CAPÍTULO 4-Cuando la muerte viene llamando

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Frialdad.
Ése es el primer adjetivo que mi mente procesa al recordar mi primer ingreso en el hospital.
—La niña estaba jugando y se ha caído por las escaleras. —relata él. La enfermera se lo queda mirando y luego me fulmina con la mirada, ni los cables que tengo conectados por la brutal paliza que me ha dado me duelen tanto.

Ahora el ambiente también es frío, todo va a cámara lenta, el dolor suprime mis pulmones y me hormiguean las palmas de las manos. Adam está en coma. Cecilia me abraza sollozando violentamente y Alex...bueno Alex, el horror inunda cada centímetro de su rostro y tiembla ligeramente.

Sé lo que va a hacer a continuación y lo hace. Sale de la consulta con gestos violentos, quiere ir a matar al que ha hecho esto. —Voy a buscarlo. —les digo a mis amigas y éstas asienten.

No puedo ni imaginar lo que está pasando Cecilia en estos momentos.

Alcanzo a Alex casi fuera del hospital, el aire es tan frío que el vapor se esfuma en cada respiración suya y me arden los pulmones en casa bocanada.
—Alex, quieto. — grito con la voz temblorosa. Éste no se gira, es más empieza a bajar las escaleras de dos en dos, así que cierro los puños y me abalanzo sobre él envolviendo mis brazos alrededor de su cuello. Casi pierde el equilibrio, pero lo recupera rápidamente y me fulmina con la mirada. —¿Si matas al jefe de los Fascistas, todo se irá a la mierda me oyes? — grito furiosa.

—¡A parte de que irás a la cárcel, no arreglarás nada! —
—¿Te crees que no he estado en la cárcel? — murmura él asqueado, el Fénix tiene el control ahora.
—¿Eso justifica todo? ¡eres más idiota de lo que pensaba! — grito totalmente fuera de mí.
—¡Y tú eres una niñata santurrona que cree tenerlo todo bajo control! ¡No tienes ni puta idea! —

Aprieto los puños, me acerco a él a paso decidido y le beso. Siento que abre los ojos atónitos y sujeta mis manos, que cuelgan a ambos lados de mi cuerpo. Nos separamos para coger aire y siento mi rostro arder, y eso que sólo ha sido un roce.
—¿Mejor? — murmuro esbozando una sonrisa irónica, él vuelve a inclinarse hacia mí con los labios entreabiertos y me besa con ansiedad, introduciendo su lengua en busca de la mía. Y la encuentra. Mi pulso se acelera y Alex sube su mano hasta mi rostro, sosteniendo mi mentón. Muerde mi labio inferior y nos separamos, de nuevo, ésta vez más jadeantes.
—Mejor. — declara estrechándome entre sus brazos y suspiro embriagada. Noto como su pecho sube y baja, uno no tiene que ser un genio para saber que está llorando y algo dentro de mi duele.
—Eh, no pasa nada, Alex. — murmuro mirándolo, se cubre con el antebrazo y mi cuerpo, no quiere que nadie lo vea porque se avergüenza de su llanto. Vivimos en una sociedad en la que exigimos a los hombres que acojan el papel de fuertes, de los que no lloran, de los brutos y se discrimina a los que no siguen ése rol. —No puedo perder a nadie más. — solloza derrotado y eso provoca mis lágrimas. —No puedo...—

Al día siguiente me quedo en casa, es de esos días que sientes que todo irá mejor si te quedas entre las sábanas. Rebeca está en el comedor comiendo palomitas con Felipe encima, mientras mira la tv. Cecilia está en el hospital, ha dormido allí. No sé dónde está Alex y en parte me alegro, estoy asustada. Me aterra que lo nuestro vaya a más. Me aterra tener sexo.

—Lo vi. — murmura Rebeca metiéndose en mi cama conmigo. —Vi como tú y el Fénix os besabais. Ya era hora. —
Sonrío al recordarlo y un hormigueo se apodera de mi abdomen. —No fue nada. — digo quitándole importancia y enarca una ceja. —Te gusta, Tessa. Desde el minuto uno. — exclama preocupada. —Y a él también parece que le gustas, déjate querer. Parece que pienses que nada bueno puede pasarte y tú misma te alejas. –lo peor es que tiene razón.

Me doy la vuelta y el móvil me suena, el mensaje es de mi tía y sonrío. –¿Va a venir? – exclama Rebeca como si por arte de magia hubiera recuperado el brillo de sus ojos almendrados. –Sí, vendrá el fin de semana que viene. –

Aire Urbano [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora