Prefazione.

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ChanYeol entró a la oficina sin avisar. Su imponente estatura lo volvía fácil de notar y justamente eso era lo que quería lograr después de lanzar los periódicos sobre el escritorio de SeHun.

El hombre de cabellos negros desvió por un momento la vista de su discurso de presentación y observó la primera plana en donde los titulares rezaban:

"Jasper Chuang y Xi LuHan cancelan su boda".

SeHun tiró su bolígrafo junto a los papeles y tomó el periódico en sus manos, extendiéndolo y finalmente leyendo hasta la última palabra del párrafo.

Parpadeó un par de veces aún sin poder creerlo; la noticia no decía mayor cosa, incluso los detalles habían sido omitidos y solamente dejaba en claro que LuHan era el responsable de la ruptura de su compromiso.

—Deja de ver la portada como imbécil y haz algo, ¿quieres? —ordenó ChanYeol con esa gruesa voz que lo caracterizaba.

SeHun suspiró y se permitió pensar las cosas una vez más, mientras se reclinaba en su silla.

LuHan no se iba a casar pero eso no cambiaba los hechos ni un poco; solamente volvería a cuidarlo desde lejos, como lo había hecho durante cinco años.

Una vez que el chico se comprometió se juró a sí mismo que sepultaría cualquier sentimiento y si era posible, enterraría cada recuerdo que intentara aparecer por su cabeza; dejaría de vigilarlo porque ahora tenía una pareja que se preocupaba por él y claramente, SeHun no había sido el afortunado.

—Esto no insinúa nada, Park. —murmuró mientras salía de sus pensamientos y se pasaba una mano por el cabello en señal de frustración.

—¿Qué mierda...? —gruñó el pelirrojo. —¿Tienes una puta oportunidad para ser feliz y no piensas aprovecharla? —cuestionó el hombre, dejándose caer sobre el escritorio mientras desabrochaba el botón de su traje.

—No podría hacerle esto a LuHan. Quiero que sea feliz y yo soy el hijo de puta que lo cambió por una estúpida posición en el parlamento. —afirmó SeHun, tensando la mandíbula.

—Sí, y ese mismo hijo de puta es el que se ha follado a cientos de hombres y mujeres que solo se parecen a LuHan. —volvió a gruñir el alto mientras se ponía de pie.

—Estaba borracho, ChanYeol. Todo el jodido tiempo. —rió sin ganas. —Y era la única manera de tenerlo conmigo aunque fuera en mis pensamientos...

—No, idiota; sabes que no era la única manera. —sentenció el alto.

—¿Y qué podía hacer? —preguntó SeHun, ahora poniéndose de pie y frunciendo el ceño. —No es como si una disculpa fuera a borrar mi desprecio. —afirmó intentando que las palabras no se quedaran atoradas en su garganta por el nudo que se estaba formando.

SeHun suspiró y cerró los ojos recordando cada precioso rasgo de LuHan durante sus años mozos; lo extrañaba tanto...

—¿Y piensas quedarte sin hacer nada? —cuestionó el pelirrojo, levantando una ceja mientras observaba al otro, reafirmándose que su amigo era un completo estúpido.

—LuHan estaba en buenas manos con Chuang... —soltó con dolor.

—¡Joder! Sabes que LuHan no amaba a ese tipo; se quedó con él porque se parecía a ti... —dijo el alto ahora con el ceño fruncido.

—Sabes que eso no es cierto... —trató de negar el pelinegro.

ChanYeol se cansó de la actitud infantil de SeHun y tomó el periódico que yacía sobre los apuntes del discurso.

—Míralo, imbécil. —dijo mientras señalaba a uno de los hombres en la fotografía. —Esa puta cara es tan parecida a la tuya que podría hacerse pasar por tu hermano gemelo.

SeHun quiso ignorar la verdad en las palabras del pelirrojo porque sabía que no merecía a LuHan; no merecía a una criatura tan divina y llena de amor por la vida cuando él era un simple bastardo con pocas agallas.

—No puedo enfrentarlo, ChanYeol... —susurró regresando a su asiento, desplomándose con resignación una vez más.

—Pues te jodes porque ya reservé un boleto de avión hacia Venecia para esta tarde. —afirmó el alto.

—¿Qué?

—LuHan está en Italia. —informó. —Solo. —continuó mientras le daba una sonrisa llena de perlas blancas al pelinegro. —Y creo que el carnaval veneciano es una buena oportunidad para reconciliarte con el amor de tu vida.

—Yo no soy la persona indicada para LuHan. —intentó justificarse.

—Sinceramente, me importa una mierda lo que pienses. —bufó ChanYeol, cruzándose de brazos. —Estoy cansado de ver a mi mejor amigo vagar por la vida como si no tuviera elección; como si fuera la peor escoria del mundo.

—¡Pero lo soy!—gritó SeHun.

—No es cierto y lo sabes; sólo fuiste un poco imbécil como es de costumbre, algo que es realmente cruel si comparamos tu capacidad intelectual.

Y SeHun esbozó una amarga sonrisa ante las palabras tan acertadas de ChanYeol.

—¿Y qué quieres que haga? ¿Que lo siga como un perrito faldero? —cuestionó, partiéndose los sesos al no saber qué hacer.

—Digamos que más que eso.

SeHun negó con la cabeza y pasó una mano por su rostro, recordando lo retorcido y manipulador que podía llegar a ser el pelirrojo.

—Aún sigo pensando que LuHan se merece algo mejor que yo... —suspiró mientras volvía su vista hacia el rostro del alto con indecisión.

—El vuelo sale a las siete de la tarde; es una estadía de cinco días, tú tienes la última palabra. —dijo ChanYeol mientras le guiñaba un ojo y hacía su camino fuera de la oficina.

—¡Espera! —gritó SeHun y ChanYeol lo miró sobre el hombro. —Es muy poco tiempo...

ChanYeol sonrió y dijo:

—Sí LuHan es para ti, cinco días son más que suficientes.

SeHun se quedó pensando acerca del viaje por un momento, observando a su mejor amigo salir de su oficina e imaginó que tal vez podría volver a ver esos preciosos ojos de cerca; tal vez podría rozar esos suaves labios tan dulces como la miel y sólo tal vez, si LuHan se lo permitía, podría rogar por su perdón.

Dietro La MascheraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora