Cenizas

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Hoy es un día de esos en los que haría lo que fuera con tal de desaparecer. Indefensa y vulnerable, con las heridas abiertas, ellos, sin pensarlo dos veces, apuntan a la diana. Ellos, con tan sólo una mirada, están muertos. En cambio yo, no sé si estaré hecha de algo indestructible, tan doloroso como el infierno, pero no lo suficiente como para provocarme la muerte.
Estoy destinada a sufrir, cada día lo veo más claro. ¿Pero por qué yo? Siempre he querido ofrecer lo mejor de mí a quienes me rodean, y algunos lo cogen, aunque ninguno me lo devuelve. Otros, simplemente, me lo arrancan de las manos, me lo muestran, lo miran con desprecio, y finamente lo destruyen hasta quedar reducido a cenizas. La siguiente en arder soy yo, así no tendría que sufrir más. Entonces sería libre, porque, únicamente, cuando no te queda nada, es cuando has alcanzado, no la victoria, tampoco el éxito, y ni mucho menos la felicidad, sino el éxtasis más deseado y satisfactorio; la libertad.
Lejos de la jaula en la que he vivido confinada durante toda mi existencia, alimentándome del dolor y aquellas miradas de odio como bombardeos, que osaban destruirme hasta desaparecer. Vergüenza, odio, cólera y decepción desprendidos de los ojos de aquellos enemigos que una vez fueron los seres que más quise.
Lejos de aquellos seres que siempre me despreciaron, arrepentidos por hacerme existir, yo, gentil y generosa, complací su deseo. Ahora sólo soy cenizas, sobrevolando sus cuerpos, estando por encima de sus vidas y la mía propia. Pero no me despedí de ellos, sólo me liberé de esa jaula en la que querían que muriese hasta no soportar más todo aquel sufrimiento.
No cumplí su propósito, sólo les abandoné. No porque les odiara como ellos a mí, no porque me hicieran sufrir, no. Yo siempre les tuve rencor, pero nunca les odié. No les complací por resignación, no me entregué a su infierno, jamás me uniría a ellos. Les abandoné por una única razón, y es, porque, no había pesadilla más dolorosa que el infierno, que ver cada día de tu existencia en lo que se habían convertido aquellos que más quisiste, manifestándolo, entre otras formas, dejándose la piel para hacerme desaparecer. Yo sólo me dejé la mía sobreviviendo a los golpes para ver cómo se rendían. Al parecer, mis suposiciones no acertaron.
Entonces, sólo pude marcharme, contemplando la basura en que se convirtieron, consumidos por sus propias vidas, malgastadas en destruir la mía. Les ahorré el favor, y yo misma me fui.
Pero lo  que ellos no saben es que, la autodestrucción es mi incentivo de creación.
Nunca les odié a ellos, sino a quien crearon.

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