Capítulo 12

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BaekHyun soltó la mano de ChanYeol, antes de llegar a la puerta del edificio. Era normal alejarse el uno del otro en la calle, en los lugares públicos. Sin embargo, sus sonrisas efervescentes no se desvanecieron. BaekHyun nunca sonreía de esa manera alrededor de otras personas. ChanYeol era el único que encendía ese sentimiento chispeante de felicidad, a pesar de las circunstancias. Sus labios no se cansaban de expresar su alegría, mientras despedía a su amante desde la acera. ChanYeol guiñó un ojo desde de auto y le regaló una sonrisa traviesa. BaekHyun agitó su mano y negó con la cabeza, divertido por el gesto.  Poniendo sus manos en los bolsillos de su pantalón, miró como se alejaba el auto. Se quedó unos segundos allí, no quería despertar del sueño y enfrentar la realidad. Con la sonrisa todavía en su rostro, no se percató de que alguien lo observaba.

Regresó al departamento para limpiar el desastre que habían hecho. Cambió las sábanas de su cama, levantó la ropa que había quedado en el piso, y preparó café. Se sentó frente a la televisión encendida en la sala, con la taza del aromático líquido entre sus manos.

Alguien tocó a la puerta.

—¿Qué haces aquí? —preguntó BaekHyun sorprendido, al abrir la puerta. Deseando quizá que ChanYeol hubiera olvidado algo.

—Parece que no te alegras de ver a tu futura esposa —respondió SunHee, entrando al departamento como si fuera suyo. Estaba molesta, su rostro lo reflejaba.

BaekHyun suspiró y cerró la puerta. Era hora de fingir.

—¿Por qué dices eso? Sólo me sorprendí de verte... no te esperaba —explicó el muchacho—. Pasa, siéntate... —el tono sarcástico de su voz era tan evidente, como el mal humor de su prometida—. ¿Te ofrezco algo?, ¿café?, ¿té?, ¿agua?

—Estoy bien.

SunHee no se sentó. Al contrario, se quedó de pie, muy cerca de BaekHyun. Su rostro molesto cambió de repente. Una sonrisa extraña se dibujó en sus labios pintados de rojo.

—¿Sabes qué quiero, oppa? —preguntó, al poner sus delicadas manos en el pecho de BaekHyun. Sus dedos se deslizaban suavemente en los bordes de su suéter gris.

—Se- señorita SunHee, no creo que sea apropiado...

SunHee posó su dedo índice sobre sus labios para demandar silencio. Sus brazos rodearon el cuello de su prometido. El corazón del muchacho se aceleró, pero el sentimiento no era de emoción o excitación, era más bien un terror mezclado con ansiedad. Intentó apartarla, pero ella fue más rápida.

BaekHyun se quedó inmóvil, mientras los labios de SunHee se movían sobre los suyos. Un golpe de realidad lo impactó de pronto: Si ni siquiera podía besar a su prometida, ¿cómo podría llevar una vida de casados con ella? Por más que intentara fingirlo, era imposible. Sus manos sólo querían tocar a ChanYeol, sus labios sólo querían besarlo a él, su corazón sólo podía amarlo a él.

—SunHee... —repuso BaekHyun, empujándola suavemente. Respiró aliviado al interrumpir el beso—. No es apropiado que vengas aquí y que hagamos es...

La chica lo interrumpió con el sonido seco de una bofetada bien puesta sobre su mejilla derecha. BaekHyun cubrió el área enrojecida con su mano y cerró los ojos. Se lo merecía, así que no actuó contra ella.

—¿Acaso no me deseas? ¿No te parezco atractiva, oppa? ¿No te gusto ni un poco? ¿Cómo vas a casarte conmigo si ni siquiera puedes besarme? —con cada pregunta, la voz de SunHee se rompía más y más.

BaekHyun no quiso mirarla. Él era el responsable de sus lágrimas y no podía soportarlo. Se sentó sobre el sofá, dejó caer su rostro sobre sus manos, mientras suspiraba. ¿Qué podía decir? Ella tenía razón. Todo debía llegar a un inevitable final, tarde o temprano, debía tomar un camino. Los brazos de ChanYeol lo recibirían con miseria, deshonor y vergüenza. Los brazos de SunHee con engaños, mentiras y tristeza. De cualquier manera, BaekHyun no podía ganar. En ese momento de duda, mientras SunHee sollozaba frente a él, se sintió más perdido que nunca.

—Lo siento, SunHee... Yo, yo sólo quiero que hagamos las cosas bien —murmuró, sin descubrir su rostro.

Algo se apoderó de él. Quizá la rabia que llevaba contenida, quizá el cinismo que había aprendido de su amante. Nunca supo por qué lo hizo, pero se levantó de golpe y se acercó a ella.

—Eres una mujer hermosa —le dijo, mirándola a los ojos, con deseo en la voz. Tomó su rostro entre sus manos y la besó—. ¿Sabes lo difícil que es para un hombre joven, como yo, contenerse frente a una mujer como tú?

Las manos de BaekHyun se deslizaron por la espalda de la chica, quien se estremecía contra él. Las lágrimas dejaron de salir, para dar paso a una expresión de confusión y nerviosismo.

—¿Qué haces? —preguntó ella, aferrándose al suéter gris otra vez.

—Pues... si tú no puedes contenerte, entonces yo tampoco.

BaekHyun la besó otra vez. Su lengua se deslizó sobre sus labios rojos, sus manos la atraían hacia su cuerpo.

El crudo acercamiento fue demasiado para SunHee. Comenzó a retorcerse para deshacer el abrazo de su prometido. Lo empujó y tomó aire. Sus ojos estaban asustados, su respiración se entrecortaba.

—¡Basta!... Tienes razón, oppa. No debí haber venido. Yo... te veré el fin de semana, ¿está bien? Iremos a probarnos los trajes.

Se acercó para besar al chico en la mejilla. Secó sus lágrimas, después sonrió como siempre, como si nada hubiera pasado. Salió apresuradamente, escapando. 

Cuando SunHee se fue, BaekHyun tomó la taza de café entre sus manos otra vez. Ocupó su lugar en el sofá, frente al televisor, y continúo viendo el noticiario. Media sonrisa se dibujó en su rostro. Quizá, ChanYeol tenía razón, quizá podrían seguir así. No era imposible fingir, él lo había hecho durante mucho tiempo. Había dormido con su esposa todas las noches, le había hecho el amor, había construido una vida con ella. Mentir no debía ser tan difícil.

Sin embargo, la idea de engañar a una muchacha inocente así, pesaba demasiado en su conciencia. Mientras el café caliente rozaba sus labios, BaekHyun recordó los besos de ChanYeol. ¿Podía su conciencia pesar más que el amor infinito que sentía por su mejor amigo?


Al día siguiente, llegó temprano a la oficina. Su mente se aclaraba, gracias a lo cual, se sentía mejor. Si su felicidad requería que se convirtiera en un cínico sin conciencia, entonces así sería. No iba a perder a ChanYeol otra vez. Algo que debió haber comenzado hace tanto tiempo, y que se vio roto por las circunstancias, no quedaría desprotegido nuevamente. Esta vez, BaekHyun lucharía por ese sentimiento, aunque fuera una guerra sucia, y él se convirtiera en el villano.

Al parecer, aunque la guerra no había comenzado, ya se sentía un poco despreciado. Aquella mañana, su padrastro no le regaló el cariño y la atención acostumbrados. Su saludo fue frío y breve.

—Buenos días —respondió BaekHyun, al hombre que subía al elevador junto a él.

Usualmente, charlaban mientras subían a sus oficinas. Sin embargo, esa mañana, el señor Lee ni siquiera lo miró. Sólo asintió y bajó del elevador un par de pisos antes. BaekHyun estaba desconcertado, pero no preguntó. Pensó que había peleado con su madre o algo así.

El muchacho saludó a su asistente y se encerró en su oficina. Después de un rato de trabajar sin descanso, se recargó sobre el respaldo de su silla. Tomó su teléfono para revisar sus mensajes. Había tres alertas nuevas. Abrió el primer mensaje con un archivo adjunto. Era una foto de ChanYeol con orejas de perro, haciendo pucheros como un bebé. Estaba en algún centro comercial, haciendo tonterías. BaekHyun rió. Abrió el segundo mensaje con un archivo adjunto. El rostro de ChanYeol apareció nuevamente, sacaba la lengua, usando todavía las orejas de perro. BaekHyun rió más fuerte. Guiado por la curiosidad, abrió el último mensaje con un archivo adjunto. Una última foto de ChanYeol apareció. Había escrito algo en la palma de su mano con una pluma de tinta azul, y lo mostraba a la cámara: "Alégrate. Te amo."

Con aquel gesto, BaekHyun decidió que seguiría luchando.


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