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Vivo en Quito, o, como suelen llamarlo, la carita de Dios, en Ecuador un país pequeño, pero con mucha cultura en su sangre, si preguntaras, ¿estas orgullosa de tu país?, la respuesta es

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Vivo en Quito, o, como suelen llamarlo, la carita de Dios, en Ecuador un país pequeño, pero con mucha cultura en su sangre, si preguntaras, ¿estas orgullosa de tu país?, la respuesta es..... ¡MIERDA NO LO SE!, pero la persona indica para convencerte es mi Madre, ¡El patriotismo lo llevo en la sangre!, eh vivió lo suficientemente cerca de esta mujer, para conocer todo sobre el País.

Al terminar el bachillerato empieza tu verdadera vida, pero la mía sigue en puntos suspensivos, la cuestión es que no soy un "hijo de papi", primer punto, no tengo padre, y segundo, porque no nací en un bandeja de plata, nací en un familia que todo se gana con esfuerzo, lo aprendí de la única familia que tengo, "Susana", ¡AMO A ESTA MUJER!

A los 15 me obsequio un cámara, dijo que en ella podría impregnar la felicidad, o incluso, si miras a través del lente, podrías encontrar la tuya. ¡Es solo un cámara!, sí, eso es lo que dije, pero a la semana siguiente, la lleve a las colinas en el sur, donde el paisaje desborda por doquier, no hay ruido alguno que interrumpa lo que llaman el sonido perfecto, que el viento pueda silbar a pesar de no ser humano, que el verde de los árboles, resulte una combinación perfecta con el cielo, fue justamente eso lo que atrape en aquel artilugio. Desde entonces la llevo a todo lugar.

— Buenos días— resople mientras caminaba hacia el refrigerador

—Buenos días Samuel— respondió dándome un beso en la frente, tome una taza de leche con pan, dando el último bostezo sacudí la cabeza, al segundo mamá deslizo unos papeles hacia mí, sin mencionar nada fije la miranda en ellos, folletos, promociones universitarias, planes de estudios.

Es muy persistente, ha llevado a un niño por toda la vida a su lado y aun piensa hacerlo, sabiendo que aquel niño, ya no utiliza mamelucos ni zapatos de charol, que los gritos de las noches han desvanecido, que los cordones ahora estés bien sujetos y que un día ya no estará allí.

Un incomodo silencio, se torno en el desayuno, obligándome solo a fijarme en aquella taza de leche y pensar que el silencio era lo mas doloroso para mi madre. Sin ninguna palabra en la boca, salí con el morral en el hombro.

En el trole tome asiento cerca de la ventana, con el automotor en marcha, encendí la cámara, di una par de clic a momentos como una pareja de jóvenes disfrutaban la compañía mutua, en la próxima parada cedí el asiento a una mujer con un vientre prominente, cruce hacia el fondo del trole, donde la gente escaseaba, logrando llegar a un asiento libre.

— ¿Está ocupado? — pregunte, al momento el sujeto que llevaba un abrigo, cubierto su cabeza, hizo un leve movimiento negando.

En el centro del automotor se percibe un voz áspera anunciado la siguiente parada, dando aviso a la gente que se aglomera en cada entrada intentado ser los primeros en salir, al instante llevo la mochila al hombro, mientras zigzagueo entre las personas el morral se atasca entre ellos, con un sonido estridente las puertas se abren hacia la estación, personas galopando al entrar y salir, pero al momento escapo del trole, camino hacia la salida de la estación, pero, siento un tirón en la correa del morral, sin prestar interés trago saliva rogando que no sea un ladrón, ajustando las correas lo afirmo en el hombro, pero a pocos pasos, siguen halando de ella, al instante voy la cara intentando intimidar al contrincante, una mano tensa se aferra a la correa del zurrón, en cuya muñeca lleva una ajorca negra , al ojearla, ella no pestañeo ni un instante, una mirada inexpresiva pero firme —¿Puedes seguir caminado? — su voz freno los pensamientos, dejándome perplejo, aclare la garganta intentando hablar, pero, nada salió.

Al caminar durante unas cuadras, aquella chica seguía sujetando las correas, como una niña a su muñeca; detuve el paso por un momento, capturando en la cámara a un par de hermanos riendo, sintiendo en el cuello una respiración cálida, regrese a mirarla, Mariza tenía sus ojos fijos en los míos, son desafiantes, color caramelo, con un destello de miedo, y, aquello logro intimidarme desviando mi ojos hacia el fondo, donde una chica de melena ondula se acercaba entornando sus ojos como grandes binoculares, tome a Mariza del hombro acercándola hacia mí, apresurando el paso

—Tienes que ayudarme— mencione en susurro, con un tono de súplica mientras el semáforo cambia a verde, en el rostro de Mariza apareció una leve sonrisa.

—La chica que se acerca por atrás es mi ex novia, pues, es una larga historia puessss....

—¿No has logrado superarla?— interrumpió Mariza

— ¡NO, NO ES ESO! — refute de inmediato, pues había dado en el clavo, donde aún existía su esencia, donde solo es Gabriela con aquel tono peculiar de reír.

—Lo haré— dijo Mariza, deteniéndose —con una sola condición— agrego, llevando sus manos a los bolsillo del abrigo—Que en cualesquier lugar que se encuentre Mariza, y necesite ayuda, tu — señalo mi pecho—Estarás allí, a pesar de no conocerme, seguirás siendo el mismo sin cuestionarme— 


El Color de sus OjosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora