar de cerrada se puso alerta. Alguien había entrado, estaba segura.
Irrumpió en la habitación lista para atacar, sin embargo estaba vacía. Por el rabillo del ojo vio una escritura roja: un mensaje. En su espejo había un mensaje escrito con el labial de Cassie. Entonces, alguien entró irrumpió  la torre, robó el labial, entró en su habitación, escribió un mensaje en el espejo y se esfumó, sin activar ninguna alarma, sin que nadie lo hubiera notado: sin que nadie ni una cámara hubieran visto lo sucedido. El mensaje era claro y, sobre todo, escalofriante. Era una dirección. Pero no cualquiera: era la ubicación del gueto del este.
En Jump City, existían dos guetos: uno al Norte y uno al Este. Los Jóvenes Titanes tenían un trato con los habitantes de esas zonas, pero ni ellos ni la policía podían entrar. Cualquier maleante debía ser capturado fuera de esas tierras, ya que ellos tenían sus propias leyes y su propio aparato policial para resolver sus cuestiones internas. Ella estaba citada en la puerta simbólica. Y al percatarse de ese hecho, por primera vez en su vida Raven se dejó dominar por el temor. Tomó una toalla con rapidez, la empapó en agua y jabón y comenzó a limpiar compulsivamente el espejo. Al terminar, salió de la habitación como si su vida dependiera de ello. Red X había vulnerado su privacidad, algo que nadie jamás había hecho, y su seguridad. Él tenía la habilidad de moverse libremente entre ellos sin ser detectado. Era peligroso; estaban todos en peligro.
Entonces, voló lo más lejos que pudo dejando que la oscuridad de la noche la envolviera. Voló tan alto hasta que sintió el frío por el cambio de atmosfera. Le faltó el aire, sintió el mareo que anunciaba la pérdida de la conciencia y se dejó car al vacío. En esa caída increíblemente pacifica encontró el control. Volvió a tomar el control de sus emociones y levitó justo antes de tocar el suelo.  Con una nueva calma, se dirigió al lugar pactado. Se movió entre las sombras y esperó con paciencia alguna señal de Red X.
Las puertas del gueto eran simbólicas. El lugar no era más que un terreno poblado,  una ciudad improvisada; casas hechas con desechos y farolas caseras. A diferencia del gueto del Norte, éste tenía un muro de chapa y ladrillo que delimitaba su territorio. Se entraba por un gran portón cuyas puertas siempre estaban abiertas, por eso se decía que eran puertas simbólicas. Sin embargo, cuenta la leyenda urbana que hubo un tiempo en el que se cerraron para que nadie entrara o saliera y, en esos días, se decidieron quienes serían los líderes de la comunidad a fuerza de pistolas y muertos. Aún así, ella nunca las vio cerradas.
Justo allí, bajo la luz que iluminaba el enorme portón ovalado se encontraba Red X. No se ocultaba de nadie; mostraba su persona con orgullo. Después de todo, estaba en las puertas de la ciudad de criminales. Al llegar, Raven pensó que tal vez él vivía allí, pero Robin lo creyó poco probable al momento de investigar a su oponente. Tenía una educación superior a los habitantes de esa ciudad, por lo tanto debía tener su hogar en el la ciudad como ellos y los demás ciudadanos de bien.
-Bien hecho princesa. Sabía que vendrías –Ella no se inmutó. No cambió su expresión aburrida ni siquiera cuando le lanzó unas prendas-. Cámbiate –ordenó- No querrás romper la paz entre esta gente y la ciudad.
Para la joven esa era una prueba: él estaba midiendo su sentido del pudor. Sin embargo, ella no cedería. No dejaría que viera cuanto le afectaba. Entonces, se cambió delante de él. Se quitó la capa y el traje quedando en ropa interior y, en plena calle, se puso el short deportivo que él le había dado, una remera blanca, un buzo verde con capucha con la cual se cubrió el rostro y una ojotas rosas; la típica vestimenta de muchacha de pocos recursos. Red X asintió y se cubrió la máscara con la capucha de su capa. Era la primera vez que Raven notaba ese comportamiento: él había cambiado su traje: la capucha no estaba antes. Sabía que no debía de importarle ese detalle, pero tomó nota de todo, por si acaso o por los nervios, pero lo hizo. Mantenía a su mente ocupada para no tener que pensar en el rumbo peligroso que estaba tomando todo ese asunto. Después de todo, su ropa y comunicador habían quedado en el interior de un auto abandonado en la entrada.
El letrero de "Hotel" se hacía cada vez más visible. Cada paso que daba le parecía más pesado que el anterior, el aire más frio, la noche más oscura y la gente que la rodeaba más amenazante. Nadie se inmutó al ver a un sujeto enmascarado caminar por esos pasillos, debían conocerlo. Seguramente, les vendía las cosas que robaba o su fama lo predecía y ya sabían que no era un soplón, que era un criminal como el noventa por ciento de ellos. Tras un ademán al encargado del hotel, lo siguió a una habitación sin querer saber porque se conocían ni porque no pagó: sabía que la respuesta no le gustaría.
Apenas entraron, Red X se desplomó sobre la cama dejando que Raven cerrara la puerta. La habitación no estaba tan mal. Era amplia con un mosquete marrón y muebles de madera color crema alrededor. Había un televisor de un tamaño mediano en frente de la cama, que poseía un acolchado de flores rojas y marrones, y su cabecera estaba apoyada sobre una pared pintada de color cereza. A un costado del televisor, había una puerta que daba a un baño y frente a la entrada principal se alzaba un ventanal decorado con cortinas beige, color que también se encontraba en el resto de las paredes.  
Tras la pequeña revisión del lugar, Raven quedó parada frente a la cama. Comenzó a quitarse el buzo y lo tiró en las sillas a su izquierda, pero antes de que pudiera  quitarse la remera él al detuvo con un ademan.
-Primero lo primero. Hay unas cuantas reglas que vas a seguir y, que por nada en el mundo, vas a querer quebrantar –Red X le lanzó un pequeño celular color rojo metalizado; era uno de los primeros Nokia-. Lo vas a esconder de tus compañeros y lo tendrás siempre encendido y cargado. Yo te contactaré por mensaje de texto, así que ponlo en silencio. Tú no puedes llamarme ni mandarme nada, solo obedeces. Segundo: si alguien se entera de nuestro pequeño arreglito divulgaré todas las identidades  de tus amiguitos. Será muy fácil para los demás delincuentes llegar a sus mentores luego de eso y lo sabes. También expondré sus pasados y ambos sabemos que el gobierno no verá con buenos ojos a muchos de ustedes, ¿o no princesita de papi? -Tras la pequeña pero significativa alusión a su árbol genealógico, dejó salir una pequeña y perversa risita- Tercero: quiero información. Quiero saber quién llega y quién se va y, sobre todo, quiero mi archivo. Sé que Robin tiene un expediente bastante gordo con mi nombre. Me vas a traer el original y una copia para que yo pueda compararlas, luego te llevarás el original y volverás a repetir la acción con cada modificación que sufra el archivo.
-Entendido
-¿Tienes algo que decir? ¿Quieres agregar algo? ¿Pedir algo? ¿Especificar algo? –no escondió el sarcasmo en su voz. Aún así, Raven decidió ignorarlo por completo y desafiarlo un poco. No se dejaría intimidar tan fácilmente.
-Eres de lo peor -espetó-.
-Eso es relativo, muñeca.
-No, no lo es –negó rápidamente-. No tienes honor. El primer Red X, al menos, tenía un propósito noble.
-A Ricardo le faltaron las bolas para hacer lo necesario para acabar con su oponente. Tuvo a Slade delante una infinidad de veces pero nunca le disparo –Raven no se detuvo a pensar si Red X había revelado el nombre del primer Robin para que ella supiera que tenía más información o si había sido un descuido, pero lo dejó pasar como quien no quiere la cosa para no caer en su juego.
-Robin no es un asesino. No es como tú.
-¿Y tú qué sabes de mí? ¿Qué sabes de los Robin? –El tono empleado por el ladrón cambió sutilmente. Raven estaba jugando con fuego y lo sabía.
-Sé que eres un asesino y un ladrón
-No seas ingenua –pidió-. La creación de este traje demuestra que Ricardo no es un santo y el hecho de que Tim intente capturarme a toda costa demuestra que él intenta cubrir el error de su antecesor.
-Robin intenta enmendar su error
-¿Por qué hablas de Robin como si fuera una sola persona? Son más de una. Eres estúpida.
-Y tú un sociópata. No sientes empatía ni apego hacia nadie, tienes serios cambios de humor, eres violento y te regocijas con el dolor ajeno. No me sorprendería oírte reír mientras golpeas a alguien indefenso –Con las palabras que utilizó para defenderse de las acusación del maleante cavó su propia tumba, porque sin desearlo ella lo había comparado con alguien muy presente en la vida del criminal, un monstruo de gran sonrisa que él aún  no se atrevía a nombrar.
-Basta –La voz de Red X, que hasta ese momento se había mantenido en un tono coloquial, cambió repentinamente para ser dura y autoritaria. En su fuero interior, Raven se sobresaltó, pero ya había tomado la decisión de no dejarse intimidar ni mostrarle cuanto le afectaba esa situación-. Quítate la ropa y ven aquí.
Por un segundo se había olvidado del por qué estaba allí, pero desgraciadamente él no. Ella se quitó la ropa de mala gana y se paró a su lado. Hubiera  jurado que estaba completamente alerta de su entorno, pero pronto se dio cuenta de que solo intentaba mantener su mente ocupada. ¿Cómo había podido pasar por alto las modificaciones a su máscara? ¿O acaso era otra? Red X tomo la parte inferior de la misma y esta se separó en dos, dejando a la vista su boca, mentón y cuello. Por primera vez, Raven se dio cuenta de que había dado por sentado que tenía la piel blanca, pero poseía una piel bronceada y unos labios sonrientes.
Cuando ambos estuvieron cerca uno del otro, el ladrón comenzó a besar su vientre, acariciando sus caderas con sus fuertes y grandes manos. Éstas eran cálidas y rústicas, con callos y cicatrices de cortes. Ella, al contrario, tenía la piel fría e inmaculada. Sin embargo, a él no parecía molestarle su temperatura. La subió sobre él, besando y mordiendo su cuello mientras acariciaba su espalda baja. Ella hizo de tripas corazón y se dejó abrazar, pensando que en el mejor de los casos podría llevarse las huellas digitales del ladón en su piel para luego descubrir su identidad y acabar con todo eso. Mandó su mente a volar; se dirigió a su zona de confort donde nadie podía lastimarla. Salió de su cuerpo y evitó por todos los medios percibir algo. Repentinamente, se sintió aplastada por el peso de Red X y hasta ese momento no había notado la diferencia física entre ambos. Aún así, prefirió concentrarse en las manchas de humedad en el techo. Pudo encontrar semejanzas entre una de ellas y un caballo. Está de más decir que usó toda su concentración para ver formas definidas en la humedad del cielo raso.
Sin previo aviso, él la penetró. Sintió un poco de dolor por la falta de lubricación, pero no hizo ningún gesto ni sonido. Se dejó llevar, colocando su cuerpo lo más blando posible para no resultar herida. Se transformó en una muñeca de trapo, por dentro y por fuera para evitar sentir. Y el tiempo pasó y pasó, pudiendo ser tanto veinte minutos como dos horas. No lo supo con exactitud; su mente divagó en otros asuntos, aislándose para defenderse, para no quebrarse. Todo iba bien por su parte hasta que sintió como Red X la tomaba del cuello y sin dejar de embestirla la sofocaba. El aire se escapaba de sus pulmones. Intentó zafarse del agarre del hombre en vano. La voz de su oponente fría, tan fría que le congelo la sangre en las venas se hizo audible.
-Estas rígida, ponle un poco de ganas o te ablandaré a golpes, princesa –Sus ojos ardieron por las lágrimas contenidas a causa del dolor de su cuello. Intentó apartar la mirada para seguir ignorándolo, pero él la detuvo nuevamente-. Sigue así y te juro que te voy a lastimar. Y créeme que lo voy a disfrutar. Tú decides: o sientes placer conmigo o me complaces con tu sufrimiento-
La soltó y, antes de que pudiera recuperar todo el aire perdido, sintió como la lengua de Red X invadía su boca. En la parte más recóndita de su ser sintió verdadero pánico. Esa era una amenaza real. Sintió como la jalaba de su cabello para obligarla a mirarlo. Aunque, en realidad, él al miraba a ella, Raven solo podía contemplar la parte superior de su máscara y a esa maldita, cruel y tétrica sonrisa, que le pertenecía a una boca que la mordió varias veces en cuello y en los hombros.
-Vamos nena. Muéstrame alguna emoción o te las voy a arrancar junto con tus uñas.
Tomándola de un brazo para darla vuelta, alzó su trasero y lo mordió con fuerza, dejando incrustada la marca de sus dientes. Luego, la volvió a penetrar con brusquedad, mientras la jalaba de su cabello. Raven usó toda su fuerza de voluntad para no gritar y, transcurridos unos minutos, el criminal empujó su cabeza contra el colchón. Y la hundió tanto, que las sabanas le impidieron respirar nuevamente. Los dedos del ladrón presionaron sus sienes y parte de su mejilla haciéndola sentir débil. Su espalda se arqueó y sintió como las uñas de él se enterraban en su omoplato y atravesaban su espalda trazando dos diagonales, que combinadas formaban una dolorosa y punzante equis. Ella se sintió avergonzada, pero un gesto como ese jamás podría compararse con el verdadero dolor que él le haría sentir a continuación.
-Te lo advertí princesa, ahora te va a doler –advirtió con cierta diversión. Entonces, sin previo aviso, él ingresó de una sola embestida por su esfínter. Literalmente, ella pensó que la partiría en dos y, sin poder aguantarlo más, un sonido de sufrimiento se escapó de su boca. No fue ni demasiado largo ni muy audible, pero le dio a Red X lo que en esos instantes más deseaba: una emoción, una expresión-. ¡Eso es, querida! ¡Grita! ¡GRITA! ¡GRITA PARA MÍ!
Las estocadas se volvieron cada vez más fuertes y profundas. Mientras, él presionaba su cabeza contra la cama, tomándola  esta vez por la nuca, apretando su carótida tan fuerte que ella pudo oír el sonido de su sangre corriendo con dificultad por sus venas. Cuando creyó que ya nada podía empeorar, distinguió como su cuerpo se estremecía. Algo caliente y espeso le rozaba la piel. Esos primeros segundos no fueron tan terribles, pero en el momento en que el calor del metal llegó a su sistema nervioso se vio obligado a rendirse otra vez. Él utilizó una de sus armas en ella, marcando a fuego una equis en su costado, cerca del glúteo. Sin poder soportarlo, Raven gritó. Gritó tan fuerte que no pudo escuchar otro sonido más que el de su propia voz. Pronto, las lágrimas inundaron sus ojos y el olor a carne quemada invadió sus fosas nasales, dándole arcadas.
-¡BASTA! ¡BASTA! ¡BASTA! –vociferó-. ¡DUELE! ¡QUITALO! ¡BASTA POR FAVOR! –Dejó atrás todo su orgullo, sus convicciones, y suplicó por su vida, por su cuerpo, todo para que él se detuviera. Red X quitó la equis de su piel y, junto a ésta, un poco de piel. Dejando una herida que se convertiría en una cicatriz, la había marcado.
-¡DIME QUE SIENTES! ¡ANDA! ¡DILO!
-¡DOLOR! ¡ME DUELE! ¡BASTA! –Las estocadas no pararon, por el contrario, se incrementaron haciéndola sangrar.
-¡¿VAS A OBEDECERME?! ¡¿DEJARAS DE JUGAR A LA MUERTA Y ME MOSTRARAS ALGO DE EMOCIÓN?!
-¡SÍ, SÍ, SÍ! ¡SOLO DETENTE! ¡LO HARE, LO HARE! ¡POR FAVOR, BASTA!
Raven tuvo que soportar unos minutos más de ese calvario para que él acabara. El ardor de su semen recorrió su recto y los espasmos de su cuerpo le pedían a gritos que huyera de ese lugar. Pero sus piernas no se movían. Estaba asustada y entumecida y, por primera vez en su vida, sentía miedo. Ese hombre le daba miedo y lo odiaba por eso y más. Red X, de un tirón, la volteó y la colocó otra vez de cuclillas sobre sus piernas. Tomándola del cabello la besó con fuerza, cargando la acción de poder, y le mordió la lengua y los labios hasta que la sangre brotó de ellos.
-No te muevas o te castigaré –Tras susurrar esas palabras sobre sus labios, siguió besándola mientras dibujaba una equis con algo filoso que Raven no logro ver. Sintió la sangre gotear por su muslo derecho, pero no se movió a causa de estar paralizada por el horror. Eso no era parte del trato; eso, definitivamente, no era sexo.  Sin embargo, no se movió. Sabía por qué estaba allí: debía defender a los suyos bajo cualquier riesgo. Red X besó y mordisqueó sus pechos sin delicadeza, mientras ella dejaba correr algunas lágrimas.
-¿Debería implantarte pechos más grandes? –Preguntó con regocijo-. Compré tu cuerpo, si quiero puedo hacerlo. Me gustaría que tuvieras más curvas como Star Fire –rió maliciosamente a la par que ofendía su cuerpo con gestos y palabras.
-¡SUELTAME! –Raven intentó zafarse. Fue una mala idea y sus movimientos resultaron en vano. A modo de respuesta, obtuvo una cachetada y un golpe sobre la quemadura. La mano de Red X quedó marcada por unos segundos en su piel blanca y adolorida.
-No llores. Es tu culpa, solo debías gozar. Hasta una prostituta lo hace mejor que tu –Tomó su rostro con fuerza y lamió sus lágrimas-. Mira lo que me obligas a hacer. Podríamos haberla pasado tan bien juntos, pero no. Tú tenías que jugar a ser la bella estatuilla. ¿Acaso crees que yo quería arruinar tu linda piel? Es tu culpa: te di a elegir y tú elegiste. Me obligaste a lastimarte –riendo con malicia, acarició su mejilla hinchada-. Me lo pediste a gritos, primor.
Raven correspondió el beso mientras las lágrimas caían por sus ojos. Era un beso fuerte y doloroso. No era así como debía terminar; no se suponía que él fuera un sádico. Todos los patrones psicológicos que hizo Tim estaban completamente mal.
-Estás loco..
-Puede ser.
Red X la tomó del cabello y la arrastró por todo el cuarto, ignorando sus gritos, hasta la bañadera. Una vez allí la tiró y prendió el agua fría. Ella intentó cubrirse en vano, ya que él agarró la regadera y se la puso en frente de su cara dificultándole la respiración. Por un segundo, ella pensó que con esos intentos de asfixiarla debía tener cuidado. Por lo visto ese era su juego favorito y, con él, podía terminar muerta.
-Lávate bien. Estás roñosa –ordenó-. No creas que te dejaré llevarte mi material genético para que puedas buscarme en la base de datos de la policía –Tras decir esas palabras, la empujó sobre el borde de la bañadera y metió sus dedos en el interior de Raven para quitar el semen que había dejado en su interior. No fue amable y le provocó dolor nuevamente. Él sonrió al ver su mueca de disgusto-. No seas llorona, tú me provocaste –pero las lágrimas continuaron cayendo-. ¡DEJA DE LLORAR! -Quitó bruscamente sus dedos de su recto y los metió sonriente en la boca de la joven. Los empujó tan profundo que las arcadas se transformaron en un ríos de vomito esparcido por los azulejos del baño. Entre jadeo y jadeo, ella intentó limpiarse los restos de la comida que devolvió mientras recuperaba el ritmo de su respiración. Le ardía la garganta, por fuera y por dentro-. Qué asco. Eres asquerosa, Raven –Soltando sonoras carcajadas, se retiró del baño dejándola hecha un ovillo tembloroso y friolento. Al volver, traía consigo una máquina de fotos instantáneas-. Sé buena y te dejaré volver a casa.
Red X sacó muchas fotografías ese día. Incluso, la obligó a mostrar las heridas recibidas y su rostro lleno de lágrimas. Inmortalizó la humillación, el dolor, la humanidad y fragilidad de Raven, emociones que ella jamás había sentido con tanta fuerza hasta ese día, en pequeñas imágenes de tinta y papel.
-Vístete
-No puedo caminar –Al hablar, ella sintió a su voz rota. Se sintió débil y vulnerable-.
-No me importa, muévete o te moveré yo a fuerza de patadas.
Raven juntó toda su fuerza de voluntad y logró llegar hasta la cama donde estaban sus prendas. Se vistió lentamente intentando no hacer movimientos bruscos debido a todo el dolor que la invadía. Mientras tanto, Red X estaba en la cama fumando un cigarrillo.
-Puedes volver a pie o tele transportarte, pero solo por esta vez –explicó-. Para la próxima vendrás a pie con esa ropa y te irás a pie. Me esperaras en esta habitación hasta que llegue y te iras cuando te lo diga. Espero que la próxima estés más dispuesta a colaborar.
-No... No quiero... Ya basta –Jamás había suplicado entre lágrimas, pero nunca antes se había sentido tan miserable. Jamás pensó en llegar al punto de querer, literalmente, desaparecer de la faz de la tierra.
-Cállate o todo el mundo sabrá sus sucios secretos –Al decirlo, le lanzó un cenicero de piedra que le dio en el hombro a la heroína-. No me interesa cómo, pero nadie se enterará de cómo te lastimaste.
-Tú me lastimaste –Sabía que debía callarse, pero no podía evitarlo: sentía demasiado odio e impotencia. Se limitó a frotarse el hombro herido, mientras le pedía a su mente que mantuviera sus emociones a raya hasta llegar a su cuarto.
-Cállate, tú me obligaste. Si obedeces, no te hare daño. Tal vez. Ahora vete.
Raven no necesitó más palabras para huir de ese lugar. Al llegar a su habitación, se bañó unas cinco veces, cerró puertas y ventanas e hizo un círculo de protección en torno a su cama. Estaba cansada y adolorida. Usaría de escusa la meditación para ocultarse hasta que sus heridas más visibles sanaran y, sobre todo, hasta que fuera capaz de retomar el control de sus emociones. Pero antes, se permitió llorar, maldecir a su suerte y a la existencia de un ser tan cruel como Red X.
Él solo quería que ella se soltara, que gozara del momento como él. ¿Pero cómo podría hacerlo ahora? La próxima vez que lo viera no podría no pensar en el daño que recibió. ¿Podría fingir un orgasmo para distraerlo? ¿Y si la descubría? Debía arriesgarse. Todo por el bien de sus compañeros y el suyo propio. Si el Estado descubría de quién era hija y lo que era capaz de hacer, la mandarían a liquidar y ella quería vivir. ¿Cuánto duraría ese calvario? ¿Algún día Red X se cansaría de ella? ¿Era capaz de asesinarlo cuando su cuerpo y su mente ya no soportaran más una noche como la que acababa de vivir?
En el suelo del cuarto vio las prendas de ropa que él le había dado, ya que al irse usó sus poderes para llevarse consigo también su ropa habitual. Intentó dormir con todas sus fuerzas, pero estaba muy afectada como para poder descansar. Sentía miedo de verlo al lado de su cama al despertar. Sabía que era irracional: nadie podía romper el hechizo que la rodeaba, pero su mente no quería ser razonable. Quería explotar.
Mientras reprimía las lágrimas que no llegaban ni siquiera a crearse en sus ojos, notó que en el bolsillo del buzo verde había algo. No se atrevió a salir del círculo para tomar la prenda, sino que la hizo levitar para ver que contenía. Era el celular. Debía encontrar un lugar donde ocultarlo. Además, había un sobre. Al abrirlo, contempló las fotos que plasmaban su desgracia. Esta vez, fue incapaz de contener las lágrimas. Él había sacado dos de cada una. Recordaba verlas caer en el suelo mientras el flash le cegaba la vista. La visión de esas fotografías era insoportable, por lo que las rompió en mil pedazos. Eran un recordatorio de que una gran equis arañada cubría su espalda, de que otra más pequeña cicatrizaba y ardía en la parte superior de su glúteo y, que en su muslo, la última equis aún sangraba. Mientras lloraba sin restricciones, mientras se permitía sentir, mientras ahogaba sus gritos para no llamar la atención de sus compañeros, rompió en pedazos esas condenadas fotos. Debía mantener oculta esa humillación, esa verdad. La verdad que ella se ocultaba a sí misma... Después de todo, era humana.
  A la mañana siguiente, no sintió ganas de levantarse. Su cuerpo dolía y su muslo ardía. Todo su mundo era un caos. Se sentía sucia. Era irracional, pero sentía ganas de volverse a bañar y, por qué no, lavar la ropa que le había Red X. Los olores eran un gran problema: Garfield podía detectarlos. ¿En que estaba pensando anoche? ¿Cómo no había lavado esas prendas en seguida? No le quedó más opción que lavarlas en la bañadera mientras se lavaba a ella misma. Incluso, las podría a secar en la baranda de la cortina del baño, usar la lavandería estaba fuera de discusión.
Permitió que el agua tibia la mojara e intentó que se llevara consigo su melancolía. Al salir, tomó coraje para mirarse al espejo y se encontró destruida. Su rostro estaba más pálido que de costumbre. ¿Era eso posible? Tenía grandes ojeras y la mejilla roja, mordidas profundas cubrían su cuello y hombros. Tomó todo su autocontrol y se colocó esa mascara de hastío permanente que siempre llevaba y analizó los hechos. Podía curar sus heridas con su magia, pero también era posible que ese hombre lo tomara mal. Sabía que no debía importarle lo que dijera Red X pero tampoco quería ser el blanco de su ira. Su labio estaba roto y le dolía. Sus ojos estaba cansados de llorar y allí, desnuda parada delante del lavabo llegó a la única conclusión que la ayudaría a sobrevivir.
"Calma. Sabías dónde te estabas metiendo"
Con eso en mente decidió seguirle el juego. Prefirió ser fuerte y resistir hasta que él se aburriera o hasta que algo pasara. Sabía que el criminal no era tonto. Debía tener un plan de respaldo por si moría o si ella lo traicionaba. Algo se le ocurriría sobre la marcha. Capaz, y con suerte, Robin lograría capturarlo antes de que el siguiera mancillando su cuerpo e hiriendo su psique. Porque de esa escalofriante noche no solo las equis quedaron marcadas en su ser, sino también las palabras. Palabras que la llenaban de inseguridades. Red X no era como Garfield. No era tierno. No era un niño. No era un tonto pasatiempo adolescente. Era un asesino sádico sediento de sexo y de maldad.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
A dos Bandos, la frontera entre el bien y el mal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora