Bienvenid@ a la vida de los signos.
Todo el Zodiaco en el mismo instituto.
Enredos, drogas, infidelidades, amor, sexo sin compromiso y más.
Porque la vida es un agujero del que no podemos salir, no todos vemos el mundo como un lindo lugar.
A veces...
Su cabeza le mataba, y se sentía enfermo. Quería saber si Tauro todavía le amaba, aunque el brillo de sus ojos había desaparecido. Que Tauro lo jurara con el corazón.
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Lo tenía todo... Y en un momento lleno de desesperación... Todo se fue a la mierda.
Debía escapar.
El hombre estaba en sus sueños, no le dejaba dormir con tranquilidad. Todavía podía escuchar el estruendoso disparo del arma de fuego, aturdiéndolo al punto de ni siquiera poder reaccionar y pensar con cordura lo que había hecho. No tuvo tiempo para eso, simplemente jaló el gatillo con sus delgadas y temblorosas manos, la fuerza del disparo que casi le hace caer sobre su espalda.
Su cabeza hecha pedazos, sangrando y muriendo con rapidez.
Era un monstruo. No había excusa alguna. Había otras soluciones, pero el miedo invadió su débil mentalidad en aquel momento tan crítico y tomó el camino fácil.
¿Tauro podría amar a un monstruo?
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La puerta de su habitación se abrió, el rechinar y la luz colándose se lo avisaba. Era él. Tauro, su novio. La persona que más había amado en su corta vida.
No había tiempo de pensar en nada.
—Cáncer —lo llamó. Él no respondió.
Perdió la noción del tiempo, sintió que ya no sabía nada por un segundo, lo único que sabía era que ellos iban a buscarlo y no eran matones cualquiera. Estaban ahí, como la muerte. Avisando lo que le esperaba en el futuro gracias a la elección que había tomado, es increíble como una decisión puede cambiar el rumbo de la vida de una persona.
Tal vez estaba destinado a que sucediera, quizás se equivocó y arruinó su propia vida por Tauro, ya no sabía en qué pensar.
—Ellos vienen por mí —dijo con la mente en blanco.
El pelirrojo le miró con sorpresa.
Tauro, oh, Tauro. La persona a la que más había amado, la persona a la que le dedicó una muerte, la única persona por la que se atrevería a hacer semejante acto tan atroz.
Estaba muy enamorado de él.
Pero cuando él se marchó aquella noche, las paredes se cerraron y ya no estaba el pelirrojo para abrazarlo y susurrarle que todo estaba bien, aunque mintiera para hacerle sentir bien. Abrió la ventana y se colgó del árbol para bajar con cuidado del segundo piso.
Y luego corrió.
Corrió sin rumbo alguno, sin tener idea de a donde iba, como un perro callejero. Aquel sentimiento de desesperanza, como si nada le esperara en el futuro. Simplemente le venía a la mente una imagen totalmente en negro. No había nada ahí, nada más allá y solo Tauro para aferrarse a su pasado y presente.
Pero solo traía problemas a Tauro, ¿verdad? ¡Tenía que estar lejos! Era lo mejor, ¿cierto? Sólo así el podría ser feliz, sin todos esos asesinos esperando en el patio trasero, vigilando. El muerto lo seguiría solo a él, aunque rogara por su alma.
Estaba obscuro, hacía frío y los pies le dolían. Ya no sabía dónde demonios se encontraba.
Quería volverse sobre sus pasos, pero una mano y un pañuelo bañado en alcohol se lo impidieron. Estaba mareado, débil y nada parecía tener forma. Solo sabía que alguien lo sostenía y aquello que veía era el cielo, y todo se obscureció de pronto.
Despertó confundido, adolorido y con ganas de vomitar por el olor a muerte, putrefacción y otros olores que conocía bien pero no deseaba pensar en ellos por el asco que le daba. Cuando su vista se aclaró, se dio cuenta de que estaba en algo parecido a una bodega, obscura y húmeda.
Cáncer podía ver eso a través de los barrotes de su celda, sí, cual animal salvaje.
Solo fue el incio de su pesadilla, la tortura y la experiencia más traumática que había sufrido. Los hombres no le hacían preguntas, solo se burlaban de él, lo golpeaban y le obligaban a hacer muchas cosas vergonzosas y asquerosas. Lo alimentaban como si fuera una bestia de circo, tirándole sobras al suelo. A la hora de ir al baño dos hombres armados y corpulentos lo solían acompañar, incluso a veces le obligaban a hacerlo mientras ellos le miraban. Solo en ocasiones podía bañarse, y era como en la prisión, solo le daban con una manguera y hasta le daban presión para que fuera doloroso.
No supo identificar dónde estaba, solo sabía que era de día cuando los hombres iban torturarlo y de noche cuando todo estaba obscuro y silencioso. Parecía haber olvidado cómo hablar, porque lo único que podía hacer con sus cuerdas vocales era gritar de dolor y soltar alaridos tristes.
Un día lo sacaron de su celda con una correa atada a su nuevo collar de metal, que dolía y pesaba mucho, fue llevado al centro de la bodega donde encontró a otra persona en sus mismas condiciones. Pero dudó de que aquello fuera una persona en realidad. Unas largas, caminando a cuatro patas, delgado, pálido y mirada perdida, con una hostilidad mortal.
—Tenemos noticias de tus amigos —habló un hombre de los presentes —, si quieres saber lo que está pasando... Entonces mátalo —le dijo a Cáncer.
No iba a matar a otra persona.
El chico se lanzó a Cáncer como una bestia, rasgó su maltratada ropa, le rasguñó la piel y clavó sus uñas en él. No mataría a el pobre chico, pero ese chico mataría a Cáncer si no hacía algo.
Como pudo, peleó con el a puñetazos, patadas y algunas llaves que Tauro le había enseñado. Y logró dejarlo inconsciente, no le extrañó, el chico era violento pero débil por la falta de comida, agua y el constante maltrato.
—No voy a matarlo —dijo Cáncer con firmeza, por primera vez. Le dolió mucho verlo así.
El hedor a sangre le daba aún más fuerte, tenía ganas de vomitar. ¿Cuánto tiempo había pasado en aquel lugar?
—Supongo que eso cuenta—dijo el mismo hombre mientras sostenía un teléfono bastante extraño —. Tus amigos ahora mismo vienen hacia acá.
Cáncer sintió terror y un pequeño rayo de esperanza.
—Horrible, ¿no? La verdad es que tus amigos no tenían que arriesgarse de este modo —dijo el hombre caminando alrededor del pelirosado —. Solo buscamos la cabeza de Escorpio.
Cáncer abrió los ojos impresionado.
—¡¿Porqué?! —gritó, su voz estaba ronca y le dolía la garganta como el infierno.
—Bueno, digamos que él nos estaba ayudando y luego creyó que podía dejar el negocio así como así —explicó —. Era uno de los mejores entre nosotros y nos traicionó.
Todo parecía comenzar a tomar sentido, Escorpio... Todos escondían cosas.
En shock, fue llevado a la celda a rastras de nuevo.