Los milagros del hacedor

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Nadie, ni siquiera Eva, podría imaginar que iba a encontrarse con María nada más y nada menos que en la India, en pleno río Ganges. Eva supo, y María también, que el momento de ese encuentro era un momento mágico. Y la magia no provenía de los primeros reflejos del alba en las turbias aguas del Ganges, que bien pudiera ser, o de la amalgama de fragancias que desprendían las flores de los templos circundantes, que también, sino más bien de la naturaleza de su encuentro. Cualquiera, a simple vista, sin conocer la historia de nuestras dos protagonistas, podría pensar que se trataba de un encuentro casual de dos amigas en un país remoto, algo completamente factible ya que el mundo, aunque muy grande, no deja de ser una pequeña canica dentro de eso que llamamos cosmos y, por lo tanto, los encuentros casuales de dos personas fuera de su país de origen bien pueden entrar dentro de la lógica y, porqué no, de la casualidad. Cualquiera, como decíamos, podría pensar en ese carácter casual pero no Eva y María. Ellas sabían que algo pasaba que trascendía a lo casual. El encuentro del Ganges era el cuarto encuentro "casual" en lo que iba de año. Y sus encuentros no eran en los sitios cotidianos donde se suele encontrar la gente como, por ejemplo, tomando cañas en algún bar, en la piscina o en la playa, en un centro comercial, en la cola del paro... no, eso no entraba en el imaginario de sus vidas. Sus encuentros se producían allá donde casi no alcanzaba la imaginación: El primero en plena ascensión al Himalaya, en un campo base. El segundo, en Letonia, en plena de festividad de Ligo y Janis. El tercero en un supermercado, sí, en la cola de un supermercado vegano, en la avenida vegana de la ciudad de Berlín, en una cálida tarde de verano. Esa mañana, en el Ganges, Eva miró a María y María miró a Eva. Las dos sintieron la magia de aquel momento, por vez primera fueron conscientes de la conexión especial que las unía, de ese campo gravitacional entre ambas que, irremediablemente, las atraía y provocaba esa sucesión de encuentros inesperados. Pronto se pusieron a buscar un sentido más profundo que lo meramente casual. Las dos sabían que se trataba de encontrar una explicación plausible, donde tuviera su espacio la razón, pero con claro predomino de la magia y de la imaginación. Bajo estas premisas indagaron en su pasado buscando una base sólida mediante la cual empezar a construir una historia llena de magia y significado. No las unía parentesco alguno, ni directo ni indirecto, pero sí que había un momento de sus vidas que las dos consideraron digno de recuperar. Ambas habían nacido después de sendos abortos. Ya tenían un patrón, un nexo que las unía en un vínculo casi tan extraño como sagrado. Indagando un poco más encontraron la respuesta: sus madres abortaron el mismo día, a la misma hora, en dos ciudades distintas, y dos gemelos cada una. Después de aquello llegaron ellas, el mismo día y a la misma hora. Entonces lo supieron, entendieron el mensaje que les dio su corazón. No sabían qué ley universal había amparado tan magnífico suceso, y tampoco sabían si era la primera vez que esto acontecía. Lo que sí tuvieron claro, esa mañana en la India, era que ellas dos eran gemelas nacidas de madres distintas. ¿Pero, cómo pudo ser posible? ¿De dónde surgió ese milagro? Ambas se preguntaban cómo pudo materializarse tal evento, único en el universo. Y tan pronto preguntaron la respuesta les llegó en forma de suspiro fresco en sus oídos. El Hacedor las estaba hablando, y explicó lo sucedido. Los rezos y plegarias de dos madres desesperadas de dolor se cruzaron y amalgamaron de tal forma y de tal manera que se hicieron un solo llamado, una sola oración maternal, que llegó al éter de los deseos, del que El Hacedor es su guardián. Para El Hacedor los deseos en forma de plegarias que elevan las madres desdichadas en el reino etérico tienen prioridad. Y la doble desdicha activó el sagrado protocolo de la compasión. Entonces todos los duendes ejecutores de deseos concedidos dejaron de trabajar en sus pedidos diarios y atendieron con premura al pedido de la compasión. Y fue tal la fuerza de la plegaria, y tal el empeño de El Hacedor, que los duendes condensaron su ingenio ejecutor provocando que cuatro deseos ( uno por cada gemelo) cristalizaran en dos. Dos hijas, cuatro almas, un salto cuántico frecuencial y dos niñas bailando dentro de ese mágico campo gravitacional. Así surgen las casualidades en los mundos de El Hacedor, así Eva y María renacieron al amor.

Prosa lírica y oníricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora