Un temblor ataca los labios del erizo cuando la carta se desliza fuera de sus dedos. Parpadea un par de veces y se inclina contra esta para acunarla contra su pecho, sus pies iniciando un camino en dirección al baño, en el cual busca un poco de privacidad que le es concedida durante lo que parecen ser los próximos tres minutos más o menos.
Los pocos que entran no prestan atención en él más allá de la breve curiosidad que ataca a cualquiera cuando entra a un baño, visualizando su persona un par de segundos antes de que su vejiga apriete de nuevo contra su vientre y le haga correr hacia uno de los cubículos.
Entonces, mordiendo su labio inferior, presta su atención al trazo que le es dedicado, a la forma en que la rabia se encuentra trazada en ese papel que huele diferente y cuya apariencia dista demasiado de al diseño usual que tienen los cuadernos de su compañero. Es evidente.
Y no puede evitarlo, se le escapa una sonrisa que manda un brillo de ironía a sus ojos; sus esmeraldas reflejándose en el espejo de en frente, cuya suciedad aprovechada con dibujos de cierta parte íntima, solo le causan más gracia.
Porque solo en ese instante Sonic recuerda cierto detalle:
“¿Crees que hacerte pasar por Shadow con esa carta, que además de tener horrorosa caligrafía, me obligarás a dejar de escribir tan solo porque lo exiges? Sigue soñando. Sé que Shadow no vino hoy a clase.” —S.
Con una sonrisa triunfante, la carta es pegada nuevamente donde ha encontrado la anterior; a sabiendas de que muy posiblemente esa persona la lea y el colmo aumente en rabia dentro de sí.
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La persona que ha hurgado entre estos dos es un sujeto random, por lo tanto, imagínense a quien deseen.
