La bruja púrpura

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Hubo un instante en el que pareció pararse el tiempo, el vuelo de los pájaros, la respiración de Tara y la vida en general. Pero solo lo pareció, porque después de aquella sensación todo ocurrió muy deprisa. Kellen intentó arrancarle el cuello de un mordisco, pero solo se quedaron en dentelladas al aire, ya que la chica logró esquivarlas todas. No sabía ni cómo.

Al par de minutos Kellen pareció rendirse y se dedicó a poner su hocico a unos centímetros de su cara para gruñirle e intimidarle. Tara intentó mantenerse callada, pero su garganta hardía y el corazón daba martillazos en su pecho: un profundo gruñido salió de su garganta sin poder evitarlo.

Primero el gruñido, después las garras y colmillos. Sus ojos se volvieron áureos y brillantes como si tuvieran luz propia. No pudo parar aquello, era como si fuese arrastrada por las feroces olas mar adentro. Se estaba hundiendo poco a poco.
Tara aprovechó una pequeña oportunidad para alzar las piernas, ponerlas contra el pecho del animal y presionarlo con la suficiente fuerza como para poder lanzarlo por los aires y liberarse así de su agarre.

La chica se puso en pie a la mayor velocidad que pudo, vio cómo esa gran bestia gris saltaba otra vez sobre ella, pero reaccionó a tiempo y justo cuando iba a tirarse sobre ella se agachó, deslizándose bajo él por el verde suelo y quedando justo a sus espaldas.

Había conseguido despistarlo lo suficiente como para darle tiempo a subir a su lomo y agarrarse a su grueso cuello. El lobo comenzó a zarandearse, Tara se agarraba más hasta el punto en el que la sangre comenzaba a brotar de entre su pelaje: no quería hacerle daño, pero era eso o morir.

Tara creyó tener la situación controlada, hasta que Kellen decidió dejarse caer hacia atrás, aplastando a la muchacha bajo su increíble peso, sus huesos crugieron, sintió los músculos desgarrarse dolorosamente y el aire se le escapaba de los pulmones a cada instante.

La chica se sintió desfallecer, su mundo comenzaba a verse borroso y oscuro. Dejó de escuchar sus propios latidos y pronto se dejó llevar por las olas hasta que se hundió en lo más profundo.

Gaby tenía la frente apoyada en el cristal de la ventanilla del coche mientras veía el paisaje pasar a toda velocidad ante sus ojos, vacíos y aterrorizados por el miedo, no pensaba en nada, su mente parecía haberse desconectado.

—Gaby —le llamó alguien. No hizo mucho caso y continuó mirando cómo el paisaje comenzaba a hacerse más oscuro y rojo—. Gaby —de nuevo la llamaban, ni siquiera se molestó en parpadear para ver cómo de pronto las montañas del exterior se habían cubierto de sangre. El coche se había parado. Ahora frente a Gaby estaba una sombra negra de ojos amarillos y mortífera dentadura. La ventanilla había desaparecido, ahora nada impedía a aquella bestia voraz quitarle la vida entre sus fauces

—GABY —el lobo pronunció el nombre de la joven con su grave y áspera voz para luego lanzarse sobre ella.

—GABY —le gritaba Alex mientras la zarandeaba con desesperación. Sus ojos miraban al vacío, su boca se encontraba semi abierta, su piel era pálida como una sábana y parecía frágil como el papel. De golpe y porrazo, la chica pareció volver en sí, se sobresaltó y dejó escapar un grito ahogado, miró a Alex fijamente, tanto que algo en su interior comenzó a doler.

Por su mejilla derecha cayó una pequeña lágrima perdida, sin rumbo, en ella se podía ver reflejada toda la tristeza y sufrimiento por el que pasaba en aquel instante.

—Joder, qué susto nos has dado —susurró Alex, abrazando a su amiga sin dudarlo un segundo. Cameron y Carl pudieron respirar tranquilos—. ¿Estás bien? —le preguntó con lentitud para que la entendiera con seguridad. Ella asintió con la cabeza poco a poco.
—¿Crees que puedes levantarte?

Saga Exilium: I Almas de jade y ámbar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora