CAPÍTULO 2- Frida y Trotsky

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Tardo casi dos minutos en darme cuenta de que la cama dónde me encuentro no es la mía, me incorporo y gimo levemente, me duele todo, pero a pesar de eso encuentro comodidad en la sudadera negra que me ha prestado.
En cuanto mis pies tocan el suelo me doy cuenta de que es de madera oscura, las paredes son de color blanco y está repleta de posters, veo uno de Red Hot Chili Peppers, de Slipknot y Extremoduro. El Fénix tiene buen gusto. Pongo los ojos en blanco al ver su famoso bate de béisbol en una vitrina y me dispongo a buscar al enfermo del dueño.

Lo encuentro en el comedor, durmiendo en el sofá con una manta rosa pastel y con la boca abierta, el ojo se le ha hinchado y está de un tono morado muy intenso. Me siento culpable por el hecho de que le dieron una paliza de muerte y me ha dejado dormir en su cama pudiendo caber los dos perfectamente, pero no puedo evitar sonreír al pensar que si la gente lo viera así perdería su fachada de dios de las tinieblas.

Veo que la manta le cubre solo la mitad del cuerpo, así que me acerco para taparlo bien ya que tiene el torso desnudo y entonces la veo, una enorme cicatriz de quemadura le recorre de un lateral de la espalda hasta debajo del pantalón de pijama, resigo las piernas con la mirada hasta su tobillo desnudo y la cicatriz termina ahí.
–Si querías desnudarme podrías haberme avisado desde un principio. – deja ir con los ojos cerrados y doy un respingo.
–¡Q-quería taparte del todo con la manta, idiota! – grito dándome la vuelta sonrojada. –Voy a por hielo, para ese ojo. –

Me sorprende el orden que hay en todo el piso en general, la cocina es más grande que la nuestra, la encimera es de mármol negro y blanco y las vistas del ventanal son increíbles, aunque es obvio ya que el Fénix vive en el ático. Cojo el hielo del congelador y por un momento me da miedo encontrar algún resto de ser humano escondido.
–Creo que empiezo a entender porque te llaman Fénix. – murmuro sentándome a su lado en el sofá tras haber envuelto el hielo en un trapo. Él sonríe y me dedica una de sus miradas tercas.
–¿Por mis erecciones matutinas? Lo sé, es injusto. – deja ir y observo que evalúa mis expresiones, en lugar de gritarle que es un cerdo me echo a reír, porque me ha hecho gracia realmente. –¿Estuviste en algún incendio? –

Algo en sus ojos cambia y parece que su sentido del humor deja paso al chico atónito que lleva dentro. –De ahí a tu apodo, el Fénix, porque realmente renaciste de tus cenizas. – sonrío. –Realmente es muy bonito. – Veo como articula los labios para decir algo y entonces llaman al timbre.

Se levanta para abrir y cuando aparece Adam al otro lado de la puerta, vuelve a su mirada afilada y su sonrisa testaruda. –¿Qué pasa tío? – se dan la mano y detrás de él están Rebeca y Cecilia, Beca lleva a Felipe en brazos, su chihuahua –¿Pueden pasar? – pregunta Adam casi suplicante y el Fénix asiente. –Después tendré que mataros. – y me echo a reír al ver cómo les da un escalofrío. –¿El chucho tiene que pasar? – exclama éste al ver al perro que tiembla como un flan. –Se llama Felipe. – inquiere Beca molesta. –¿Quién diablos llama Felipe a su perro? –exclama el Fénix incrédulo.

–¿Cómo estás tía? – Pregunta Cecilia en modo mamá osa sobreprotectora ignorando al dueño del piso. –¿Te ha violado mientras dormías? – susurra Rebeca con un brillo en los ojos que me asusta. –Espero que no. – respondo horrorizada. –Tienes la nariz hinchadita, ¿has desayunado? – pregunta Cecilia peinándome el pelo con los dedos, debo tener una pinta horrible.

–No, pero tampoco tengo hambre, enserio. – digo recostándome en el sofá. –Necesito una ducha, eso sí. – murmuro en voz baja.

Un maullido estrepitoso nos hace mirar a todos en la misma dirección, un gato negro enorme está gruñendo a Felipe con el lomo erizado y éste se echa hacia atrás asustado. –Oh sí, éste es Mr. Pixel. – dice el Fénix levantándose para coger al gato. –Felipe no es bienvenido aquí. –
–¿Enserio? ¿Mr. Pixel? ¿no podías llamarle Gunter o bola de pelo? – grita Beca ofuscada.
–Íbamos a irnos de todos modos. – digo levantándome del sofá. –Gracias por todo... – empiezo a balbucear y me doy cuenta de que se da la vuelta ignorándome y sigue hablando con Adam. Eso araña mi ego, muchísimo.
–Vamos. – exclama Cecilia ignorando lo ocurrido. –Adiós Mr. Pixel. – se despide Rebeca del gato y éste gruñe endemoniadamente.

Aire Urbano [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora