Prólogo

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El niño miró la sombra frente a él, la curiosidad tan propia de su edad reflejada en el brillo de sus pequeños ojos cuando alzó la vista y se encontró con la figura ya conocida; varias veces le había visto caminando por las mismas calles y sentía que su cabeza iba a explotar si sus preguntas no eran contestadas hoy mismo, así que cuando la sombra se detuvo para contemplar la inmensidad del cielo, el niño preguntó:
—¿Quién es usted? ¿Por qué no puedo verle la cara?

La sombra le miró con atención y una gran sorpresa, aunque el niño no pudiera verlo y la incomodidad del silencio lo impacientara.

La sombra ladeó la cabeza ante el pequeño a unos metros de distancia, el cual no debía de tener más de siete años de edad; sus cabellos de un extraño color entre rubio y gris y su piel era casi traslucida, como si no hubiera descansado adecuadamente en un largo tiempo o no le diera el sol muy seguido.

Y desde el fondo de su alma, se extrañó, puesto que los humanos no deberían ser capaces de verle ni mucho menos los niños, que rebosan del ángel guardián que los guía hasta la adultes y que siempre se aseguraban de que sus pequeños no se hallaran solos en ningún momento, pero este niño no tenía a nadie a su alrededor.

—Sólo dime Señor Sombra.

El niño le miró con una radiante sonrisa, como si eso fuera suficiente para satisfacer su infinita curiosidad, pero el señor sombra lo sabía mejor y no se sorprendió cuando el niño volvió a preguntar.

—Señor sombra... ¿Por qué usted siempre está solo?

Entonces la sombra sonrió y nuevamente volvió la vista al cielo.

—Porque ese es mi castigo.

➀ Sr. Sombra➧Ƴɱ [Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora