Capítulo 6

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  Al día siguiente la mañana me encontró en la sala de estar, dormido sobre el suelo frío, cubierto con una manta, helado y entre los brazos de Hyukjae. Habíamos caído dormidos en algún momento de la noche luego de prometernos, sin la menor lealtad o el menor éxito, ir cada uno a su cuarto. Él era una compañía extraordinaria y simplemente me hacía sentir bien. A su lado el tiempo se me iba de las manos, se perdía entre sus risas, sus palabras, sus cuentos, sus gestos y cada una de sus expresiones haciéndome desear que las horas se detuvieran en el preciso instante en que sus labios comenzaban a moverse y así poder oírlo lunas enteras.
Recuerdo haberme quedado quizás una hora inmóvil, tumbado de lado, observando el bonito rostro de Hyukjae, el blanco de su piel y el rojo de sus carnosos labios. Su cuerpo estaba tan helado como lo estaba el mío pero en aquel instante no me importó, yo me quería quedar ahí, a su lado, sintiendo su brazo rodear mi cintura e imaginar que tan pegados habían estado nuestros cuerpos en algún punto de la noche. Entonces, con mis ojos puestos en su bonito rostro, lo asumí. Me gustaba, me atraía él como hombre, como ser, como alma incluso. Me gustaba como nunca me había me había gustado nadie en el mundo, y aquello iba más al allá del hecho de que nunca me hubiese gustado un hombre. Creo que aquello fué lo que menos me había impactado, pues imagino que todo mi cuerpo lo sabía y lo había asumido, menos la parte más sensata de mi ser. Pero la intensidad casi violenta de mis sentimientos hacía él seguía abrumándome hasta el punto de provocarme un ardor abrasador alrededor de mi pecho y una necesidad insensata por tocarlo, por tenerlo cerca, incluso por besarlo. Entonces él despertó. Sus bonitos ojos oscuros se abrieron como los de un niño, despacio, perezoso y le tardó minutos estar despierto completamente. Pero cuando lo hizo me miró y ambos nos contemplamos unos segundos. Él no parecía estar incómodo con mi mirada ni yo lo estaba con la suya, y no fué hasta que el frío del suelo lo obligó a levantarse que quitó su brazo de mi cuerpo, yo hubiese deseado amaneceremos en una cama y que pudiéramos quedarnos así el resto de la mañana.

- ¿Tienes frío? - le pregunté sin poder pensar en nada más. Es decir, pensaba en muchas cosas y todas mis ideas desembocaban en él, pero en aquel instante mi boca se negaba a dejar salir algo más que no fuese el clima. Había descubierto que hablar sobre el calor, el frío, la lluvia o el viento se había convertido en un arma para mí cuando mi cabeza no podía pensar o pensaba demasiado.

-Un poco ¿y tú?- me contestó él y sonrió abrazándose a sí mismo mientras yo terminaba de ponerme de pie y doblaba la manta con la que nos habíamos cubiertos.

-Un poco también - le contesté y ambos reímos cómplices de nuestras mentiras, porque los dos estábamos helados, tiritamos y yo incluso sentía inflamada y dolorida la garganta.
-Me daré una ducha e iré al pueblo por fusibles nuevos, ¿quieres venir?- le dije luego, pues aunque pudiese reparar la energía eléctrica con lo que había en casa no me vendría mal comprar un sistema nuevo para futuras tormentas, aunque el cielo lucía azul y espléndido como si jamás hubiese pasado por aquí una tormenta, ni afuera ni entre nosotros.

Pasado el medio día, Hyukjae y yo, ya íbamos camino al pueblo. Las carreteras si habían sufrido los estragos de la tormenta y lucian cubiertas de hojas, arena y basura que el mar arrastraba a la playa y el viento a la carretera. Otro que sufría los efectos del invierno, la lluvia y una noche sobre el suelo era Hyukjae, pues llevaba rato hablando o tarareando canciones que se oían a la azar en el radio con la voz áspera y ronca, imaginé que llevaba la garganta tan o más dolorida que yo. Intenté dejar fijo en mi mente el recordatorio mental de comprar medicina para ambos. Luego mi cabeza hizo un espacio enorme para recordarme que debía visitar a Kyuhyun en el mercado, saber como estaba y disculparme por no haberlo llamado antes.
Cuando finalmente estuvimos en el pueblo nos detuvimos directamente en el negocio de reparaciones. Hyukjae permanecía a mi lado, oyendo atentamente cada cosa y herramienta que pedía, luego me confesó que le sorprendía que supiese tanto de electricidad y dijo algo sobre mis manos aunque apenas puedo recordarlo. Creo que había dicho que lucían trabajadoras y yo le había contestado algo sobre las suyas referido al arte, intentando no desbordar por mi boca la fascinación que me provocaba tocarlas o lo delicada de su belleza, o el arte que era verlas moverse sosteniendo un pincel mientras dibujaba trazos de colores sobre algún lienzo vacío. Y sin embargo no pude evitar decir: - Adoro tus manos porque no sólo son bonitas, son suaves.
Hyukjae me volvía vulnerable a sus encantos, a mis ideas, a mis impulsos y a todo lo que sentía por él. A su lado decía exactamente aquello que mi cabeza repetía que no dijera y hacia aquello otro que yo mismo me prohibía hacer, pero su presencia me intoxicaba, me volvía preso del frenesí y el éxtasis que su aroma y su mirada hacían crecer a borbotones en mi sangre. Hyukjae y sus efectos siempre me serían abrumadores.

Aquella fué la primera vez que recorrimos juntos mi bonito pueblo costero. Hyukjae era una compañía excelente, simplemente se dejaba llevar por los caminos inciertos a los que mis pasos lo conducían. Él caminaba a mi lado, sumergido en el silencio cálido que se cernía sobre nosotros mirando en todas direcciones, apreciando las gárgolas de la majestuosa catedral, deteniéndose de vez en cuando para arrancar flores silvestres que se empeñaban en crecer sobre las grietas de las viejas veredas y finalmente quedando prendido de la sombría tienda de antigüedades.

- ¿Qué clase de lugar éste? - había dicho con un asombro tan real y auténtico que por un instante lució casi ingenuo y mucho más joven de lo que realmente era.
La tienda se llamaba "Lo que la marea se llevó" y era bellísima a su estilo. Las paredes eran de un color celeste demasiado claro y lucía marmolado por la amarillenta madera que se dejaba ver tras la pintura saltada. Era una combinación ridículamente hermosa. Los pisos eran de una madera tan vieja como la de las paredes pero de un color más oscuro. Habían por doquier piedras hermosas, troncos con extrañas formas, pinturas, relojes viejos y nuevos, estatuas, joyas e incluso guantes de los años 30. Y dentro de ella olía a humedad, té e incienso de miel.

-Es una tienda de antigüedades - le expliqué yo mientras me deleitaba viéndolo caminar entre los escaparates. Él era curioso como un niño y parecía hallarse en su mundo allí - Casi todo lo ha traído el mar a las costas, en especial en días de tormentas - Entonces él se volvió hacia mí y me observó con los ojos brillantes e intensos.

-¿Crees que haya algo interesante en las costas hoy?
Las costas frente al hotel estaban repletas de basura, nada interesante, pero aún así asentí por el sólo gusto de verlo sonreír con aquella sonrisa suya que me devolvía el alma. Le prometí que saldríamos a caminar por la playa esa misma tarde. Luego él se quedó curioseando mientras yo me escapé unos instantes y recorrí tres cuadras hasta llegar al mercado de Kyuhyun. Me sorprendió saber que no estaba allí, que de hecho desde lo de Molly no se había presentado, aunque sus empleados sólo pensaran que estaba resfriado. Lo llamé un par de veces antes de salir, apagado. Cuando desistí y volví de camino a la tienda no tuve que llegar hasta ella para encontrar a Hyukjae, él estaba a mitad de camino, con una bolsa de papel en las manos y el perfecto Kim Heechul en frente. Yo los ví desde lejos, escondido con sutileza detrás de un árbol. Heechul sonreía y balanceaba sus brazos provocando que la punta de sus dedos tocaran las delicadas manos de Hyukjae. Mi estómago se había tensado en ese preciso instante. Luego vi a Hyukjae sacudir la cabeza, levantar los hombros, suspirar y mirar hacia cualquier otro sitio como si intentara evitar la mirada de Heechul, y si yo lo noté a metros de distancia, él que estaba delante lo notó de inmediato y el encuentro de ambos acabó enseguida. Se despidieron con un beso en la mejilla y Hyukjae siguió con la mirada la silueta fina y esbelta de su modelo hasta que éste desapareció doblando la esquina, entonces lo vi suspirar, echar la cabeza hacia atrás, mirar el cielo y luego cerrar sus ojos. Parecía suplicar por paciencia, por perdón o por aire, quizás, porque Heechul lo abrumaba tanto como él me abrumaba a mí. Hyukjae me dejaba sin aire, sí, pero el cielo no podía hacer nada por mí.
Quizás por celos, la idea de pensar en lo que sentía por él me hacía sentir agotado, pero por otro lado pensar en lo que él sentía por Heechul me llenaba de intriga. Y además me sentía confundido. Había caído preso en los encantos de un hombre luego de una vida entera de fiel heterosexualidad, y el foco de todas mis emociones era demasiado críptico, demasiado ambicioso y yo no lo conocía lo suficiente para entender lo que pasaba dentro de su ser. Por momentos fugaces pensaba que Hyukjae y yo compartimos una especie de conexión porque ambos nos atráiamos del mismo modo, luego pensaba en él y en Heechul juntos y me convencia de que, mi inquilino angelical, estaba totalmente fuera de mi alcance.
Era estresante no poder destapar su alma como él lograba hacerlo con la mía. Era estresante sentirme tan vulnerable junto a él y no poder hacer nada para evitarlo; y más estresante aún era saber que no había cosa en éste mundo que me gustara más que estar a su lado.
Cuando finalmente logré neutralizar mis pensamientos y las oleadas de sentimentalismo que mi corazón bombeaba por mis venas, salí de mi escondite y regresé a su encuentro. Él lucía encantado de verme otra vez y cualquier sentimiento amargo que me hubiese invadido en algún momento al verlo con Heechul se había desvanecido. No podía hacer más que sonreír.

De camino a casa él permaneció extrañamente callado y aferrado a la bolsa de papel, y por algún motivo se me había pasado por completo preguntarle por ello, pero cuando estuve a punto de hacerlo volteé a verlo y lo encontré medio dormido, además sus labios estaban más rojos de lo natural y aún sin tocarlo podía asegurar que tenía fiebre. Aún así solté una mano del volante y toqué su frente unos segundos, estaba ardiendo y yo había olvidado la medicina para la garganta.
Cuando llegamos lo desperté y él se movió con pasos lentos y perezosos fuera del auto y dentro de hotel, subió a su cuarto con los pies a rastras y yo prometí subir con él en cuanto reestableciera la electricidad. En la tienda de reparaciones él había mencionado que deseaba verme trabajar y aprender y, quizás porque me había generado alguna ilusión, cuando lo ví subir sentí una punzada muy fina y débil de tristeza dentro de mi pecho. Pero al menos me aliviaba saber que estaría descansando pronto.
Con la electricidad funcionando a la perfección corrí de prisa a la cocina y tome un cuenco que llené con agua fría y dos paños que estuvieron húmedos en segundos.

- ¿Ya estás dormido? - pregunté cuando entré al cuarto sin golpear. Hyukjae estaba acurrucado bajo las mantas, tapado hasta la nariz, luciendo incluso aún más adorable que en la mañana - La lluvia nos jugó una mala pasada, eh - bromeé mientras me sentaba a su lado y sobre la cama. Él entonces se destapó lo suficiente para que pudiese verle el rostro y sonrió.

-¿También te sientes mal?

-Supongo que no tanto como tú - Le contesté y coloqué sobre su frente la primera compresa húmeda y fría - La próxima vez podemos ver la lluvia desde aquí, tienes buena vista - agregué y me detuve un momento para repensar mejor lo que acababa de decir, luego tomé valor y levanté la mirada para enfrentarlo. Hyukjae lucía totalmente indiferente, es decir, lucía cómodo con ello, con la idea de estar juntos en su cuarto y con la idea de una próxima vez.

-Me encantaría - Contestó entonces, y yo finalmente respiré aliviado. Aquel día sería una de las tantas veces en las que Hyukjae se convertía para mí en una bomba a punto de estallar. Era tan discreto cuando se trataba de él que me costaba saber donde encontrar sus límites. Avanzar en él era como cruzar un campo minado, me imaginaba dando pequeños pasos y saltitos, apretando los ojos y esperando temeroso el oir de una mina estallar bajo mis pies y destruirme en miles de pedazos. Incluso, que fuese tan discreto me hacía temer preguntar cualquier cosa, desde qué había comprado en la tienda hasta qué había sucedido con Heechul. Él, por el contrario, siempre quería saberlo todo.
- Creo que no saldremos a buscar antigüedades en la costa ¿cierto? - me preguntó luego con un aire aniñado y derrotado.

-Me temo que no, acabaríamos aún más enfermos los dos.

Él resopló exageradamente y yo puse los ojos en blanco y reí porque su actitud me resultaba divertida.

- ¿El servicio de enfermero está dentro de los privilegios del hotel? - me preguntó mientras sacaba la compresa tibia y ponía una nueva tan húmeda y fría como la primera.

-Digamos que sí - le contesté yo y ambos nos miramos sabiendo que jamás haría ésto por alguien más, quizás sólo por Kyuhyun pero él desde luego era mi mejor amigo, tenía sentido. - Digamos - agregué - Que eres un inquilino con privilegios especiales.

- ¿Eso me convierte en alguien especial? - preguntó pícaro.   

- Eso creo - le contesté en el mismo tono, entonces él se sentó en la cama dejando que la compresa se cayera de su frente.

- ¿Es decir que puedo pedir un privilegio más?

Yo elevé una ceja.

- Depende. A ver, dime cual.

Él sonrió y contestó.

- Dejame que te pinte, por favor, pero ésta vez hagamoslo aunque el sol se esconda de nosotros, la luna se oculte tras las nubes, el cielo llore y grite en furiosas tormentas y sólo la luz de las velas te iluminen. Déjame que te pinte, por favor.  

Un 28 de febrero, aquí o allá.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora