Promesa

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Gaby no podía describir lo que sentía al estar junto a Evan. Había electricidad entre ellos, era algo que nunca había experimentado. Y era la mejor sensación que ha tenido en la vida.

—¿Aquí es? —su voz era melodía para los oídos de la joven, pero por desgracia aquel concierto para su alma estaba llegando a su fin. El coche de Evan había parado frente a su casa, Gaby suspiró mientras pensaba qué haría cuando él no estuviese conmigo para arroparse entre sus brazos y no pudiera jugar con sus labios.

Se dieron un beso de despedida y bajó del vehículo gris con desgano pero aún con una sonrisa en el rostro. Gaby se despidió con la mano mientras veía cómo el coche se perdía entre la niebla. Era extraño, pues cuando entraron al cine el cielo estaba despejado, pero por lo visto el tiempo en Canadá no daba un respiro.

Aun así, Gaby se sentía cómoda allí, entre toda aquella nube cenicienta de tal espesura que apenas le dejaba ver mas allá de su nariz. Tuvo que hacer un esfuerzo con la vista para advertir la entrada a mi propia casa.

Dejó el bolso en el perchero de madera que había en la entrada junto a una mesa de roble en el que había una pequeña lámpara y algunos cuadros con fotos de ella y Alex. Aquellas paredes celestes le dieron la bienvenida a medida que avanzaba por el pasillo de la entrada. Llegó al salón, en él estaba Alex de pie junto a la ventana hablando con alguien por teléfono a sus espaldas.

No pareció percatarse de la presencia de Gaby, así que ésta se quedó en silencio para escuchar aquella conversación ajena a ella pero que le suscitó cierto interés.

—Pero ¿estás segura? —murmuró Alex con cierta inseguridad en su voz—. ¿Cómo que vas a venir a por...? —antes de que la chica acabara la frase, Gaby estornudó sin poder evitarlo y Alex se sobresaltó, escondió el móvil en su espalda y ambas contuvieron la respiración.

«Pillada.»

Después ocurrió lo de siempre, Alex se enfadó con ella por espiarla, Gaby le preguntó con quién hablaba, ella cambió de tema y la muchacha de cabello negro acabó en su cama escuchando Adele.

Estaba sonando el tema Rolling In The Deep en sus auriculares cuando vio la puerta de su habitación abrirse tímidamente. Gaby se extrañó de verla a ella allí de pie, sonriendo de manera inocente junto a la entrada a su pequeño castillo de paredes canela moteada de cuadros y estantes llenos de fotos y libros de toda clase. Gaby paró la música y se levantó de mi cama.

—¿Qué pasa Tara? —preguntó ante aquella inesperada aparición suya.

—Vamos a dar un paseo —espetó ella tomando a Gaby de la mano como una niña pequeña que tira del brazo de su madre en un parque de atracciones. Bajaron las escaleras hasta la cocina, donde estaba Alex sentada en una de las sillas blancas mientras ojeaba el periódico de aquella tarde de finales de verano.

—¿Ya os vais? —preguntaron unos ojos tras el diario.

—¿A dónde vamos? —preguntó Gaby con cierta intriga y curiosidad.

—Tara quiere enseñarte algo —su voz no era precisamente alegre, más bien era distraída. De nuevo volvieron a tirar de ella haciéndole salir de la habitación antes de lo que habría querido. Cuando estaba saliendo por la puerta de la cocina un susurro resonó en la habitación:
—En el bosque.

«¿Qué?»

A Gaby no le dio tiempo a formular aquella ansiada pregunta cuando ya estaban de camino a dondequiera que fuera a llevarla.

—Esto... ¿a dónde vamos? —se atrevió a decir de una vez por todas.

—A la montaña —contestó ella con una nostálgica sonrisa.

Saga Exilium: I Almas de jade y ámbar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora