El cuervo y el joven

192 21 3
                                    


Buscaron por toda la casa. Tara no había contestado al teléfono y no estaba por ninguna parte, tampoco estaba el coche de Dany así que descartaron que la chica hubiese sido secuestrada otra vez. Alex, Gaby y Dany estaban sentados en torno a la mesa, rezando porque al menos se dignase a contestar a los mensajes y llamadas que había hecho Gaby. Pero nada, ni rastro de ella. La puerta principal crujió al abrirse, todos quedaron en silencio esperando a quien quiera que fuera el que había entrado en la casa e hiciese algún ruido que delatase su identidad.

Se temían lo peor y mantuvieron la respiración cuando escucharon un quejido del parqué muy cercano a nuestra posición, y cuando Alex ya estaba tomando el mango de la sartén el rostro de Tara apareció por el umbral del pasillo. Estaba pálida como la nieve a pesar de que hiciera una agradable temperatura en el exterior.

—¿Dónde rayos has estado? —se adelantó Dany a preguntar. Inesperadamente, Tara esbozó una sonrisa.

—Vengo de casa de Micaela —Dany pareció retractarse de su enfado por tales palabras, pero Alex no llegaba a comprender la situación, al igual que Gaby—. Puedo curarme —Dany saltó de alegría y a pesar de que Alex y Gaby no sabían quién era Micaela también saltaron de la silla más por el susto que les dio Dany que por alegría.

—¿Eso quiere decir que no volverás a transformarte en luna llena? —dijo Gaby con entusiasmo, entonces Alex lo entendió y su corazón dio un vuelco.

—Esto... la parte mala de la noticia es que el antídoto no estará listo hasta dentro de tres semanas. Y la luna llena es en dos semanas —toda aquella felicidad se vio achicada en un instante y todos volvieron a sentarse.

—Espera un momento, ¿y si para la próxima luna llena ellos vuelven a atacar? —preguntó Alex con incertidumbre.

—¿Con ellos te refieres a los cazadores? —preguntó Tara mientras apoyaba sus manos sobre la encimera—. No creo que vuelvan a atacar esa noche, no después del susto que pasó el cazador.

su sonrisa de volvió picaresca y lanzó una mirada fugaz a Alex, que no pudo evitar esbozar una sonrisa cómplice.

—No me estoy enterando de nada —confesó Gaby con frustración.

—¿Recuerdas la última luna llena cuando pude salir corriendo? —comenzó Alex. Gaby asintió con la cabeza levemente—. Pues acabé en el sótano y me las ingenié para encerrar al cazador con Tara.

La cara de Gaby ahora era puro asombro y maravillación, al igual que la de Dany, que también desconocía tal anécdota. Estaban hablando de cosas de menor importancia cuando un viejo recuerdo salió a flote: eran finales de agosto y a mediados de septiembre Tara y Alex debían incorporarse al cuerpo de policía de Ravenview.

Cuando Alex se lo hizo saber a Tara, también cayó en la cuenta. Lo cierto era que con todo lo que estaba ocurriendo no se habían parado a pensar en que pronto serían agentes de policía de verdad, hechas y derechas.

Alex recordaba cuando el Consejo le asignó aquel puesto de policía infiltrado entre los nógices. No le entusiasmaba mucho, pero debía ocupar el puesto para así encubrir los casos de fábulas y que los nógices no se enterasen de su existencia. De hecho ya los descubrieron una vez, pero por suerte aquello quedó en el olvido y ahora solo eran leyendas en la mente humana, aunque realidades en otro mundo.

Tara fue escogida para ser policía por el simple hecho de poder mandarla lo más lejos posible. Ella, osea, El Lobo Feroz, era una de las fábulas más temidas y lo cierto era que sus mayores momentos de gloria fueron cuando toda Asteriad le tenía terror. Pero los tiempos cambiaron, y La Gran Guerra de los dos reinos (nógices y fábulas) estalló. Toda la gente de Asteriad que pudo se hizo pasar por nógice bajo los hechizos de las brujas y pudieron escapar.

Saga Exilium: I Almas de jade y ámbar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora