Un poco de música
Tiene ya un año que perdí la esperanza de salir de aquí, sé que nadie vendrá a sacarme y deje de llorarles a mis padres cada vez que venían que me sacaran. Pero aun con todos en mi contra yo no pienso quedarme aquí, de que voy a encontrar algún modo de salir no tengo ninguna duda.
Por la tarde la enfermera llega a decirme que es hora de que baje a cenar. Me puse mis zapatos y bajé lo más rápido que pude. Al llegar al comedor noté que había más ruido de lo normal, todos los niños estaban descontrolados aventando la comida, no había ninguna enfermera a la vista, no sabía que pasaba sí que salí de ahí y me dispuse a buscar a algún adulto. Vi a mi enfermera y corrí tras ella.
-Enfermera Lupe, los niños están descontrolados en el comedor –dije agarrándola del brazo para que volteara a verme.
-No me importa, por mí que se maten en el comedor si es necesario –dijo soltándose bruscamente de mi mano –mucho mejor, ya no tendré que estar cuidando niños estúpidos.
En ese momento me subió una rabia por todo el cuerpo y me atreví a soltarle un golpe a la enfermera, ella se enojó y me tomo por el cabello y me llevo a rastras hasta mi habitación.
-Y da gracias a dios que no te agarre a golpes ahorita mismo, la cosas ya no son como eran cunado llegaste –decía mientras me aventaba dentro de mi cuarto –te voy a hacer la vida imposible maldita asesina.
Cerro la puerta de mi cuarto y mi rabia se había convertido en tristeza, comencé a llorar. "yo no soy una asesina" me repetía una y otra vez, estaba convencida que no lo era, pero si ni mis padres me creyeron menos gente que me odia.
Al día siguiente fui adarme una ducha rápida y fui al cuarto de aprendizaje, ahí estaban todos los niños muy tranquilos, como si lo de ayer nunca hubiera pasado. El profesor que nos enseña sobre las materias escolares ha sido la persona más amable que he conocido en este lugar, siempre me da libros para que lea y me escucha cuando tengo algún problema, lástima que solo lo vea una vez a la semana.
Cuando termina su clase me escondo detrás de un pequeño mueble para que nadie me vea mientras, observo como las enfermeras se llevan a todos los niños y dejan a Alberto sentado en una silla, el profesor jala una silla hasta quedar frente a Alberto y empieza a hablar con él, como si él fuera a contestarle, no entiendo porque hace eso así que me atrevo a salir de mi escondite.
-Sabes que nunca le va a contestar ¿verdad?
-Nunca pierdo la esperanza –decía mientras se levantaba de su silla para mirarme –creo en la curación de todas las personas sin importar su condición.
-Los milagros no existen.
-Tengo fe ciega que con un poco de amor se puede tener un milagro.
-No tengo amor por nada, lo que significa que nunca saldré de aquí –digo reprimiendo mis lágrimas –ese sería mi único milagro.
-Algo debe haber en tu corazón que ames, cualquier cosa.
-La música –dije mientras mis ojos iban al piano que estaba detrás de el –es lo único que ha hecho que no muera de depresión en este lugar.
- ¿Tocas el piano?
-Cuando no viene, no tengo con quien hablar y los días en este lugar son aburridos, así que vengo desde hace un poco más de cinco meses a tocar el piano.
-Es impresionante la gran niña que eres, tan solo 11 años y eres prácticamente un adulto.
-No quiero ser un adulto nunca.
La mirada del profesor fue hacia el suelo, tomo un gran suspiro y dijo.
- ¿Quieres tocar un poco para nosotros?
Voltee a ver a Alberto, seguía ahí sentado, sin hacer el mas mínimo ruido o si quiera moverse, no creo que pueda escucharme, pero aun así asentí con la cabeza y me acerque al piano, cuando me senté frente al piano me sentí relajada, tenía mucho tiempo que no sentía tanta tranquilidad.
Toque un par de canciones y el profesor me felicito, decía que tocaba muy bien, le agradecí y me fui de allí, sentía una sensación muy extraña, un calor de hogar que no sentía desde hace mucho.
No podía dormir esa noche de nada mas pensar en esa sensación extraña que sentía, salí de la cama y me fui corriendo hasta estar de frente al piano otra vez, me senté en el banquillo y comencé a tocar de nuevo, esta vez una canción más lenta, que me recordaba a mi casa, toque y toque hasta que mis dedos no dieron más. Me levanté y cuando me disponía a irme a mi cuarto vi sentado en una de las sillas del salón a Alberto, solo que ahora lloraba y me veía.
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Sin salida.
Teen FictionMi estancia aquí es un accidente, no tengo por que estar aquí. No me siento igual a los demás, no me veo igual a los demás. Entonces... ¿Porque estoy aquí?