Due.

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—No. —contestó LuHan mientras cerraba los ojos. —Esta es mi despedida; mi último deseo. —susurró, liberándose del agarre de SeHun.

El alto no podía creer lo que estaba escuchando, ¿cómo era posible que todo se acabara sin poder dar una razón? Era simplemente imposible.

—Déjame explicarte. —habló desesperado.

—No hay nada que explicar. —dijo LuHan con una sonrisa, conteniendo las lágrimas que intentaban escapar de sus ojos mientras retrocedía al mismo tiempo que SeHun buscaba atraerlo a sus brazos de nuevo.

La esquina de su labio ardía más que nunca por su anterior impulso y el dolor en su mentón era intenso después de la cálida y suave caricia que el pelinegro le había dado.

—Tengo que explicarte todo, LuHan. Por favor. —pidió con aflicción.

—Lo dejaste todo muy claro hace años. —mencionó el castaño. —De hecho, te citaré: "No lo conozco"; "no sé porqué demonios lo hizo"; "¡Aléjate! No me gustan los hombres". —finalizó y rió con amargura.

—Sabes que eso no es cierto, LuHan. — dijo, intentando acercarse una vez más y fallando al observar como el otro volvía a retroceder.

—Es verdad, SeHun. —suspiró. —Unos días después anunciaste tu compromiso con una linda chica. —recordó LuHan, dejando que las lágrimas bañaran sus mejillas otra vez, intentando mantener una sonrisa  llena de tristeza pintada en los labios y finalmente, desviando la mirada hacia el suelo para ocultar su amargura.

El pelinegro lo observó con los ojos cristalizados por lo mierda que había sido y no pudo soportar ver como el hombre que amaba aún seguía sufriendo por su causa.

No le importó que LuHan siguiera intentando retroceder y se acercó bruscamente, envolviéndolo en sus brazos y arrullándolo tiernamente.

Al instante, el hombre forcejeó intentando alejarse pero al final se dio por vencido, dejando que su cabeza descansara sobre el pecho del otro, mientras sus brazos caían con peso muerto hacia los lados y sentía los temblores apoderarse de su cuerpo, deshaciéndose en suaves sollozos.

—Te desgracié la vida, mi dulce LuHan. —murmuró SeHun más para sí mismo, acariciando el cabello del otro y, como si quisieran recordarle con creces su error, los sollozos del hombre llegaron con más fuerza a sus oídos al final de aquella frase.

El castaño se sentía como un verdadero imbécil por llorar aún después de tanto tiempo. SeHun era su punto débil, fue y seguía siendo el amor de su vida. Pero estaba destrozado y construir una barrera en su jodido corazón no le había sido tan fácil como para caer por unas simples palabras. No dejaría que el volver a verlo le afectara. Se alejaría e intentaría seguir con su vida. Después de todo, no conocía a este SeHun y puede que nunca lo haya conocido en realidad.

Luego de intentar calmarse, empujó a SeHun y se limpió las mejillas.

—Vete. —ordenó con la voz ronca.

—No lo haré. —negó SeHun.

No podía irse; intentaría todo lo que estuviera en sus manos para recuperar al único hombre que verdaderamente había amado.

—Entonces me iré yo. —mencionó el castaño antes de darse la vuelta e intentar huir de una vez por todas.

SeHun sintió una presión en su pecho, no podía dejar que se marchara sin antes hacerle saber un par de cosas.

Caminó a paso rápido, alcanzando al otro hombre, abrazándolo por la espalda, logrando que detuviera su firme paso.

—Seguiré buscándote y no dudes que pelearé con todas mis fuerzas para reconquistarte. —prometió SeHun cerca del oído de LuHan, depositando un delicado beso en su mejilla.

Dietro La MascheraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora