Capítulo 7: Nubes Negras

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No fue una noche fácil, como hace ya varios años no lo hacía, esa noche decidí dormir con mi Padre.
Me recordaba a cuando tenía apenas cinco años y si bien tenía mi propio cuarto, por las noches esperaba a que él se durmiera y me pasaba su habitación. Fingía no despertarse y cuando yo caía rendida al sueño me arropaba y atraía hacia él como si fuera lo más preciado que tuviese.
Esas eran noches felices.

Nos mantuvimos en silencio en la misma habitación pero ambos sabíamos que ninguno estaba dormido.
La noche pasó lentamente, y cuando por fin salió el sol sin haber pegado un ojo nos levantamos.

Desde que era niña los Domingos me generaban tristeza y no sabía explicar bien por qué, en este Domingo podía adjudicarle un motivo.

Desayunamos en silencio y luego él se encerró en su estudio, sólo espero que el trabajo lo distraiga.
Yo sin saber que hacer a esta hora de la mañana se me ocurrió salir a correr.
No soy muy fanática de los deportes pero una vez en el dentista, mientras esperaba mi turno leí en una revista que correr ayuda a despejarse y encontrar soluciones a los problemas.
Genial ahora sólo faltaba que me anotará a yoga, y soy toda una hippie chic.

7:30 am y ya había corrido más de 2 km, todo un récord para mi. Con las piernas temblando, el cuerpo totalmente mojado por la transpiración me rindo y me tiró al pasto del Parque Amelie.

No esperaba ver a nadie a las 8 am un día domingo en el parque, salvo uno que otro gimnasta fanático.
Pero no era justamente alguien haciendo deporte lo que estaba viendo.
A unos metros de donde yo había parado a descansar, una camioneta había aparcado.
Podía distinguir muy poco del interior del vehículo, ya que sus vidrios negros me dificultaban la vista.

Pude observar que el conductor era un hombre robusto, sin cabello su cabeza brillaba por con primeros rayos de sol, llevaba lentes y su actitud me hizo darme cuenta inmediatamente que se trataba del jefe o lider de algún tipo de pandilla.

Le bastó hacer una pequeña seña y las puertas traseras de la camioneta se abrieron de par en par, bajaron por ellas cuatro tipos con apariencia similar al conductor del automóvil.

Los primeros dos con actitud muy sospechosa miraron hacia todos lados haciendo que yo me ocultara atras del arbusto más cercano casi como un acto reflejo por mi seguridad.
Los otros traían de los brazos alguien aparentemente desmayado o... muerto. El sólo pensamiento de estar presenciando el abandono de un cadáver me congeló la sangre.

Al ver que no había nadie observándolo, (excepto yo desde mi escondite) lo arrojaron al suelo y todos volvieron al vehículo para darse rápidamente a la fuga.

Me llevo unos minutos decidir si llamar primero a la policía o acercarme al sujeto abandonado.
Finalmente con el 911 marcado en mi móvil me aproxime a él.

Cuando no podía estar más nerviosa comencé a distinguir de quien se trataba. Conocía su calzado, botas negras estilo borsego militar no eran muy comunes en esta ciudad, donde la temperatura en invierno llega a ser casi primaveral.
Yo había visto esos zapatos...
_¡James! * Grite con desesperación arrojandome casi sobre él.
No me sorprendió la manera en la que actúe después de haberlo pensado todo el día.

Se me detuvo el corazón al ver sus ojos cerrados, sus pestañas parecían incluso más largas en ese estado.
Tenía un golpe en su frente y su labio sangraba. Me volvió el alma al cuerpo al ver que su pecho se elevaba, respiraba.

Recordé en ese momento el número ingresado en mi teléfono móvil y apreté "llamar" sin perder más tiempo.

_"911 dígame cuál es su emergencia" * me respondió una voz casi mecánica del otro lado.
L_¡Hola! Por favor, mi... mi... amigo, ehh un muchacho tuvo un accidente y se encuentra inconsciente, vengan por favor al Parque Amelie en la calle St 89. ¡RÁPIDO ES UNA URGENCIA!
*Grite al borde de un ataque de nervios.

_"Tranquilícese señorita, vamos en camino, le pido por favor permanezca junto a él hasta que nuestro personal de primeros auxilios llegue al sitio"

....
Fueron los diez minutos más largos del mundo, por algún extraño motivo sostuve la mano de James entre las mías.
L_ Vamos, aguanta ya llegan los médicos.
L_ Aunque seas un idiota no quiero que te vayas...

*Le susurré al odio, no obtuve respuesta pero podría jurar que una leve mueca de su sonrisa torcida apareció en su rostro

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