Asolación

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Nadie se atrevía a mirarme, ni cuando estábamos a oscuras. A mi derecha estaba su miedo, tan fuerte que incluso yo podía sentirlo. A mi izquierda un silencio asolador. En ese momento, lo único que quería era escapar. Pero, atrapada en aquella habitación sin puertas ni ventanas por donde huir, sólo pude gritar para no escuchar las voces de aquellos desconocidos con rostro familiar. Y de repente, eco. Todos me miraron, y de nuevo silencio. Nadie se atrevía a moverse. No podía oír latir sus corazones, ni escucharles respirar. Entonces les miré, y al clavar mis ojos con los suyos, les destruí a todos, convirtiéndose en polvo ante mí. ¿Les quise? ¿O es que querían destruir aquello en lo que me había convertido? Y entendí el motivo, tarde.

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