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 Mi última oportunidad


Desperté con el ruido que se originaba afuera de mi cuarto, aún estaba un poco dormida y escuche a la enfermera algo alterada, gritaría si tuviera permitido gritar.

No sé qué hora es ¿cuantas horas abre dormido?

-No sé a movido de ahí en todo el día –dice la enfermera en todo de enojó –estoy muy preocupada por su situación. No come, no sale de ahí, todo el día se la pasa dormida.

-Es normal, es nueva aquí el cambio de la vida que llevaba a esta es un gran proceso.

Es la voz de un hombre, apenas si logró escuchar lo que dice después, tiene la voz bastante gruesa, me recuerda a mi padre, aunque si de algo estoy segura es que no es el.

Se dejan de escuchar las voces y al mismo tiempo empiezo a escuchar el gruñir de mi estómago. Tengo hambre, pero me dije a mi misma que no saldría de aquí, así que tendré que reprimir mi hambre.

Pasa mucho tiempo, o al menos yo lo siento así. Cuando estas aburrido el tiempo se te hace eterno.

Pienso en mis padres y no puedo evitar sentirme triste.

¿Qué habrán pensado cuando sabían que tenían que dejarme aquí? ¿Los habré decepcionado con lo que hice? ¿De verdad pensarán que estoy...

El sonido de la puerta me saca de mis pensamientos. No contesto, pero sabiendo que aun así van a entrar me tapo completa con la cobija. Escucho como alguien entra, sus pisadas son cuidadosas como si no tuviera prisa.

-Morirse de hambre no es la mejor manera de morir –es el señor que estaba con la enfermera que estaba hablando de mi –me gustaría que salieras, estoy seguro que aquí adentro es severamente divertido, pero afuera esta mejor. Te dejo esto por aquí. Espero verte un día afuera preciosa.

Escucho como se marcha, sin esperar una respuesta de mí. Me quito la cobija y en el suelo hay un plato blanco y una galleta enorme en él. Me levanto y tomo la galleta, estaba recién hecha, caliente y de ella salía ese aroma dulce que hacía que mi estómago sonara aún más. La mordí, estaba deliciosa, no podía creer cuanta hambre tenía hasta que le di el primer mordisco a esta galleta.

Cuando termine mi galleta, me quede ahí en el suelo de ese frío cuarto pensando en mí, en mi vida y en lo que había dicho ese señor. No entiendo como afuera pueda estar mejor con toda esa gente rara, la verdad no sé, nunca en mi vida me había llamado la atención investigar sobre lugares como este, pero para que leer una investigación sobre este lugar cuando estoy aquí.

Me levanté y abrí la puerta de la habitación y saqué la cabeza, no había nadie en los pasillos de los dormitorios. Camino con paso lento por todo el pasillo, no sé a dónde voy, pero esa es la parte que más me gusta de todos los lugares que no conozco, explorar.

Llego a un patio recuerdo este lugar porque fue por donde pase para llegar a mi habitación el día que llegue. Veo el patio vacío, no sé dónde está toda la gente, pero este silencio y tranquilidad me encantan.

-Hasta que sales –dice la enfermera que camina directo a donde estoy –Creí que nunca ibas a salir de ese dormitorio. Pero anda ve al comedor, todos están ahí.

Para cuando llego al comedor ya hay demasiado ruido alrededor. Me quedo un momento pensando si entrar o no. No sé cómo voy a sobrevivir en este lugar, pero debo de intentarlo, tal vez sea mi última oportunidad para ser feliz y aunque sea en un lugar como este debo de intentarlo.

Abro las una de las grandes puertas del comedor y veo muchísimos niños, todos están sentados en las mesas comiendo, al parecer todos están aquí. Me adentro y busco un lugar para poder sentarme. Me siento en la primer mesa que veo que está sola, no quiero estar con nadie, no me siento parte de aquí.

Una enfermera que nunca había visto me lleva un plato con sopa, me pongo a comerla sin más. Escucho el ruido de la puerta otras dos enfermeras entran una lleva a un niño y lo llevan hasta dónde está mi mesa, lo sientan y simplemente lo dejan ahí. Es un niño bastante extraño, su cara no tiene ninguna expresión, mueve las manos como si estuviera nervioso y tiene la vista clavada en la mesa, de ahí en fuera podría pasar como un niño normal, es un poco moreno de piel, tiene cabello negro perfectamente peinado y lleva una ropa que hace que parezca de esos nerds de la escuela.

-Oye ¿estás bien? –me atrevo a preguntar.

No hay respuesta de su parte, el sigue moviendo las manos y viendo a la mesa, ni siquiera se tomó la molestia de voltear a verme cuando le hice la pregunta.

-Me llamo Gabriela y tu ¿Cómo te llamas? –le pregunto alzándole la cara para que voltee a verme.

No hay respuesta de nuevo, no entiendo porque no me contesta ¿será sordo? Tal vez solo es como todos los niños que están aquí, incluyéndome.

Vuelvo a mi comida, llega una enfermera y se sienta a su lado, lleva un plato con sopa igual al que yo estoy comiendo y en la otra mano lleva un vaso con agua, en cuanto la enfermera pone el vaso en la mesa toda la atención del niño pasa al vaso y después al plato con sopa. La enfermera le da de comer en la boca y es cuando me atrevo a preguntar.

-¿Qué es lo que tiene? –pregunto tímidamente.

-Autismo –responde sin más.

-¿Autismo? ¿Qué es el autismo?

-Un trastorno querida –dice mientras sigue alimentando a mi compañero de mesa –los niños con autismo viven dentro de su propio mundo en su cabeza y no son capaces de percibir el mundo exterior.

-¿Por eso no me contesto lo que le pregunte? –tal vez haga muchas preguntas, pero la curiosidad me está matando –¿Puede hablar?

-Si fue exactamente por eso –se voltea a verme para contestar mi siguiente pregunta –hay algunos niños con autismo que son capaces de hablar y unos que no, pero Alberto nunca ha hablado y tal vez nunca lo haga.

Alberto, así es como se llama, la enfermera le da un poco de agua y se levanta agarra los trastes tanto de mi comida como la de Alberto y se marcha.

-¡Espere!

Escucho como se queja Alberto y se tapa los oídos rápidamente. La enfermera va corriendo hasta donde estoy y le susurra unas cosas a Alberto y luego me voltea a ver.

-Creo que tendrás que ser más cuidadosa, los niños autistas son muy sensibles a los sonidos y claro un sonido fuerte lo lastima.

La enfermera se va y me deja ahí pensando en el trastorno de Alberto, necesito saber más sobre lo que tiene. Tal vez aquí alguien me explique bien lo que está pasando. Me levanto de mi lugar y en ese momento empiezan a llegar muchas enfermeras al comedor y cuidadosamente veo como empiezan a sacar a los niños. De un momento a otro ya tengo a una enfermera detrás de mi diciendo que es hora de ir a la sala de aprendizaje.

Salgo del comedor y nos adentramos a un pasillo al cual nunca había ido, no sé por dónde ir así que sigo a la multitud de enfermeras y niños que caminan todos en la misma dirección. Cuando terminamos de caminar el gran pasillo veo una gran ventana y en ella veo el anuncio de este lugar.

HOSPITAL PSIQUIATRICO PARA NIÑOS.

Y en ese momento me doy cuenta de que tal vez nunca saldré de aquí.

Sin salida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora