Capitulo 2.

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Revoloteé como una avispa por el pasillo enorme del primer piso del hotel. La puerta del cuarto de Lee Hyukjae estaba completamente cerrada y no había sonido que evidenciara la presencia de mi silencioso inquilino. No sabía si dormía, si había salido o si estaba metido en algún tipo de trance de artista; pero eran las diez de la mañana y el chocolate caliente llevaba listo desde las ocho. 
Con alguna especie de profunda culpa me aventuré a tocar la puerta, primero fueron golpes suaves y luego lo intenté con más insistencia, y al cabo de unos minutos di por hecho que mi inquilino se había marchado. Fue así que su ausencia no me sorprendió cuando abrí la puerta y encontré el cuarto completamente vacío; bueno “vacío” es una forma de decir, no sería hasta despues que comprendería que sin él cualquier lugar se hallaba vacío para mí.
La habitación parecía impecable, como si Lee Hyukjae hubiese sido alguna especie de espectro, un alma en pena que por caprichos del universo fue a parar a mi hotel, como si fuese un fantasma que en su misteriosa existencia, a la mañana siguiente, desaparecía. La cama estaba impecable, sus bolsos en algún sitio y sólo el atril junto a la ventana me aseguró que mi inquilino era real y no alguna alucinación extraña. Sin embargo, el atril, se hallaba vacío también y no pude evitar preguntarme que habría estado pintando, e inmerso en aquella curiosidad muy impropia de mí me aventuré en el cuarto con la auto excusa de aprovechar su ausencia para hacer el aseo, aunque no llevaba escoba, ni guantes, ni perfume ni nada que me sirviera como prueba de mis muy dudosas intenciones; pero ahí estaba yo, husmeando entre las pocas cosas que él había dejado al alcance. Sobre una enorme cajonera habían un menjunje de papeles, papeles blancos y otros color sepia, estaban llenos de dibujos, dibujos hermosos, dibujos que él había hecho con sus propias manos, con su propia inspiración y sus propios paisajes y eran bellísimos. Recuerdo a la perfección los detalles de cada uno de ellos, recuerdo una mariposa preciosa con millones de trazos negros hechos a base de carbonilla, recuerdo también el perfil de un león con una melena increíble dibujada cabello por cabello y, por último, recuerdo dos ojos. Dos ojos rasgados, tristes, brillantes, míos.
-Hola. –Su voz me había hecho sobresaltar y tirar por todos lados sus preciosas creaciones. Hyukjae, Lee Hyukjae, mi inquilino espectral, estaba en la puerta del cuarto, observándome entre confundido y estupefacto quizás por haberme encontrado allí o porque mi rostro ha de haber sido un poema. Y yo, que sentía un terremoto y un sin fin de huracanes desatando su naturaleza destructiva dentro de mí, no pude hacer más que tartamudear y lanzarme al suelo a juntar sus dibujos. Las manos me temblaban y de pronto me sentía un completo inútil, incapaz de ordenarlas, con tal inestabilidad mental que ni siquiera fui capaz percibir que él estaba junto a mí, no fui consciente de ello hasta que me levanté y su rostro perfecto y con él su mirada chocó intensa con la mía. Me observaba con alguna expresión extraña, parecía curioso, curioso por mí, por mi reacción y presumía que sabía de ante mano que había visto el dibujo de mis ojos, y por otra parte lucia divertido, y eso era entendible.

-Ah, lo siento –Murmuré y algo dentro de mí me recordó de mis dudosas intenciones y me obligué a volver a mi papel. – Yo…, vine a avisarte sobre el desayuno y noté que no estabas y pensé que era el momento perfecto para el aseo y… -La excusa era perfecta, claro que lo era, porque tenía sentido, era justificada y bastante normal, lo que no encajaba en la historia eran los dibujos y en ese instante tenía dos opciones: Fingir demencia o ir al grano, y fingir siempre se me había dado bien, así que dejé los dibujos donde estaban, me sacudí las manos y sonreí.
-Disculpa el atrevimiento, pero dibujas bellísimo –Y ese era mi final del tema. En mi cabeza, en segundos, lo había planeado todo, me voltearía, tomaría las sabanas, las quitaría de la cama y tranquilamente las cambiaria para luego invitar a Lee Hyukjae a desayunar abajo, y sin embargo apenas llegué a la fase en la que me volteaba cuando él, como si nada sucediera, murmuró:

-Disculpa el atrevimiento tú, pero tienes unos ojos bellísimos.

Y mi mundo entero se derrumbó.
¿Han sentido alguna vez ese Bum dentro de ustedes? Es como si por el cuerpo te recorriese un calor bastante extraño porque en sí no calienta, pero se siente, y es como si el corazón te latiera tan aprisa que uno es capaz de escucharlo latir en sus oídos. Bueno, más o menos, eso era lo que había sentido, quizás por él o porque no era muy habitué a los halagos. Pero de alguna parte había resurgido en mí la compostura y logré voltearme y mirarlo a los ojos.

Un 28 de febrero, aquí o allá.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora