➀ Sr. Sombra➧Ƴɱ [Corrigiendo]

I

—¿Señor Sombra, porque nadie puede ver los hilos rojos colgando de sus dedos?

El señor sombra lo miro sorprendido, y luego carraspeó.

Ni siquiera él podía ver el hilo rojo del destino.

—Bueno, si los humanos lo vieran... —detuvo su andar y con una de sus manos acarició su barbilla, especulando en su mente y tras una debida pausa respondió lo que dentro de él creyó correcto:—. Probablemente evitaría que eligiesen con libertad. —asintió nervioso—. Todos tenemos derecho a elegir nuestro destino, incluso un pequeño niño como tú.

El niño le miró como si aún no pudiera entenderlo del todo y el señor sombra no podía culparlo por ello, pues hasta para él estos temas eran demasiado complicados y normalmente prefería evitarlos. No era extraño que todos dejaran que los traviesos querubines inventasen historias para explicarlo, aunque la mayoría resultarán ser mentiras blancas.

—¿Por qué? ¿No sería más sencillo que lo vieran?

Comenzó a sudar, esto se estaba volviendo difícil para él, él solo era una sombra no cupido.

—Lo sería, pero ya no aprenderían de las consecuencias que traen las malas decisiones.

Después de un prolongado silencio, dirigió la mirada al pequeño al no escucharle preguntar más, parecía pensar en algo de suma importancia porque inclusive había fruncido el ceño.

De pronto, el niño se giró para verle y  rápidamente se acercó a él, lo que le hizo trastabillar de la sorpresa.

Este chico un día lo mataría de un infarto.

—Señor Sombra, me lo he estado preguntando y aún no lo sé, ¿A dónde llevan todos esos hilos?

La sombra le miró detenidamente, realmente ni él sabía con certeza.

—No estoy seguro... Pero cupido siempre dice que te guían a tu alma gemela. —vio al niño bajar nuevamente la mirada al suelo y comenzó a ponerse ansioso al pensar que había dicho algo indebido—. Pero no le creas, ese tipo es bastante raro —agitó las manos impaciente, y al no recibir respuesta decidió mirar hacia otra dirección.

—Señor Sombra.

Escuchó ser llamado por el más pequeño y le miró.

Extrañamente sus ojos brillaban inclusive más que cuando se conocieron hace un par de años.

Y cuando le sonrió, su corazón se agitó.

—¿S-si? —respondió torpemente y quiso darse una bofetada al sentirse inferior a un niño de diez años, enserio, ¿Qué pasaba con él?

—¿Entonces, usted es mi alma gemela?

¿Eh?