La sala de la verdad

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(POV Astarth)

Entré en la habitación y cerré la puerta fuertemente con el pie. Caminé sin ganas hacia la segunda cama que ocupaba la parte derecha del cuarto y me tiré pesadamente sobre ella. ¿Por qué me siento confundida? No ha sido más que un beso, ¿no? Solo ha sido una broma de mal gusto, ¿verdad? Sí, tiene que ser eso... ¿Pero por qué me siento así? Tal vez...

Dejé de pensar en el "genial" compañero de aventuras que había conseguido y centré mi visión en una pequeña neblina negra alilada que apareció sobre la cama de mi compañera de cuarto. La masa comenzó a doblar su tamaño hasta que consiguió inundar toda la superficie de la cama y se volvió más densa. Desapareció a una velocidad vertiginosa y, en su lugar, apareció una sonriente Ormah, vestida de un completo color oscuro. Su larga melena negra se acomodaba perfectamente a su figura y su muy bien peinado flequillo dejaba a relucir uno de los radiantes ojos color esmeralda. Sus dientes, blancos como la nieve, quedaban a la vista entre sus hermosos labios pintados de rojo intenso. Dos colmillos destacaban en su dentadura. Ladeando coquetamente su cabeza, se levantó de un chasquido de su posición y se sentó a mi lado.

- Mi pequeña Astarth, he estado investigando sobre tu novio...- La miré fijamente y aumentó el volumen de su sonrisa.- No malpienses, no me atrae nada, pero... ¿Sabes realmente quién es?- Alzó una ceja. Asentí. ¿Asentí? ¿Realmente sabía de quién se trataba?

- Claro, él... Él es Bäel... Un demonio, como yo...- Alzé mi mirada hacia el techo.

- Y que demonio... Es Bäel, el tramposo, el mayor aliado de Velziuz...- Suspiró con su sonrisa todavía presente.

- ¿Nunca dejarás de sonreír?- Me levanté y me senté frente a ella cruzando las piernas.- ¿Y quién es ese Velziuz, si se puede saber?- Realmente no comprendía nada, mi vida se resumía en levantarme, ir a clases, comer, estudiar y dormir... Jamás había sabido nada de "mi mundo" y todo me resultaba demasiado confuso.

- ¿Qué quién es? ¿Qué quién...?- Soltó una carcajada.- Tu Dios, mi vida... Y el mío...- Llamaron tres veces a la puerta y, rápidamente, Ormah se posicionó en su cama y ambas dirigimos nuestra mirada hacia la puerta.- No digas que te he contado nada, esa no es mi misión...- Me susurró antes de que la puerta se abriera de golpe.

- Señoritas, buenas noches.- Ante nosotras apareció una mujer de no más de treinta años, con el pelo tintado de un color pálido rozando el gris más claro. Su sonrisa, forzada como su postura, hace marcar con fuerza el resto de sus facciones. Su mirada se clavó en mí y contemplé como sus ojos no tenían color, eran simplemente blancos.

- Decana.- Saludó Ormah, colocándose erguida sobre su posición y mostrándole una sonrisa forzada.

- Astarth, debemos hablar, acompáñeme si es tan amable.- Dijo sin responder al saludo de mi compañera y, sin mediar una palabra más, se colocó a la salida de la habitación, psicionándose de lado esperando mi salida. Miré confusa a Ormah, quién puso los ojos en blanco.

- Ahora te explicará el porqué de tu ingreso en esta institución... Si te aburre, que lo hará, no bosteces...- Sonrió una vez más regalándome un poco de comfort y me señaló la puerta con la mano.- Ve, no creo que te coma...- Asentí y salí rápidamente del cuarto. Sonreí nerviosa a la mujer y ella, como imaginé que era habitual, no me devolvió el gesto.

- Acompáñeme.- Comenzó a andar rápido y decididamente. Le seguí dando todo de mi, pues casi tuve que correr para alcanzarla. Llegamos a un gran portón de madera en el que había talladas numerosas imágenes y símbolos. La curiosidad se apoderó de mí.

- ¿Qué son todos esos símbolos?- Pregunté mientras ella abrió la gran puerta y se internó en la habitación. La seguí.

- Todo a su tiempo, querida... Ahora...- Encendió las luces de la sala con una suave palmada.- Le contaré toda la verdad.

Ángeles entre demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora