Presentación

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~Astarth, esa soy yo, viviendo en el caótico y sucio mundo de mi padre. Encerrada por ser como soy, por el miedo a lo que pueda pasar... Por asco. Yo, este ser despreciable para algunos, fruto del desgraciado y mortal amor entre una vampiro y un humano, mi padre, con el que actualmente resido. 20 años he pasado encerrada en esta habitación que he llenado con dibujos y pinturas, buscando un atisbo de luz en la oscuridad de mi realidad.~

Con un suspiro me levanto de la cama que siempre me tiene en vela y quito con cuidado los amarres de mis pies, esos que me impiden levantarme y comerme a mi padre en mis peores días de la semana, como buen demonio que soy. Arranco un dibujo más de los muchos que hay en la pared para así poder sumarlo a sus compañeros, esos que estaban hechos con ilusión y cariño, que esperan silenciosos en el fondo de mi papelera. Abro la puerta y la dejó seguir su camino de rotación hasta que choca bruscamente con la pared, ~siempre hay algo que cortará tus alas, querida~ pienso mientras llego a la cocina pasando la puerta del baño y la habitación de mi padre, quien ahora se encuentra mirando profundamente su taza de café negro llena hasta el borde.

- Buenos días, ¿te espera un largo día?- le pregunto dándole un suave toque en la espalda. Mi padre, ante la sorpresa, da un pequeño brinco fruto del susto y me mira.

- Sientate, pequeña, tenemos que hablar.- Me mira serio mientras busca algo en el bolsillo de su bata.

- Papá, ya te he dicho que no quiero que me des la charla del sexo, soy lo suficiente mayor para saberlo y...

- Calla y lee.- Me interrumpe alzando una carta hacia mi lado de la mesa. La recojo de su mano temblorosa, la abro y comienzo a leer en voz baja.

- Papá...- Mis ojos se abren como platos al terminar de leer el escrito.- ¡PAPÁ!- Levanto mi mirada y la clavo acusatoriamente sobre él.- ¿¡Cómo se te ocurre!? ¡Yo tengo amigos aquí!

- Mentira.- Rechaza mi queja con un movimiento de cabeza.

- ¡Vale, pero te tengo a ti y no puedo irme!- Me levanto y camino hacia la salida de la cocina.

- Mentira.- Me mira, puedo intuir su dolorosa mirada clavada en mi espalda, pero no me giro.- Yo moriré y tú seguirás aquí, cariño, llegará un día en el que estarás sola y nadie podrá ayudarte.- Ahora si lo miro, con lágrimas en los ojos. Me acerco a él y, sentándome en su regazo, le doy un enorme abrazo compartiendo así nuestros sollozos.- Creeme, pequeña, es lo mejor para ti.- Le miro y le doy un suave beso en la mejilla.

- Está bien, prepararé mis cosas para irme. En carta dice que debería llegar a la institución en una semana... Debería salir ya.- Separé el abrazo y me encaminé a mi cuarto, sacando la maleta de debajo de mi cama y comenzando a guardar toda mi ropa.

- Nunca pensé que vería a un demonio comportarse como un ángel, estoy muy orgulloso de ti, cariño, ¿lo sabias?

- Papá, no hagas esto más difícil, solo ve y arranca el coche, acabaré enseguida.

- De acuerdo.- Me da un rápido beso en la frente y sale de mi cuarto. Dos horas y veinticuatro pitidos de mi padre después, salgo de la casa en la que solía vivir y ponemos rumbo al aeropuerto, donde cogeré el avión para ir a la institución para monstruos. ~Por lo menos allí no me tratarán como a un bicho raro~, pensé.

Ángeles entre demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora